CAPÍTULO XLVI

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Las cosas después de ese día comenzaron a mejorar para la joven pareja. Luego de abandonar la estación de autobuses, el muchacho decidió que ya no había motivos para quedarse más tiempo en el pequeño dúplex que rentaba la escritora, así que conminó a su prometida para mudarse a la casa que antes ocupara el profesor de la escuela de la que él era el sustituto.

Un mes después ya se habían instalado en la nueva casa y se estaban acostumbrando a la rutina pues, a pesar de que ya habían vivido juntos antes, ahora las cosas eran más serias que cuando vivían en Chicago, pues ambos ahora tenían responsabilidades no solo en sus trabajos sino con el bebé que la muchacha estaba esperando.

—Vamos, cariño, se te va a hacer tarde si quieres que te lleve al trabajo —la muchacha se encontraba aún en la cama, envuelta en sus cobijas mientras que su prometido ya se había arreglado para comenzar otra jornada de trabajo.

—Un minuto más, por favor —rogó aquella con voz pícara.

—Ya llevas una hora diciéndome lo mismo —exclamó Peter mientras se recostaba al lado de la joven para comenzar a hacerle cosquillas.

—¡No, por favor, cosquillas, no! —Se quejó la chica antes de sentarse en la cama—. Ya me levanto.

Acto seguido, la muchacha se puso de pie, acción que su novio imitó antes de arrodillarse para poder darle un beso al vientre de la muchacha.

—Ya va siendo hora de que se te note, ¿no crees? —dijo mientras acariciaba el todavía plano abdomen de la muchacha.

—No lo sé... mi mamá me decía que su estómago solo dio señales de que estaba embarazada de mi cuando ya tenía siete meses, pero lo asumió porque como yo era pequeña...

La voz de la muchacha se quebró sin querer. Si antes de su embarazo era una persona súper sensible, esa parte de su carácter no había hecho más que crecer en esa etapa de su vida.

Peter se puso de pie y comenzó a besar la coronilla de Lily para tranquilizarla. A pesar de que para cualquier mortal tanta sensibilidad podría llegar a ser molesto, para él solo resultaba adorable.

—Ya, mi cielo, ya —susurró—. Sé que extrañas a Laura, pero ponerte así no te hará bien, además de que no creo que a ella no le gustaría verte así, ¿o me equivoco?

Lily negó con la cabeza mientras sorbía su congestionada nariz.

—Quisiera ir a verla, Peter —murmuró— pero sé que ahora es difícil porque apenas estás comenzando en tu trabajo y...

Peter sonrió y le dio un beso en los labios. No le había querido decir pero con Gillian estaban planificando un viaje ese mismo fin de semana para poder ir a Nebraska a ver a Greg y a Sonia y, aprovechando que Amy y Mary Elizabeth también iban a volver a la ciudad en esos días, iba a usarlas para convencer a su novia de que se casaran en Las Vegas tal y como ellas hicieron cuando se graduaron de la secundaria.

—Bebé, vamos a ir este fin de semana a Nebraska —exclamó, sonriendo—. Gillian quiere ir a hablar con Greg y Sonia y pues...

—¿Por qué no me dijiste antes? —chilló la muchacha antes de abrazarlo— ¡Oh mi Dios!, ¡necesito hacer una cita en la peluquería y comprarme algo nuevo! No puedo dejar que tu mamá me vea así... ¡Y también debo comprar un regalo para tu hermanita!, ¡Santos cielos!, ¡nos vamos en dos días y yo aún no tengo nada listo!

La chica hablaba con tanta prisa que Peter no pudo evitar soltar una carcajada. Lily se veía como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas, corriendo de un lado al otro y hablando sin parar, sacando ropa de su armario y haciendo la maleta mientras alistaba la ropa que iba a usar ese día para ir a la editorial.

Te encontraré (Vida en Línea #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora