2. Siguiendola.

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El tiempo es subjetivo, todo lo que parece importante no lo es y lo realmente importante siempre se deja para después, y viendo todo desde arriba se puede apreciar con mayor facilidad.
Deseaba tanto regresar para verla, poder mirarla aunque fuera un par de segundos mortales, escuchar el sonido de su voz, mi anhelo era tan grande que no lograba ocultarlo, los compañeros notaban mi cambio de humor, debía encontrar la manera de localizarla.

- Por que no le preguntas a la chica - me dijo mi buen amigo Ron, el como yo habíamos empezado a trasladar almas por primera vez en el mismo lugar, para nuestra desgracia fue en un horrible accidente en una mina, ahí conocí a muchos de los Ángeles que ahora eran mis amigos - sí, pregúntale seguramente que ella sabe quien es si es que fue a su fiesta. - así solía llamarles Ron a los funerales ya que a él le parecían tan macabros como una fiesta real.
- Sí, tal vez hable con Luna.
- Pero si dices que ella pudo verte no será que estaba por ocurrirle algo, no habrá muerto ya.
- Espero que no - dije algo angustiado no quería que dejará su vida, no era su momento - aunque eso significaba tenerla lejos por ese tiempo. - Iré a ver a Luna de una vez.

Atravesé parte del edén y la encontré, jugaba con las aves multicolor que revoloteaban a su alrededor, era una chica encantadora, debía serlo puesto que los pájaros no se acercaban a nadie que no fuera de su agrado.

- Que tal tu nuevo hogar - me tire en el cálido césped. - te gusta estar aquí.
- Sí, es el lugar más increíble que haya visto, desearía que estuviera mi padre aquí, pero supongo que un día llegara no es así.
- Lo hará - respondí - aunque no creo que pronto
- Eso espero - dejo volar a los pájaros - que te trae aquí Harry, no tienes un alma que cruzar.
- No por ahora, pero vengo a hablar contigo de una chica... - se sentó a mi lado - la vi en tu funeral, cabellos castaños, piel amarfilada, ojos color avellana...
- Oh¡ sí, es mi amiga, bueno lo fue, que con ella te toca atravesarla a este lado... - coloco un gesto de tristeza.
- No, no aun no es su tiempo pero resulta que...bueno Luna no somos visibles a menos que exista una razón como la tuya, tu me viste y de inmediato supiste el porqué, pero ella no tiene esa razón y aún así, me miro fijamente.
- Ella es muy lista, tal vez por eso..., tal vez por otra cosa. - clavo los ojos de nuevo en los pájaros que ahora se encontraban trinando en un árbol.
- Porque otra cosa podría ser - sin querer eleve la vista al mismo lugar - quiero volver a verla, sabes en donde podría estar.
- En su oficina claro - dijo y por fin me miro a los ojos - siempre esta ahí, es su vida, la moda, el diseño, las telas, ella siempre esta ahí.

Volvieron a aparecer los destellos brillantes en el cielo, era el momento de partir; me despedí de Luna quien seguía sin prestarme demasiada atención y me puse en marcha, tome la chaqueta negra antes de salir y baje, esta vez era un hospital, era el lugar más común, aunque no me gustaba ahí se encontraba más dolor que en cualquier otro lugar, un anciano me esperaba ya sentado sobre el segundo escalón.

- Tardaste demasiado - me dijo sacudiéndose los pantalones - vámonos estoy harto de este lugar.

No le respondí y de manera inmediata lo cruce, pero no subí decidí que iría a buscarla, tenía que seguir su rastro, encontrarla de alguna manera, imagine su rostro, sus ojos mirándome como lo hacían con esa mágica intensidad y de repente me encontré en medio de la ciudad, la gente iba y venía con los móviles en la mano, cruzando la calle en medio del tráfico de automóviles que sonaban con fuerza las bocinas, esperando ponerse en marcha, gire para poder contemplarlo todo y entonces la vi, caminaba sobre la acera de enfrente, en la mano llevaba una bolsa de papel y en la otra un baso con un pequeño sorbete dentro, del que bebía a ratos, la seguí entre la multitud, parecía llevar prisa, cruzo la puerta de uno de los edificios más grandes, aproveche las alas para moverme hasta donde se encontraba, pero esta vez no me había visto, pasó de largo atravesándome por en medio, pero al hacerlo percibí el aroma de su cabello, algo dulce y frutal.

La seguí escalera arriba, hasta lo que supuse era su lugar de trabajo, un escritorio, una mesa de grande, telas por doquier, cintas, lápices y libretas apiladas una sobre otra, dejó el café a un lado y encendió su ordenador, me pose detrás de ella, solo para poder mirarla mejor, no quería ser entrometido, nunca había hecho lo que ahora hacia, pero era inevitable, ella era como un iman que me atraía con fuerza, del que no podía escapar, y no quería hacerlo; media hora después de mirarla revisar bocetos se abrió su puerta, un hombre rubio de traje negro entro sonriendo, mi chica se levanto y fue a su encuentro, sentí que algo dentro de mí se encogía cuando los vi besarse, por primera vez sentía rabia.

Me hubiera gustado no seguir mirando, pero no podía dejarla así tan fácil, sonreía entre sus brazos, aquella emoción era tan poderosa que lograba sentir el calor que soltaban sus cuerpos juntos, la mire aún más detenidamente, todo su rostro resplandecía como si mirara un objeto brillante y entonces lo supe, ella amaba a ese hombre, así era el amor, cuando las almas me contaban lo que era amar, solo decían que era como una luz invisible que se posaba sobre la otra persona y que hacía que el resto del mundo, inclusive podría ser que el resto del universo terminará por desaparecer, solo existían los dos, y después cuando se fundían en un beso, uno lleno de amor mutuo, una chispa estallaba en su interior y era lo que hacía que los corazones latieran al unísono de forma acelerada y después ya se pertenecían.

Eso que contemplaba era todo aquello y yo...jamás podría sentirlo.

El ángel de la muerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora