Capítulo 3-Atracción

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  Despertó con un ligero dolor de espalda, sin contar lo que sentía en todo su cuerpo. A su lado, dormía profundamente la castaña apoyada en su hombro. Se encontraban en la sala, no sabía en qué momento había sucedido. Acarició su rostro con delicadeza para despertarla, notando que curiosamente había rubor en sus labios, lo que no era habitual en ella. Además podía sentir el dulce aroma que desprendía de sus cabellos sedosos que descansaban en sus hombros, olía a uvas.

Producto del contacto que tuvo con sus mejillas, Sakuno abrió los ojos con dificultad. Ryoma la observó embotado por su belleza. Lucía más hermosa que de costumbre. "Buenos días" susurró la castaña, notando como la observaba.

 —¿Cómo terminamos pasamos la noche en el sofá?

—Te quedaste dormido ayer. —Se aclaró la garganta, recordando todo lo que había hecho la noche anterior. Estaba avergonzada por ello. —Y como no pude despertarte, me dormí a tu lado.

—Ya veo...—Suspiró, tratando de comprender porque llevaba rubor. No sabía qué decir.

—I-Iré a preparar el desayuno. —Anunció sonrojada por su mirada.

Apartó las sabanas que la envolvían para caminar a la cocina, olvidando por completo el atuendo que llevaba. Ryoma la observó perplejo, ese pijama jamás lo había visto, era demasiado corto para ella. La castaña se dirigió a la cocina ignorando el inesperado silencio de su esposo, para abrir el frigorito (Refrigerador) para tomar unos huevos y acercarlos al mesón. Tarareaba una canción mientras encendía la cocina para hacerlos. Lucía un pijama de una sola pieza de colores vivos, compuesta por una camisa de tela azul que se sostenía de sus hombros con tiras negras, además de llevaba correas del mismo tono que se amarraban a su espalda. Unido a un pantalón azul corto de la misma tela suave con bordes negros. Estaba a punto de servir los huevos, cuando escuchó pasos a sus espaldas. Al voltear, se percató que se trataba del ambarino, "Están listos" sonrió y apagó la cocina para dejarlos sobre el mesón.

—¿Porqué me miras así?—Preguntó confusa, notando que permanecía de la misma forma que antes, observándola a la distancia.

—¿Qué quieres que haga? Es la primera vez que te veo así...—Susurró, viendo como su figura perfecta se marcaba. Sentía deseos de besarla y... ¿En qué estaba pensando? No podía hacer eso-No estoy diciendo que te quede mal, es sólo que...no sueles usar ese tipo de ropa.

— ¿Qué ropa?—Preguntó confusa, entonces recordó que seguía llevando el pijama de la noche anterior. Provocando que su rostro se volviera rojo. —O-Olvidé que todavía lo tenía puesto... vuelvo en un momento. —Caminó a zancadas hacia la salida, pero fue detenido por el ambarino que tomó su mano para que volteara a verlo.

—¿Tiene relación con lo que sucedió anoche?

—S-Sí...pero ya no tiene importancia.— Se sonrojó.

—¿Tú...querías intentarlo?

—Sí...—Asintió cabizbaja, estaba tan avergonzada por ello que no era capaz de mirarlo a los ojos.— Confío en ti, sé que no me harás daño por eso me atreví a hacerlo.

—Ya veo...ahora entiendo porque anunciaste de pronto que irías al baño, no comprendía porque lo habías hecho. —Suspiró, significaba que todo lo había hecho la noche anterior había sido por él, incluso haber tenido que arreglarse más que de costumbre para llevar a cabo su deseo.

—Iré a cambiarme, debo lucir ridícula ¿Verdad? —Fingió una sonrisa para voltear a la puerta.

De pronto sintió como los cálidos y fuertes brazos del ambarino le rodeaban la cintura, sintiendo como su cabeza se apoyaba en sus hombros. Su respiración le hacía cosquillas en el cuello, provocando que volviera a sentir esas extrañas emociones que había experimentado la noche anterior. "No he dicho eso, al contrario... te queda bien. " Le susurró, apoderándose del delicioso aroma que desprendía de sus cabellos. La castaña sintió como su cuerpo flameaba en su interior y no podía controlarlo. El sonido de un tintineo los apartó bruscamente, alguien llamaba a la puerta y tenían que ir a atenderla. Sakuno se ofreció a ir en su lugar, sabiendo que sería la mejor excusa para alejarse de él. Cruzó la cocina para dirigirse al salón, pero el ambarino la detuvo entregándole su chaqueta para que se abrigara.

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