Capítulo 41

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Estaba atrapada en los brazos de Carlo, quien cortó el cartucho de su arma y simplemente la dejó posicionada en mi entrecejo.

- Muévete perra - me ordenó.

- No iré contigo a ninguna parte- levanté la voz sonando autoritaria.

- No tienes opción-  dijo Carlo con un semblante bastante tranquilo que no dejaban ver ningún tipo de emoción de su parte.

- Claro que la tengo- lo contra dije.

- Me cuentas en el camino- dijo sonriente mientras golpeaba mi cien con la parte posterior de su arma.

**Horas más tarde**

Un fuerte dolor de cabeza inundó mi amargo despertar, sentí la frente algo húmeda, me encontraba desorientada, confundida, sola y cansada, abrí de a poco mis ojos con la esperanza de encontrarme en un mal sueño, de pronto llegaron a mi mente las imágenes del tiroteo en aquella estación de combustible, recordé lo que me había sucedido con anterioridad despertando así, de manera abrupta del no tan Plácido descanso que el gélido suelo me había proporcionado.

- ¡Maldición! - dije colocando mis manos en el suelo, mis parpados pesaban, mi cuerpo tenia poca fuerza, hice todo lo posible poniéndome difícilmente de pie, me sentía drogada, al parecer el clonazepan había hecho efecto en el peor momento posible y me había relajado demasiado, respiré hondo, una bocanada de aire que falta me hacía.

A los segundos de estar de pie, mis piernas se dieron por vencidas y simplemente caí de rodillas en el suelo, justo al lado de una cómoda cama que yacía a mi lado derecho, lo cual me extrañó, debía ser sincera conmigo misma, era mi fin pues Carlo era el mafioso más temido y respetado de Italia, eso incluyendo al imbécil de Bill McCain quien se llevaba medalla de oro, trofeo y un bello arreglo de flores llevándose la competencia del mafioso más temido, aunque si comparamos, ambos son despiadados, pero Carlo tiene menos tacto y escrúpulos, al ser el lacayo de McCain se había acostumbrado quizás, a una vida bajo la sombra de su jefe, si, esperando algún día una recompensa por ello, aunque la mafia italiana se rige por lealtad y dinero, no por recompensas, a Carlo le correspondía hacer el trabajo sucio, perpetuar la vida de aquellos que se negaban a pagar cuotas, a aquellos que simplemente tenían la osadía de llevarle la contra a McCain, podría observar sus manos teñidas siempre de carmesí dado a que siempre tenía que deshacerse de algún intruso o estorbo, McCain sólo daba órdenes, no obstante, los trabajos especiales y personales los hacía el propio McCain, con sus manos y sin ningún problema se hacía cargo de asesinar a sus enemigos más allegados, asegurándose de hacer el trabajo de manera oportuna, limpia y eficaz, justo como habría cobrado venganza de mi familia meses antes.

Sabía que estar bajo su poder significaba sólo una cosa, la muerte, si, aquella figura huesuda a la que llaman "la muerte" vendría a reclamar mi vida en algún momento, me senté apoyando mi cuerpo la base de la cama, reacomodando mi rostro para que éste, quedase recargado cómodamente sobre el colchón pues si me dormía en algún momento tendría la certeza de no amanecer dolorida.

Suspiré con pesar, recordando mi vida completa como si de una película se tratase, cerrando mis ojos al disfrutar de los recuerdos que mi mente había traído a mi como señal de despedida, al verme en mis últimos momentos de miseria.

Sonreí fugazmente, recordé una vez que Gian y yo estábamos viendo el musical de "The phantom of the opera"  el estaba aburrido pues se trataba de un musical y yo cantaba esas canciones a todo pulmón sólo para molestarlo un poco, después de unas papas fritas y palomitas de maíz con mantequilla extra Gian se había recostado a sobar su barriga pues estaba lleno a reventar por comer en exceso, colocó su cabeza sobre mi regazo y me pidió que jugara con su cabellera negra, justo como la de mi padre.

Soy un maldito, lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora