Capítulo 31

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Se encontraba en una sala color lúcuma flanqueada de grandes ventanales que filtraban la luz con sus persianas de madera. Aquella habitación, aparentaba no tener identidad alguna como otras que había visitado, ya que esta sólo tenía cuadros abstractos en sus desnudas paredes, los cuales no mostraban nada en concreto, sino que se adaptaban a la experiencia de sus espectadores, considerando que cada uno percibía algo diferente, de acuerdo a lo que estaban viviendo en ese momento.

Su esposa le había hablado alguna vez de esos cuadros que parecían ser test proyectivos que muchos terapeutas colgaban precisamente con ese fin de que sus pacientes hicieran sus propias interpretaciones. Aunque si lo pensaba bien, el arte en general permitía hacer eso en los espectadores, teniendo en cuenta que sólo algunos eran capaces de ver lo que el artista mismo quería plasmar en sus obras, mientras que otros tenían sus propias teorías y hasta podían empatizar con las emociones que se transmitían en ellas. Ryoma por su parte, era quien estudiaba sobre sus autores y conocía su historia.

Sus ojos se dirigieron al otro lado de la sala, analizando cada uno de los detalles de ese lugar, podía ser acogedor para muchos, e inquietante para otros. En su caso, sólo era una sala común, donde la gente acostumbraba a ir a expresar sus sentimientos, a diferencia de lo que hacía él, ya que todavía no llegaba ese punto con su terapeuta con la que llevaba alrededor de cuatro sesiones. Ella era una mujer de cabellos dorados y ropa elegante que se sentaba en su asiento a la distancia con su mirada paciente. Su nombre era Margaret Brown. Era nacida en Estados Unidos, sin embargo, viajó a Japón por asuntos personales y finalmente se quedó por su trabajo. Cuando se había presentado, le había contado sobre su formación y el motivo por el que se encontraba en ese país. Dominaba bien el idioma, así que no era necesario hablar en inglés, pero a él no le incomodaba, teniendo en cuenta que sabía bastante por su experiencia anterior.

Aunque la terapeuta se había mostrado amable desde el comienzo, aún no era capaz de decir el verdadero motivo por el que estaba ahí. En un principio, comenzó diciendo que hacía eso por su esposa, debido a su estado de salud mental actual, pero pese a ello, la terapeuta no parecía creerle o esa impresión él veía. Momo se burlaba que estaba siendo oposicionista por no querer contar su vida privada, pero para Margaret podría tratarse de un estado de resistencia inicial ante una situación nueva y perturbadora como aquella.

Si lo pensaba, eran pocas las personas que sabían lo que él realmente sentía, en un comienzo sólo se trataba de su madre, luego su mejor amigo y finalmente su esposa. Y no consideraba necesario hablarle a alguien más sobre ello hasta ese momento.

—¿Cómo ha estado tu semana? Ryoma. —Le preguntó Margaret con atención.

—Bien, no hay mucho que contar. —Cruzó sus brazos. —He estado avanzado en las clases de la facultad en modalidad online.

—Ya veo, me imagino que debes estar leyendo bastante. —Comentó la terapeuta.

—Sí, pero no es nada nuevo. —Susurró sin darle importancia.

—¿Y cómo está la situación en casa? ¿Le has contado a Sakuno sobre tus sesiones?

—No...todavía no es el momento para eso. —Murmuró incómodo, su cuerpo aparentaba estar tenso en ese momento.

—¿Por qué?

—Ya te lo he comentado antes, no considero pertinente que ella esté enterada sobre esto, teniendo en cuenta que apenas puede lidiar con sus sentimientos para sostener los míos. —Suspiró.

—Me da curiosidad esa forma en cómo describes tus sentimientos. —Señaló.

—¿De qué hablas? No los he descrito de ninguna forma en especial.

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