María.
Me despierto por el sonido de la puerta al cerrarse. Me incorporo un poco y puedo ver a Jesús-semi desnudo- volviendo a la cama, con una bandeja llena de comida.
Huele genial.
- ¿Y esto? – interrogo, una vez la deja sobre mis piernas y se acomoda a mi lado.
- Para que desayunemos. He pensado que después de tu mal rato anoche, podría ayudarte a comenzar el día con un poco de alegría.
Le sonrío y él se acerca para unir nuestros labios. Sabía que este fin de semana en Mairena iba a ser especial. Lo esta siendo y no sabéis lo feliz que estoy. Creo que con Jesús puedo soportar mejor mis pesadillas. Espero que algún día cesen, lo necesito.
Cuando terminamos de desayunar, entro en la ducha mientras que mi chico-que genial suena eso- se viste en la habitación. Salgo ya vestida con unos jeans y un jersey de lana blanco. Ya se va notando la presencia del frío. Me siento en la cama para calzarme unas botas marrones, cuando justo comienza a sonar mi móvil.
En la pantalla puedo identificar que se trata de mi hermano.
- Buenos días, David – respondo, alegre.
- ¿Qué tal, enana? ¿todo bien por allí?
- Genial, esto es muy bonito.
- Me alegro. Solo quería saber como te iba- dice, con ese tono de padre protector- David, ¿vuelves a la cama?- se escucha una voz femenina de fondo.
- ¿Quién es, hermanito? – interrogo, frunciendo el ceño-
- Nadie especial. Hablamos cuando vuelvas. Te quiero.
Y antes de que pueda responder, cuelga. Observo unos segundos mi iphone, desconcertada. ¿Por qué David no quiere contarme quien es? Siempre nos hemos contado todo. Nuestra confianza es inmensa y me sienta fatal que me este ocultando cosas.
Sé que yo también le oculto, lo de mis pesadillas y que estoy con Jesús. Pero lo primero es demasiado complicado y lo segundo, quiero decírselo en persona.
El gemelo mayor vuelve a la habitación y me pregunta si estoy lista para salir. Asiento y segundos más tarde estamos caminando por Mairena del Aljarafe. No tengo ni idea de ha donde me lleva.
- Es un sitio muy especial para mí – responde cuando le pregunto.
Puedo notar tristeza y nostalgia en su voz. Estoy deseando llegar, quiero conocer ese sitio tan especial. Unos minutos más tarde, paramos frente a una pequeña casa. Jesús saca una llave del bosillo trasero de su jean y abre.
Nada más entrar, puedo apreciar que nadie vive aquí, aunque está todo muy limpio y ordenado. El gemelo mayor me guía hasta una pequeña sala, se sienta en el sofá y hace que me siente en su regazo. No ha hablado desde que hemos llegado y mira al vacio, triste. Levanto su cara para que me mire directamente a los ojos.
- ¿Qué pasa? – pregunto - ¿De quién es esta casa?
- Aquí vivía mi abuelo- dice al fin, abrazándome fuerte, escondiendo su cara en mi cuello. Acaricio su pelo, haciéndole saber que estoy aquí. Me estoy dando cuenta de que de verdad este sitio es especial e importante para él- Me he criado aquí, con mis abuelos... Mi abuelo era esencial para mi.
- Entiendo – susurro, sin cesar mis caricias.
Jesús sigue relatándome como era su niñez en esta casa. Como jugaba con Dani en el jardín y como su abuelo estaba siempre con ellos, mimándolos, enseñándoles cosas y mucho más. Me cuenta también que él y su gemelo cantában desde pequeños, solo los escuchaba su abuelo. Hasta que un día, el mismo, les hizo cantar delante de toda la familia.