Capitulo 23

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Jesús.

Me sorprendo al ver el nombre de María en la pantalla. Hace apenas unos minutos que la dejé en casa. Respondo rápidamente, y me sorprendo aún más al escucharla sollozar al otro lado.

- María ¿estás bien? – pregunto – Nena.

- Puedo... - comienza a hablar, dificultosamente – ¿Puedo ir a tu casa?

- Eso no se pregunta. ¿Voy a por ti?

Me extraña la actitud de mi chica, pero no voy a pedirle explicaciones por teléfono. Sé que necesita tranquilizarse y para eso estoy yo.

Responde que no, que vendrá caminando, que se encuentra cerca. No me quedo convencido, pero accedo, deseoso de que llegue.

Sea lo que sea, debe estar relacionado con su hermano. Porque es la única persona que ha visto después de mí.

Aviso a mi gemelo y a su novia de que María va a venir.

- No sé que pasa – admito – solo quiero que nos dejéis un rato tranquilos para poder hablar con ella – pido, con mala cara.

Ellos no tardan en acceder. El timbre suena y casi me abalanzo sobre la puerta. La chica que veo tras ella no me gusta nada. Quiero decir, ver a una María con los ojos rojos, las mejillas con rastros de lagrimas y algunas intentando salir.

Cojo su mano y la atraigo a mí. Llora en mi hombro mientras le abrazo más fuerte. Segundos después limpio sus mejillas y le doy un suave beso. Ella intenta sonreír, pero está triste.

- No quiero llorar más – dice, cuando entramos en mi habitación.

- Para eso estoy yo, para hacerte reír – digo, besando su frente.

Su aspecto me confirma que lo ocurrido es por su hermano. Lleva la misma ropa y trae con ella su pequeña maleta. La que ha usado este fin de semana en Mairena.

- ¿Quieres contarme? – me atrevo a preguntar – Sino, podemos ver una película.

- Quiero contártelo a ti – le sonrío – Aunque me apetece ducharme antes.

- El baño es todo tuyo – señalo el pasillo. Me mira vergonzosa.

- Es que la única ropa que tengo es la de Mairena y...

- Te presto algo mío para dormir y el resto lo lavamos para mañana, todo lo malo sea eso.

Asiente, con una sonrisa triste. Se marcha al baño y yo mientras llevo su maleta al lavadero. Alicia se encuentra allí llenando la lavadora. Le pido que lave también la de María y lo hace encantada.

- ¿Qué le pasa? – interroga, preocupada.

- No lo sé – confieso – debe ser algo con su hermano, espero que me lo cuente.

Vuelvo a mi habitación y mi chica ya se encuentra ahí, esperándome para que le deje algo de ropa. Saco del armario una sudadera mía y un bóxer. Ella se ríe cuando se lo doy, pero vuelve al baño para vestirse.

Segundos más tarde aparece y se sienta a mi lado, cogiendo mi mano y jugando con ella.

- David, me ha decepcionado – suelta al fin, triste.

Dejo un beso en su frente y María comienza a relatarme lo sucedido. Suelta un par de lágrimas y no me gusta verla así. Cuando termina de hablar, se encuentra sentada sobre mí, abrazándome por el cuello.

- Cariño. Tu hermano quizás necesitaba tiempo para contártelo, sabe lo mal que te iba a sentar – le digo, con una sonrisa – no debes hacer una montaña de este grano de arena. Solo tenéis que hablar.

- Pero yo no quiero volver ahora a casa – admite, mirándome a los ojos directamente.

- No tienes que hacerlo. Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras.

Me regala una bonita sonrisa, sincera. Yo lleno su cara de besos, limpiando el rastro de lágrimas.


Si aún te quieres quedar {Gemeliers}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora