Capítulo 25

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Tras la pérdida del bebé, nada había vuelto a ser como antes, ya que aquel fatídico día no sólo marcó el corazón de todos con la partida de Hiro, sino que también pareció llevarse la vitalidad de sus padres. Ryoma solía estar distraído, tanto en casa como en la Universidad, incluso tendía a dejar el agua corriendo del fregadero o parecía estar desconectado de su rutina. Rinko podía notar su rostro ausente la mayor parte del tiempo, incluso le parecía ver rastros de lágrimas en su rostro, lo que no era propio de su hijo que controlaba siempre sus emociones. Sin embargo, si comparaba el dolor del ambarino con el de Sakuno, podría decir que eran similares, pero quizás el dolor de una madre que había perdido a un hijo podría ser incluso peor.

Sakuno en lugar de retomar sus estudios en la Universidad, prefería quedarse en casa todo el tiempo, específicamente en el cuarto del bebé, donde se dedicaba a observar por horas y horas un muñeco de paja que le había obsequiado su abuela días previos a las noticia. Solía llorar a menudo, aferrándose al muñeco como si se tratara de su propio hijo, susurrando su nombre, esperando quizás ingenuamente escuchar la vocecita que invadía sus sueños todo el tiempo, pero no era así, sólo podía oír sus propios sollozos y sentir las tibias lágrimas apoderarse del muñeco. Aunque sus amigas solían ir a visitarla, no eran capaces de subirle el ánimo, más bien nadie podía hacerlo, ni su propia familia, ni mucho menos Ryoma. Por ello, no podían hacerse la pregunta sobre cuáles eran sus verdaderos deseos en esos momentos, dado que todos lo sabían muy bien y no podían hacer nada al respecto, considerando que esa persona ya no existía.

Los meses transcurrieron y Ryoma tuvo que informarle a los altos mandos de su Universidad que su esposa se ausentaría por un tiempo, no podía definir exactamente cuánto tiempo tardaría, dadas las circunstancias, pero estaba seguro que algún día volvería. Mientras tanto, él haría todo lo posible para hacerla sentir mejor, incluso si eso significaba tener que abandonar sus propios sueños. Sin embargo, sabía que no podían seguir en esa situación, la rutina los estaba consumiendo y pese a sus intentos de animar a la castaña, ella siempre volvía a estar en el mismo estado que siempre, debía pensar en algo.

Un día, se encontraba comiendo con Momoshiro una hamburguesa, escuchando el relato de otras de sus eternas discusiones con Ann, cuando inesperadamente vio la silueta de una chica de melena castaña, una adolescente, estimaba que tenía alrededor de catorce años, si bien no conocía a esa chica, su figura le hizo recordar a como solía ser su propia esposa a esa edad. Entonces se preguntó ¿Cuál era la diferencia entre esa chica y su esposa? No era sólo la edad, sino también el estado emocional en el que se encontraban, aquella chica esbozaba una amplia sonrisa y demostraba lo entusiasta que estaba ese día junto a otra chica, en cambio Sakuno...ya no lucía esa sonrisa que le robaba el aliento, más bien parecía haberse extinguido hace meses. Daría todo por volver a ver esa sonrisa en su rostro, pero tampoco sabía exactamente qué hacer para conseguir que regresara.

— ¿Echizen? ¿Me oyes?— Levantó la voz Momo.

— ¿Eh? ¿Quieres saber que opino de Tachibana?

—No, te comentaba que Inui quería que nos reuniéramos el fin de semana. Ha descubierto un nuevo método para mejorar nuestras técnicas en tenis.

—Ah no creo que pueda este fin de semana, no puedo dejar sola a Sakuno todavía.

—Vienes diciendo eso hace meses y siento que deberías tomarte un respiro también.

—No lo sé, Momo-Sempai. Estos últimos meses la he dejado sola —Susurró pensativo. —Mientras ella se queda en casa llorando, yo he retomado mis clases en la Universidad. Quizás mi método de escape ha sido ese.

— ¿Y ha funcionado?

—No del todo, mi rendimiento no es tan bueno como antes. Intento distraerme en clases, pero todo el tiempo pienso en ella y no puedo evitar sentirme culpable. —Cerró el puño.

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