Capítulo LXXVII

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—Tengo miedo, Peter.

Lily se hallaba en su cama, abrazada a su prometido. Las cosas estaban mejorando poco a poco. El día anterior, había ido a un chequeo de rutina y le habían dicho que su bebé de cuatro meses de gestación se hallaba fuerte y sana, a. pesar de las circunstancias en las que su embarazo se había producido.

—¿Te duele algo, cielo? —respondió un adormilado Peter— ¿quieres que te lleve al hospital?

Lily sonrió con tristeza. Peter se había estado comportando como un padre sobreprotector desde el mismo instante que le dijo que estaba esperando un bebé, de hecho, de no ser por esa actitud de él probablemente ella habría interrumpido el embarazo.

—No es eso, tonto —dijo ella pellizcándole la punta de la nariz— es solo que —suspiró— tengo miedo...  estamos tan bien que tengo miedo que algo nos vaya a pasar...  tengo miedo porque estamos siendo felices y me aterra que de un momento a otro todo se desmorone.

Peter le sonrió con añoranza. Bien sabía que ella tenía motivos para estar asustada y es que, a pesar de que no habían podido tener relaciones de nuevo,  eso no representaba una mayor dificultad pues, debido en gran parte al embarazo de ella, se estaban sintiendo más unidos que nunca.

—Todo va a estar bien, bebé, lo prometo —murmuró él antes de posar un delicado beso en los labios de la escritora—. Estamos juntos después de que pensamos que esto jamás iba a volver a ocurrir, ¿qué nos puede salir mal? —acto seguido se levantó de la cama y tomó su teléfono móvil para luego volver a acostarse al lado de su pareja.

—¿Qué estás haciendo?  —preguntó la muchacha con una sonrisa risueña— ¿por qué nos estás grabando?

—¿Sabes que deporte descubrí con el paso de los años que era mi favorito?

—No sé —respondió aquella con confusión debido al brusco cambio de tema.

—Pues descubrí que me gusta la escalada —dijo mientras colaba su mano por la blusa de la mujer—. Me gusta escalar estas montañas.

Lily rió ante la ocurrencia. Le parecía mentira que él todavía recordará esa tonta conversación.

—¿De quien son estas preciosas y perfectas montañas, ah?  —preguntó él mientras prodigaba suaves caricias en las sensibles cimas de su compañera.

—Tuyas, mi amor —contestó aquella, pérdida en el mar de placenteras sensaciones que el muchacho estaba despertando en ella con sus caricias—. Mis montañas son solo tuyas —concluyó ella antes de darle un pequeño manotazo al joven para obligarlo a cortar la grabación y así poder unir sus labios en un beso lleno de amor y adoración.

Lily se hallaba en el asiento trasero de la camioneta de Brandon, había recuperado la conciencia hacía poco y había decidido perderse un instante en los recuerdos de los momentos felices que tuvo con Peter. Le parecía un golpe de ironía toda la situación pues, al final de cuentas, ella tenía en esos momentos razones de sobra para tener miedo pues las cosas no iban a salir bien como le había dicho su amado en esa ocasión.

—Parece que la bella durmiente despertó —dijo Brandon con burla tiñendo su voz al tiempo que detenía la camioneta—. Bienvenida de nuevo a tu Palacio, mi Lady.

Abrió la puerta trasera de su camioneta y la  chica pudo salir de allí. Habían regresado a la pequeña casa donde la habían tenido cautiva Brandon y Joshua días atrás y, aunque por unos instantes pensó en salir corriendo, descartó rápidamente ese pensamiento, no tenía adonde ir, estaba pérdida, sin rumbo y sola, la posibilidad de que alguien quisiera rescatarla era prácticamente nula, ¿qué ganaba si trataba de escapar? .  El sistema le había fallado de nuevo,  ¿la buscaban para rescatarla? Lo dudaba, tal vez la buscaban para hacerle pagar por el asesinato de Joshua pero,  ¿para salvarla?  No, eso era imposible.

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