Capítulo XXXVIII

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Lily despertó en la madrugada en medio de un ataque de pánico producido por una pesadilla sobre lo que le había ocurrido horas antes. Ella quería creer que podía superarlo, que lo olvidaría, que dejaría todo atrás sin necesidad de ir a terapia, pero ese no era el caso. Iba a necesitar ayuda... y mucha.

Buscó con el tacto a Peter quien debía estar recostado a su lado para pedirle que le hiciera una cita con la doctora Rogers y que le acompañara a la misma pero no, él no estaba allí. Encendió la luz de la mesita de noche, pensando que tal vez el muchacho había decidido descansar en el piso de la habitación para no molestarla pero ese tampoco era el caso. Confundida, salió de la cama, se colocó unas pantuflas y se dirigió a la sala para poder buscar al joven. Al llegar a la estancia se dio cuenta de que ésta estaba vacía, cosa que le hizo pensar que tal vez Peter estaba en la cocina.

—¿Peter? —le llamó—. Peter, ¿Dónde estás?

Al no obtener respuestas se dio cuenta que estaba sola y un nudo se instaló en su garganta; ¿tan repulsiva le parecía a Peter que ni siquiera podía dormir a su lado? Esa era la definición consumada de un golpe bajo a su autoestima.

Justo estaba comenzando a sollozar cuando la voz del joven comenzó a sonar en la distancia. Al parecer, el chico había salido a dar un paseo y ahora estaba volviendo al lugar mientras mantenía una conversación telefónica. Lily comenzó a alejarse rumbo a su dormitorio pero, al escuchar el nombre de Hillary decidió quedarse tras la puerta y escuchar la conversación.

Peter se había levantado de la cama en cuanto Lily se había quedado dormida. A pesar de que lo único que quería hacer era quedarse al lado de la muchacha consolándola no podía hacerlo. Se sentía intranquilo si solo se quedaba allí esperando a que las cosas sucedieran.

Salió del dúplex, cerrando la puerta con cerrojo previamente, se subió a su auto y comenzó a recorrer las calles aledañas al lugar. Se estacionó frente al callejón donde probablemente había ocurrido el ataque contra Lily y sintió un tirón de asco en su estómago. No podía tan siquiera imaginar cómo alguien pudo lastimar a una chica tan débil e indefensa como lo era su novia en medio de bolsas de basura, cajas de cartón rotas, animales rastreros y un rastro de hedor demasiado desagradable.

Negó con la cabeza en un vano intento de borrar las imágenes que se estaban dibujando en su mente pero no lo logró. Con lagrimas corriendo por sus mejillas, comenzó a observar su alrededor. Por más increíble que sonará, siendo la ciudad de Nueva York y en especial Brooklyn un lugar tan lleno de gente, ese callejón se antojaba demasiado solitario. Era como un pequeño punto ciego dentro de un universo de personas inmenso.

Cuando estuvo convencido de que era muy probable que nadie se había percatado de lo que allí aconteció y por ende, no había oportunidad de encontrar algún testigo merodeando el lugar, tomó su teléfono y marcó el número de teléfono de Hillary pues necesitaba de su ayuda para conseguir la ubicación del padre de ésta. Aparte de Greg, Henry Miller era el único oficial de policía en que el joven sentía que podía confiar.

Al ver que pasaban los minutos y su ex novia no contestaba la llamada, el muchacho optó por volver a la casa de Lily. Ya había pasado más de una hora fuera y no quería que ella despertara y no lo viera en casa, conociéndola y, sobre todo, por las cosas que le habían pasado, sabía que probablemente la chica confundiría la razón de su ausencia.

Justo cuando estaba estacionando el automóvil de vuelta al dúplex de su novia, comienza a sonar su teléfono, indicando que estaba recibiendo una llamada de Hillary que no podía rechazar.

—Hola, Peter —saludó la mujer con la voz adormilada—. Acabo de despertar y vi varias llamadas perdidas tuyas, ¿pasa algo?

Peter lanzó un profundo suspiro.

Te encontraré (Vida en Línea #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora