Capítulo 30

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 Todas las noches era igual, se despertaba alrededor de las 2 de la mañana con preocupación, pensando que a su esposa le había ocurrido un accidente, pero en cuanto miraba a su acompañante, se daba cuenta que no era así y trataba de volver a dormir. Sin embargo, se sentía incapaz de hacerlo, porque sus pensamientos catastróficos lo invadían cada día y no podía dormir como deseaba.

Las noches se volvían una eternidad cuando sufría insomnio, porque en ese preciso momento en que no podía dormir, su mente vagaba en los recuerdos de esa fatídica noche en el lago y le generaba una sensación de angustia. No podía sacarse de la mente el rostro pálido que tenía su esposa ese día, como sus labios morados permanecían sellados y su respiración parecía no estar. Aunque trataba de pensar en otra cosa y nuevamente se concentraba en dormir, no conseguía descansar demasiado, ya que los breves instantes en que podía hacerlo, volvía a soñar que estaba en el mismo lugar...cuando intentaba reanimar a Sakuno, mientras una multitud murmuraba que no lograría hacerlo.

Siempre era lo mismo, transcurrían muchas horas en que no podía dormir y finalmente llegaba un nuevo día sin que pudiera evitarlo. En ese entonces, acostumbraba a levantarse alrededor de las 5 de la mañana, se daba una ducha, se preparaba su café y se sentaba en la sala de estar a estudiar sus libros de medicina. Ahí permanecía varias horas, hasta que Rinko lo invitaba a desayunar y conversaban un rato. Posteriormente a esto, su rutina seguía igual, Sakuno se levantaba alrededor de las 10 Am, ya no se molestaba en quitarse el pijama, ya que después de tomar desayuno y sus respectivas pastillas, regresaba a su habitación a dormir, pasando gran parte del día en cama.

En ese sentido, Ryoma había pensado que mientras ella tomaba pastillas para dormir, él tenía que acudir al café para pasar cada día despierto a su lado. Sí bien sabía que eso no estaba bien, teniendo en cuenta su salud y sus malas rutinas, aun así, no podía abandonarla. Había jurado que no iba a caer en el mismo abismo que ella con el fin de ayudarla a salir de él. No obstante, sabía muy bien que, a ese ritmo, él también caería y no podría rescatarla.

—No puedes seguir así. —Lo había regañado su madre, cierta mañana.

—No sé a qué te refieres. —Bebió su café.

—A esto. —Le quitó la taza de sus manos. —Te estás volviendo adicto al café.

—No es cierto, siempre me ha gustado.

—¡No de esta manera! No creas que no estoy enterada de lo que haces todo el tiempo. —Gruñó Rinko. —He notado cuando te paseas en las madrugadas. Además, todos los días es igual, no haces nada más que permanecer cerca de Sakuno. Eso no está bien.

—¿De qué hablas? Es mi deber hacerlo. —Se levantó a su altura con enfado. —Soy su esposo, tengo que ocuparme de ella.

—Es verdad, pero también tienes que ocuparte de ti. —Dejó la taza con fuerza sobre la mesa. —¿Qué hay de tus estudios?

—Pedí un permiso especial para retomarlos en otro momento.

—¿En otro momento? ¿Cuándo sería eso?

—Cuando Sakuno esté mejor.

—Aún falta mucho para eso, lo sabes muy bien.

—Sí, pero no tengo otra alternativa.

—Si la tienes, puedes volver a la Universidad, mientras yo y Sumire nos ocupamos de ella.

—No voy a hacer eso, lo sabes. Además, lo que yo haga, no te incumbe para nada.

—¿Cómo qué no? ¡Soy tu madre! ¡te lo recuerdo!

—Estoy al tanto de ello, pero no por eso puedes decidir en cosas de este tipo. Aunque sueles intervenir todo el tiempo, ahora no permitiré que lo hagas. Yo decidiré que haré en estas circunstancias.

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