Capítulo LI

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¿Saben lo duro que es la culpa? Yo lo sé, y créanme, no es un sentimiento bonito para nada.

Cuando me percaté de que Lily estaba profundamente dormida, la estreché entre mis brazos y luego la llevé cargada hasta nuestra habitación para luego depositarla en nuestra cama. Ese era al lugar al que ella pertenecía; no al suelo de la habitación de nuestro bebé, no al sucio catre donde Joshua abusó de ella con tanta violencia que le hizo perder a nuestro primer retoño, no al horrible callejón donde dos desalmados sin rostro se aprovecharon de su debilidad y mucho menos al sofá donde Brandon la había hecho suya después de engañarla con mi hermana.

Y no, no lo digo porque sea machista o porque la equiparo casi como un objeto de mi propiedad, lo digo porque sé que eso es lo que ella piensa.

Desde que me quedé a dormir en su casa, el día que me enteré que Joshua era quien supuestamente había asesinado a mi hermana, supe que ella debía dormir conmigo toda la vida. Aunque ella no se hubiera enamorado de mí, yo iba a hacer todo lo imposible para que ella durmiera conmigo por el resto de nuestras vidas, aún si el sexo no estaba incluido en el menú.

Esa noche, cuando inconscientemente ella me rodeó con sus piernas y colocó su rostro en el hueco de mi cuello supe que había encontrado a mi alma gemela; su respiración se sincronizaba con la mía, los latidos de su corazón y el mío marchaban con el mismo ritmo y, en medio de su sueño pude ver como sonreía mientras balbuceaba mi nombre... me hice adicto a escuchar mi nombre escapar de sus labios.

Y luego el sexo se incluyó en el menú.

Debo confesarlo, ese día, después de que le pedí que fuera mi novia, sabía que ese era el día que le haría el amor. Me escapé de mi última clase y me metí en la enfermería de la escuela para poder robarme un par de preservativos; estaba convencido de que iba a usar uno, y, si tenía suerte, iba a usarlos ambos.

Cuando ella me dijo que no era buena idea que entrara en su casa porque Laura no estaba, supe que lo que quería decir era que tenía miedo de quedarse a solas conmigo. Unos meses antes Joshua la había atacado en el mismo lugar donde encontraron a Gillian y, aunque no abusó de ella sexualmente, seguro fue porque mi padre había llegado al lugar en el momento exacto para evitarlo.

Sin embargo, me dejó pasar.

En cuanto estuvimos en su habitación, las cosas fueron fluyendo tal y como mentalmente lo había planeado, hasta que ella se detuvo porque recordaba lo que Joshua le había hecho el día que la atacó. Estaba por conformarme con la idea de no tener sexo con ella ese día hasta que me confesó que quería perder la virginidad conmigo.

Hay algo extraño acerca de las confesiones: cuando se las cuentas a un sacerdote sabes que expiaras tus culpas o te liberarás de lo que sea que esté en tu cabeza... pero cuando te confiesas a la persona con la que estás convencido que los une un hilo invisible, sabes que debes confesarle algo de vuelta.

Fue en ese momento que decidí liberarme de la carga que llevaba en mi mente desde que tenía ocho años y una niñera abusó de mí. Solo se lo había contado a un sacerdote; no me sentí tan limpio cuando éste me dijo que rezara diez Padres Nuestros y treinta Ave Marías que cuando ella, en medio de los primeros gemidos de placer que un hombre le había provocado alguna vez me dijo que me amaba.

Tal vez para el resto de las parejas jóvenes, una vez que tienen relaciones por primera vez su historia se basa en el sexo pero con Lily las cosas eran distintas. Nuestra relación se basaba en las confesiones; nos decíamos las cosas aunque nos dejaran agujeros hondos en nuestros pechos. Éramos más íntimos que cualquier otra pareja de nuestra edad y no era porque nos acostáramos con frecuencia sino porque nos quedábamos hasta altas horas de la noche abrazados y contándonos pequeños o grandes secretos. Las veces que no lo hicimos, las confesiones que nos guardamos fueron las que nos separaron.

Te encontraré (Vida en Línea #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora