Capítulo 1

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Transcurría el año 1303, en un lugar llamado Amberes a las afueras de Bélgica, en ese entonces sus habitantes vivían una época dura, no habían muchos trabajos disponibles, la comida escaseaba, las personas por intentar tener una vida mejor viajaban a los Países bajos o Alemania, otros más aventurarnos cruzaban el país para llegar a la bella Francia, la gente se hallaba confundida, pues pese a todas las cosas por las que debían preocuparse, había una en específico que hizo a mucha gente abandonar Amberes, la razón era las desapariciones, a pesar de estar al tanto de la migración de la gente para obtener una vida mas sustentable, tenían temor a no encontrar un lugar seguro, aunque, para ese entonces, no importaba mucho el hallar a un familiar si este desaparecía, todo giraba al rededor del bien común e independiente, de sacar provecho a todo lo que se atraviesa en tu camino, pues era una época difícil y el planeta entero estaba pasando por alguna crisis existencial desconocida, el más fuerte sobrevivía para ese entonces, el amor no existía, no existía bondad en la humanidad y mucho menos la piedad, por ende todos se olvidaban de todos y pasaban sobre todos para sobrevivir, la razón de la vida era llegar a tener el poder, cosa que nadie logró...

Estaba caminando por algún lugar del bosque tratando de encontrar algo de alimento, el hambre me consumía vivo, mi familia había desaparecido como mucha gente en ese entonces lo hacía, la gente murmuraba que se iban a buscar una vida mejor, otras decían que monstruos oscuros venían en las noches por alguno de nosotros para saciar su hambre, otros decían que Dios acababa con ellos por pecar, otros que eran menoria decían que la tierra se abría consumiendo a todo aquel que estuviera a su alcance y por ello nunca regresaban pues la tierra tenía tanta o más hambre que todos nosotros, eran simples rumores y habladurías paganas de la gente.

A lo lejos divisé un árbol gigante, uno donde colgaba un fruto que para mi era desconocido, eso no me impediría comerlo.

¡¡Vamos Florian tu puedes!!

Mi subconsciente me alentó a hacerlo, corrí con las pocas fuerzas que tenía, aunque gastaba más energías de las que recuperaría al comer el fruto, mas no me importó, el hambre me había vuelto loco, esperaba que esta no fuese una alucinación como las otras que tenía a menudo, esas que me hacía alucinar con objetos extraños y árboles frutales por todos lados que más bien estaban rodeados de espinas, algunas venenosas y mortales, otras con líquidos alucinógenos y efectos inmobilizantes, me dirigí rápido al basto árbol, miré desde abajo, era alto, más no me importó y comencé a subir, ya me había vuelto experto escalando árboles sujetando sólo sus cortezas, hacía meses que abandoné al Amberes por algo de comida, ya que me cansé de pedir limosna en los palacios de la gente poderosa y rica, recibiendo sólo ofensas, golpes, mal tratos por ser un huérfano sin hogar, por tener hambre.

Con mis dedos acariciaba cada parte de la corteza del arbol aferrandome a su tronco, con forme fui subiendo el fruto me parecía cada vez mas apetitoso, escalé entre las ramas y hojas para llegar a mi objetivo, al llegar a la altura donde aquel fruto rojo se encontraba, me agarré fuere de una rama que se interponía entre esa fruta y yo, la rompí de una patada, la tiré al abismo, me acerqué a la fruta lo más que pude, estiré el brazo derecho para intentar tomarla pero mis dedos apenas acariciaba la piel suave del fruto, miré aquel fruto con impotencia y frustración mas no me daría por vencido, antes moriria en el intento, aunque que mas daba morir, me lancé a la rama de abajo sin pensar en lo alto que me encontraba, quedando justo a bajo del fruto, tomé el fruto en mis manos y lo llevé a mi boca sin soltar el tronco del arbol, lo mordí desesperado, el jugo de aquella cosa dulce bajaba por mi garganta haciéndome gemir por tal delicia, llevaba semanas sin comer, esté sentimiento era tan extraño y desesperante que en segundos terminé con aquel fruto y quise más, revisé el árbol para asegurarme de ello pero la decepción llego anmis ojos pues el fruto que acababa de comer era el único, lamí mis dedos a pesar de la suciedad que los cubría, saboreando así el néctar restante de mi actual comida.

Soy un maldito, lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora