María.
— Hasta mañana — me despido de David y Sofía.Me hacen un gesto y cierro la puerta detrás de mí. Jesús se ha ofrecido a recogerme, como siempre, pero prefería ir a su casa caminando.
Hace bastante frío, el mes de febrero ha entrado fuerte en Sevilla.
Suspiro.
No dejo de pensar sobre que le preocupa al gemelo mayor. Lleva días rarísimo. Intenta ocultarmelo pero es imposible.
Llego a su portal y toco el 3A.— ¿Quién? — pregunta su dulce voz.
— El amor de tu vida — respondo con tono de coña, sonriendo.
— Llevaba esperándote toda la vida — admite, con sinceridad en la voz y apuesto a que esta sonriendo.
— Abreme, anda.Suena el pitido y segundos después la puerta se abre. Subo en el ascensor, trabajar de camarera hace que me mueva mucho y ando agotada.
La puerta del apartamento esta entreabierta. Al pasar, me viene un olor delicioso y visualizo a Jesús en la cocina. Lleva unos jeans y una sudadera azul marino, con un delantal por encima. Me fijo en como mueve la cabeza y tararea al ritmo de la musica que procede de su ipod.
Sonrío. No puede ser más guapo. Y más encantador.
Cierro la puerta y al escuchar el portazo se gira. Me sonríe y en pocos pasos le tengo frente a mí.—Hola — decimos a la vez.
Es él quien acorta la distancia y me besa. Pone una mano en mi nuca para hacer más profundo el beso.
— Veo que me has echado de menos — señalo, con una carcajada.
— No sabes cuanto.Esta vez soy yo la que le besa.
Después le acompaño a la cocina para ayudarle a poner la mesa.—Huele genial, ¿qué es? — interrogo, asomándome a la sartén.
— Salmón con salsa verde y unas patatas fritas — me contesta — La receta decía otra cosa pero no hay nada más bueno que unas patatas fritas.Me río a carcajadas. Jesús y las patatas fritas. Comenzamos a cenar y decir que estaba todo delicioso es poco. Durante la comida hablamos de tonterías, de mil temas y noto a mi chico más relajado que últimamente.
Me siento en su regazo, con un brazo por su cuello y con la mano libre le acaricio la mejilla, haciendo que me mire.
Él no tarda en rodear mi cintura.— ¿Qué va mal, cariño? — susurro, mirándole con ternura.
Suspira y clava sus ojos en los míos.
— No quiero perderte — responde con angustia.
— Jesús, te quiero. No hay nadie ni nada que me vaya a separar de ti — le aclaro — Grabatelo en la cabeza, estoy enamorada de ti.Lo último lo susurro a pocos centímetros de sus labios, con mis ojos fundidos en los suyos.
Nos besamos con ganas, con necesidad y hacemos el amor como una bonita manera que tenemos de demostrar lo que sentimos.
Jesús.
— ¡No! ¡Sueltame!— grita María. Desesperada.Me incorporo rápidamente y la abrazo contra mi cuando se despierta, llorando.
— Ya está cariño, soy yo... — le digo, besando su pelo.
Ella llora en mis brazos y a mi se me parte aún más el alma.
—Esta vez era...peor — consigue pronunciar. Eleva su mirada para encontrarse con la mía — Tenía tu cara — cuenta — ese tío tenía tu cara.
La miro con los ojos abiertos, sin palabras. Jesús...esto ya ha llegado.
— Pero yo sé que no eras tú, no podrías haber hecho eso — sigue hablando María.
— Nena... — suspiro, con lágrimas en los ojos — hay algo de mi pasado de lo que me arrepiento a muerte y...cuando me contaste tu historia...
—No — se separa de mi como si quemase — no puede ser tanta casualidad.Intento acercarme, pero ella retrocede hasta llegar al armario
—¡ No me toques! ¡Déjame! — grita.
La miro mientras las lágrimas recorren sin control mi cara, como las suyas.
Con pocas fuerzas María coge sus cosas, torpemente y sale corriendo del piso.
Me siento en el suelo, destrozado.
Se acabo.