II Capítulo Extra: Hola, mamá.

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Brooklyn, Mayo de 2036

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Brooklyn, Mayo de 2036

Hola, mamá.

Sé bien que cuando llegue el momento en que mi corazón deje de latir, vas a llorar, y bastante, con todo y que yo creo que toda tu reserva de lágrimas se ha agotado por todas las cosas tristes que mi padre me contó que habías vivido (no lo regañes, yo le rogué por meses para que me contara la razón por la cual nunca pude ver un brillo de alegría en tus bellos ojos miel).

Mi punto, mami, es que me niego a verte llorar. Me niego porque yo he vivido una buena vida, aunque te cueste trabajo creerlo.

Si, sé que has olvidado esos momentos, sé que te cuesta aceptar que has hecho un maravilloso trabajo haciendo feliz a una niña que estaba destinada a extinguirse, y por eso me he tomado la tarea de enumerar algunos de nuestros mejores momentos.

Aún recuerdo cuando llenaste la casa de flores solo para hacerme sentir un poquito mejor ante el hecho de que jamás volvería a salir de casa. Una de las cosas que más he amado desde que tengo uso de razón es la naturaleza, por esa razón y no por otra fue que me deprimí tanto cuando mi doctor me dijo que, por mi alergia al mundo exterior, jamás volvería a pasear por el parque como solíamos hacer todas las tardes.

Por eso, supongo que debes saber lo hermoso que fue que esa tarde, cuando me levanté de mi cama para tomarme mi medicina, te encontré dormida en medio de la sala, rodeada de una enorme cantidad de flores: habías pasado toda la noche anterior haciendo ese jardín para mí. Sé que no debo preguntártelo, pero, ¿cuándo podemos hacerlo de nuevo?

También recuerdo un día que pensabas que la medicina me había hecho quedar dormida y tú decidiste que era un buen momento para recordar. Al principio cuando colocaste un CD en el reproductor de DVD creí que verías por enésima vez el vídeo de mí salida del hospital después de mi nacimiento que había grabado Elijah pero, en su lugar, era un video donde solo aparecías tú y un muchacho que no era mi padre. Recuerdo que llorabas y reías viendo esa cinta, recuerdo que ambos se miraban como si no hubiese otra persona en el mundo, recuerdo que ambos se llamaban por su apellido (fue así que descubrí que te cambiaste de identidad cuando apenas tenías dieciocho), y, sobre todo recuerdo esta escena en particular: el chico y tu estaban recostados en una cama, él repartía besitos por tu cara y luego coló su mano por tu camiseta hasta llegar a tus pechos y te preguntó que si podía besar tus montañas, tú te sonrojaste y le contestaste que podía pues él era el único dueño de ellas. Luego de que esa escena terminó, tu quitaste la película y supe que era momento de volver a la cama, pero me detuve en cuanto te escuché suspirar y con una sonrisa llena de melancolía dijiste observando el techo de nuestro departamento "aún eres el único dueño de mis montañas, cariño". Fue en ese momento que descubrí que era el chico de la película y no Elijah mi verdadero padre.

Supongo que en este momento estarás sintiendo la culpa por ocultarme esto pero no quiero que sientas eso. Tuviste tus razones para hacerlo y las entiendo. Lo único que quiero preguntarte es, ¿cuándo puedo volver a verte sonreír como aquella versión más joven de ti que protagonizaba esa película? Quiero ver esa versión de ti otra vez.

Recuerdo que eres la mejor cómplice en lo que se refiere a travesuras y hay una en particular que de solo recordarla, literal, me parto de risa hasta casi hacerme pis en mis pantalones. Fue hace un par de años, era el día de tu cumpleaños y afuera había una enorme tormenta de nieve. Cuando ya nos íbamos a acostar, sonó la puerta y, cuando la abriste, descubrimos que Elijah había venido a visitarnos. Traía un enorme ramo de lirios y un pastel decorado con flores moradas. Esa noche comimos y reímos como una familia normal y, después de que Elijah cediera a nuestras súplicas para que se quedase en casa puesto que el clima había empeorado nos fuimos todos a dormir, tú conmigo y él en tu habitación. A la mañana siguiente desperté cuando te escuché dando vueltas por todo mi cuarto: resulta que te habían llamado de la editorial para resolver un pendiente y no habías logrado despertar a mi padre para que se fuera y así tú pudieras alistarte para poder ir a trabajar. Fue así como te propuse hacerle una treta al invasor de tu habitación: te pedí que hirvieras un poco de agua en una olla y, cuando lo hiciste, entramos a hurtadillas en tu cuarto y, aprovechando que papá dormía con una mano fuera de la cama, le metimos la mano en la olla y esperamos veinte segundos hasta que este se levantó corriendo a trompicones para meterse al baño: estuvo a punto de hacerse pipi.

La mirada de estupefacción de papá cuando salió del baño y nos encontró a las dos tiradas en tu cama riendo como posesas y la batalla de cosquillas que tuvimos contra él es lo que me hace preguntarte: ¿cuándo podemos hacerlo otra vez?

Mamá, estoy a punto de irme y lo sabes. Últimamente no haces otra cosa que no sea fumar y mirar con preocupación los partes médicos que a diario te da mi enfermera, ya ni siquiera te veo comer o dormir y eso me llena de angustia. Mamá, sé que te estás consumiendo y no quiero eso. Si Dios decidió que era momento de irme era para que, junto a mi verdadero padre, mi abuela y mi hermano que no pudo nacer iluminemos tu camino, no para que te hundas. Aún hay muchas montañas que debes cruzar, aún te falta mucho para aprender a volar, aún hay afuera un montón de caminos que debes recorrer y me preocupa que tú, por la tristeza que te cause perderme, dejes de vivir todo lo que tienes por delante.

Mami, sé que me marcho pero no te estoy dejando sola como continuamente me has susurrado al oído estas últimas semanas mientras duermo. Elijah está acá para ti, mamá. Sé que por el amor que le tienes a mi verdadero padre te cuesta asumir que te has enamorado de él, pero yo si lo he notado, he visto cómo te preocupas por él, como continuamente lo consuelas cuando él llega a casa quejándose de su trabajo o de su último fracaso amoroso, te he visto ponerte celosa cuando lo llamas para que venga a casa y él te dice que no puede porque tiene una cita, he visto como literal te derrites en sus brazos cuando se abrazan y te inunda con su perfume. He visto todo eso tanto como he visto en su mirada el enorme amor que siente por ti y por eso sé que puedo irme tranquila, porque sé que si él te ayuda y tú se lo permites, voy a volver a verte sonreír.

Sé que esto te duele pero no tengo la respuesta si algún día me preguntas cuando nos podemos ver otra vez o cuando podemos hacer de nuevo tal o cual cosa, pero lo único que sí sé es que cuando eso pase, vamos a ser tan o más felices de lo que hemos sido jamás, así que no llores, yo estaré a tu lado para siempre y por siempre.

Te amo, mami, no lo olvides.

Con amor,

Lara Roberts Allen.

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