Capítulo 30

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Había dormido plácidamente el resto de la noche a lado de Morgan, quien yacía boca abajo con la sábana cubriendo su cuerpo desnudo, a mi mente venía la imagen de su rostro mientras la tomaba como mía.

Aún tenía los ojos cerrados, no tenía ganas de abrirlos por ningún motivo, prefería disfrutar este momento de paz que en extraños momentos lograba obtener, estaba hundido en mis pensamientos, lo que anoche había sucedido con Morgan había sido estúpidamente extraño, por el simple hecho de ser ella, nunca por mi cabeza pasó el hecho de tener amoríos con ella, en ningún momento esa posibilidad pasó por mi mente, aunque eso no era realmente lo que atormentada mi cabeza ahora, lo que atacaba sin piedad mi mente era que en el momento en el que posé mis labios sobre los suyos me olvidé de todo, y cuando me refiero a todo me refiero que incluso la imagen de Irina se borró por completo.

Esto nunca me había sucedido, la imagen de mi bello primer amor me perseguía como un fantasma, en cada una de las caricias que dedicaba a cualquier mujer ella aparecía, hacía una presencia mental que me torturaba, había dejado en paz el tema de entablar algo con ella desde hace mucho tiempo, pero al parecer, mi corazón seguía atormentado a mi mente con su recuerdo, haciendo más doloroso el proceso, mi mente y yo luchabamos por arrancarla de nuestro futuro mientras mi corazón se aferraba a su recuerdo cual ancla en arrecife, era una tortura cada que tocaba a las golfas del prostíbulo, que eran mucho más bonitas y atractivas que Irina, debo admitirlo, pero con ella algo sucedía que su recuerdo hacia mi eternidad una mierda, una que sólo quería quitar de mi mente.

Ahora me sentía tan en paz, podría morir en este momento sin sentir que perdí mi tiempo, al sentirme en paz, esto no es una nota suicida, para nada, es una expresión muy mía, una que uso siempre que pruebo algo delicioso, como la comida por ejemplo, aunque sin punto de comparación por supuesto, algo que me deja tranquilo, Morgan causaba eso, una tranquilidad que no tenía, una que disfrutaba y que no querría soltar jamás, podría hacerla mía miles de veces y sólo para sentir paz y tranquilidad.

Un movimiento de la cama me hizo salir de mis pensamientos, abrí los ojos y volteé a ver a Morgan, se estaba acomodando, aún dormía, antes su rostro parecía observarme, ahora veía hacia las ataduras que se encontraban del lado derecho de la cama, me dió curiosidad y no lo soporté más, aunque ayer la había tocado de pies a cabeza quería ver su desnudez una vez más, así que saqué una de mis manos que yacía en mi nuca simulando una almohada y la dirigí directo a la sábana, levanté la sábana y lo que observé me hizo sonreír involuntariamente, visualcé su cálida piel, con aquellos diminutos bellos que apenas un humano podría visualizar, tan finos y rubios que apenas eran perceptibles, bajé la mirada de sus hombros y continúe hasta llegar a su espalda, seguí el camino que me marcaba su columna vertebral y llegué hasta su trasero, era perfecto, por mi mente pasó el hecho de algún día tenerla de manera brusca y salvaje, como solía gustarme, aunque en realidad no tenía la certeza de que a ella sí, por un momento tuve la ansiedad de palmear su trasero, más me contuve.

- ¿Le gusta lo que ve? - su voz ronca me sacó de mis sadomasoquistas pensamientos y reí internamente por sentirme al descubierto.

- Quizás - dije con desdén y dejé caer la sábana cubriendo su cuerpo desnudo, aparentando desinterés cuando en realidad quería más de el.

- Que lástima, si hubiese sido un si o un me encanta quizás hubiese una segunda ronda, pero como veo que no le interesa, me voy- Se puso de pie sin cubrir su desnudez, lo cual causó intriga en mi.

- Te haré mía cada vez que a mi me plazca y debes tener la mejor disposición para ello siempre que se me de la gana- alardeé mientras ella se ponía la ropa interior.

- Como usted ordene- dijo con desprecio - ¿Puedo hacerle una pregunta? - titubeó antes de hacer la pregunta.

- Ya estás haciendo una- me senté sobre la cama dándole la espalda por completo, busqué mi boxer y lo coloqué rápidamente, me puse de pie y busqué el resto de mi ropa que yacía regada por la habitación.

Soy un maldito, lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora