Capítulo LII

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—¿Puedo pasar?

Peter decidió entrar al baño. Sabía bien que Lily necesitaba hablar pero si él no la presionaba a hacerlo, seguro se iba a seguir guardando sus pensamientos dentro de su corazón y no iba a permitir que eso pasara.

—Te espero en la habitación de Lara —susurró la castaña abriendo la puerta y bajando la mirada para que Peter no viera sus ojos enrojecidos por el llanto.

Justo estaba la joven cruzando la puerta cuando su prometido se dio vuelta y la abrazó por la cintura, colocando sus manos sobre su vientre.

—Lil, cariño, dime lo que estás pensando —rogó el muchacho—. Solo dilo, por favor.

La escritora soltó un suspiro lleno de pesar mientras una lágrima corría por su mejilla. Eso de aparentar que podía perdonar a Peter le estaba generando un enorme agujero en el pecho, uno muy hondo y difícil de llenar.

—¿Lily...? —murmuró el castaño.

—¿Por qué, Peter? —preguntó la chica— ¿por qué me hiciste esto?, ¿Por qué nos hiciste esto?

Se dio vuelta para enfrentar al chico con su mirada llena de rabia y tristeza contenida.

—Porque soy un idiota, Lily —contestó el muchacho—. Porque me gusta sabotear mi felicidad, porque...

—Necesito tiempo a solas, Peter —resolvió a decir la aludida—. Necesito alejarme...

—No, Lily, no —dijo el muchacho, arrodillándose frente a ella—. Por favor, cariño, pídeme cualquier cosa, pero no me pidas que nos alejemos, no de nuevo, te lo ruego.

La voz del chico estaba llena de desesperación y anhelo. A su memoria llegaron todos los recuerdos del tiempo que pasaron separados cuando ella decidió alejarse para protegerle de Joshua, como terminó destruyendo su departamento en Chicago al ver que ella no volvía con el transcurrir de los días. Sabía que Lily estaba en todo su derecho de alejarse, si él hubiese estado en esa misma posición haría exactamente lo mismo, pero el saber eso no implicaba que no doliera en lo absoluto.

—Peter... por favor —pidió la chica en un hilo de voz—. Por favor, lo necesito, por favor...

El muchacho elevó la mirada y notó la aflicción que llenaba los ojos de la chica y no pudo evitar sentir la culpa correr en su interior. La estaba empujando más allá de lo que ella podía manejar.

—¿Adónde te irías? —interrogó el muchacho con voz queda— ¿te irías de la ciudad?

—No —contestó la chica—. No puedo hacer eso, tengo a tu hija dentro de mí y no es como si pudiera o quisiera iniciar mi vida desde otro lugar con un embarazo a cuestas...

—¿Y entonces?

—Me iría a vivir al dúplex de nuevo. Después de todo, no he disfrutado de los meses de depósito que pagué cuando lo renté y está desocupado, así que sí, me iría a vivir allá. Igual, puedes ir a visitarme cuando quieras...

—¿Y de verdad vas a querer que yo siga a tu alrededor? —preguntó el joven—. Pensaba que querías pasar un tiempo alejada de mí...

—No podemos separarnos por mucho tiempo, Peter, lo sabes —le interrumpió la castaña—. Además, no es lo mismo verte por unos pocos minutos algunos días de la semana que verte todos los días a toda hora, ¿no crees?

El muchacho asintió quedamente, sin comprender del todo lo que decía su novia.

—Peter, no te odio —dijo la chica, encogiéndose de hombros—. Sé que debería hacerlo pero no puedo, así como sé que no puedo privarte del privilegio de estar pendiente de nuestro bebé, de ir a las consultas con la doctora y todo eso, pero lo que sí puedo hacer es alejarme un tiempo para poder perdonarte del todo.

Te encontraré (Vida en Línea #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora