Capítulo LIII

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Lily no podía borrar la sonrisa de su rostro. Recordar la forma en que Peter la miraba la noche anterior, la forma en la que la acariciaba, las cosas que le decía, todo ese conjunto de cosas provocaba que su corazón latiera con fuerza, sus vellos se erizaran y su rostro se tornara de color carmesí.

Se levantó de la cama y se estiró para relajar la tensión de sus músculos, se recogió su cabello en una coleta desordenada y se metió a la ducha. Quería estar lista lo mas pronto posible para poder disfrutar del tocino que su prometido estaba preparando en la cocina y cuyo olor había logrado arrancarla de los brazos de Morfeo.

Cuando salió del baño, se coloco una blusa ancha y, cuando quiso abrocharse el pantalón que había escogido, se dio cuenta que este no cerraba.

—¿Qué haces, cielo? —Peter se asomó a la puerta de la habitación y estaba tratando de no romper a reír después de haber visto como Lily trataba, sin éxito, de cerrar la dichosa prenda.

—Este estúpido pantalón se achicó cuando lo lavé el otro día —dijo la chica con el ceño fruncido—. Todos lo hicieron, de hecho —murmuró mientras señalaba con frustración la enorme pila de pantalones que descansaba en el piso de la habitación.

—Ya veo —dijo el muchacho entrando a la habitación y sentándose en la cama—. Nena, una pregunta, ¿Por qué no mejor, en lugar de estar insistiendo en colocarte un pantalón te colocas un lindo vestido y vamos al centro comercial para que te compres unos cuantos pantalones para embarazadas?

Lily se dio vuelta y lo enfrentó con el ceño fruncido.

—¿Me estas llamando gorda?

Al ver la expresión de la castaña, Peter quiso darse una patada en el cerebro, ¿Cómo se le ocurrió que era buena idea decirle algo así a una mujer temperamental y embarazada?

—Nena, no he dicho eso...

—¡Si lo dijiste! —espetó la muchacha, triste y en medio de un arranque hormonal— ¿por eso fue que me engañaste con Hillary, verdad?, ¿Por qué soy una gorda tonta y fea?

El muchacho se puso de pie y abrazó a la joven, sosteniéndole el rostro para obligarle a mirarlo. —No eres gorda, no eres fea, no eres tonta... no eres ninguna de las cosas que dices para ofenderte, mi cielo... Eres la mujer más hermosa, dulce, sexy e inteligente que conozco.

—¿Y entonces? —preguntó la muchacha— ¿Por qué me dijiste eso?

—Te lo dije —susurró y le dio un beso en la nariz— te lo dije porque Lara está creciendo muy rápido y... pues... en tus jeans ajustados no hay espacio para que lo haga.

Lily bajó la mirada, avergonzada. Había hecho un drama de la nada; Peter en ningún momento la había ofendido, solo se había preocupado por ella, por Lara y por el bienestar de ambas.

—Perdón —musitó la chica, mordiéndose la lengua—. Vas a terminar dejándome si sigo sacándote en cara lo que hiciste con Hillary...

—Mi amor —murmuró el muchacho—. Nunca te dejare, cielo. Y menos por algo como eso...

Comenzó a besarla despacio y con dulzura para luego ir incrementando la intensidad. Justo cuando las cosas entre los jóvenes estaban por llegar al punto de no retorno, el teléfono de la chica comenzó a sonar, avisando la entrada de una llamada.

—No... no contestes —dijo el chico mientras le besaba el hombro.

—Puede ser urgente, mi amor —susurró la chica—. Deja que responda y luego vuelvo, ¿sí?

Peter hizo un puchero pero igual la dejo ir.

—¿Hola? —saludó Gillian con voz temblorosa al otro lado de la línea— ¿Lily?

Te encontraré (Vida en Línea #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora