María.
Después de que Jesús se marchase, me fui a mi habitación y me senté sobre el escritorio, mirando por la ventana. Abrazando mis rodillas.
Así, han ido pasando las horas, viendo como amanecía y como las lágrimas no cesaban.— María... — me llama David, desde la puerta.
Ni siquiera le he escuchado llegar. Le miro de soslayo. Ya no me quedan lágrimas.
—Pequeña — vuelve a intentar, pero yo no hablo.
Se aproxima ha mí y me envuelve en sus brazos. Le abrazo por la cintura que es lo que queda a mi altura.
— Vamos a desayunar.
—¿Qué hora es? — consigo pronunciar.
— Las 10 y media. Venga.Me sonríe con cariño y camino con él hasta la cocina. Cuando vuelve a sonreirme intento devolverle el gesto. Mi hermano deja un beso en mi frente y comienza a preparar unas tostadas. Sé que sin David todo hubiese sido aún más difícil.
— No tengo hambre — le digo, cuando deja todo frente a mí y toma asiento.
—Tienes que comer. Llevas meses comiendo lo justo, y porque te obligo — señala él. Me mira, como estudiándome— ¿Ha pasado algo nuevo?Cojo aire, intentando tomar fuerzas. Tranquilizarme.
— Jesús vino anoche.
David me mira muy sorprendido. Le cuento rápidamente lo que hablamos y lo que pasó. Él guarda silencio unos minutos.
— Mira hermanita, soy el primero al que le duele lo que te hizo, después de ti claro. Pero no era realmente él, era su versión alcoholizado. Creo que es momento de olvidar y avanzar. Le quieres — asiento, limpiando la lágrima que resbala por mi mejilla derecha — No era una pregunta tonta — sonríe David — Y él a ti también, esto os está haciendo más daño del que te haya provocado antes.
— No lo sé — me encojo de hombros — es todo tan complicado...Apoyo mis codos en las rodillas y escondo mi cara en mis manos. No sé que hacer.
— Deja de darle vueltas, María. Haz lo que tu corazón te dice.
Dicho eso me da un beso en la mejilla y se mete en la ducha.
¿Por qué no pueden ser las cosas un poco más fáciles?[...]
Salgo de la ducha justo cuando mi móvil comienza a sonar. En la pantalla aparece el nombre de Dani. Dudo. Pero finalmente descuelgo.
— Hola.
—¡María! ¡Dios, menos mal!— habla muy rápido y nerviosamente— ¡Alicia...!
— ¡Dani! Habla un poco más tranquilo, por favor.Le oigo respirar más pausadamente.
— ¡Qué Alicia se ha puesto de parto! — abro los ojos — ¡Acabamos de llegar al hospital! Y yo pensé que tu...
No le dejo acabar la frase.
— ¡Voy para allá! ¡Sí! Dime en que hospital. Vale, de acuerdo. En 5 minutos estoy ahí.
Cuelgo y apresuradamente me coloco unos leggins, un jersey de lana azul marino ancho y unas air max. Mientras meto en mi mochila todo lo que pueda necesitar, llamo a un taxi y me peino.
Dejo una nota en la nevera para que David la vea al regresar y bajo corriendo las escaleras.
Ni siquiera sé si Alicia querrá verme después de este tiempo. Pero para mí sigue siendo una amiga increíble y me siento tan imbécil de haberme alejado de ella...
Por suerte, en unos minutos estoy en el hospital de Sevilla. Cuando estoy llegando a la recepción, Eric me intercepta.— ¡eh, enana!
— ¡Eric! ¿Donde...?Y antes de terminar la frase me agarra de la mano y me lleva hasta la puerta de la habitación donde se encuentra la pelirroja.
Dani sale, sofocado, angustiado.