Capítulo 47

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Aún recuerdo aquél día, el día que salí dejando atrás mi pasado, enterrandolo junto con el recuerdo de aquel vampiro desquiciado y bipolar.

Gian volvía cada que podía, al menos cuando tenía pesadillas, siempre estaba tomando mi mano en el momento en el que me exaltaba, abría mis ojos a mitad de la noche, sudorosa, asustada, sedienta, con el aliento cansado y agitado, cada que despertaba el reloj marcaba las 03:15 de la madrugada, ahora vivía sola, en Rusia, tenía una habitación cómoda, había comprado una propiedad antigua, tenía una relación con un buen chico, llamado Jackson, lindo de ojos aceitunados y una linda sonrisa, alto, fuerte, tímido y gracioso.

Jackson me había ayudado en mi camino a una vida normal, no sabía mucho de mi, sólo estaba enterado de mi soledad, que no tenía padres y que los había perdido en un accidente automovilístico, que no tenía hermanos y bueno, anulando ciertos detalles...

Jackson era el tipo de chico que las mujeres queríamos, dulce y rudo, fuerte, formal, elegante, atento, amoroso, tierno, callado, pensativo, ambas la literatura y bueno, está por demás decir que tenía mi edad, 24 años.

Recuerdo el día en el que lo conocí, yo caminaba en la península de crimea, la cual se encuentra entre rusia y Ucrania, con las playas hermosas, ese día había poco calor, la temperatura del ambiente estaba perfecta para mi, llevaba puesto un vesti...

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Recuerdo el día en el que lo conocí, yo caminaba en la península de crimea, la cual se encuentra entre rusia y Ucrania, con las playas hermosas, ese día había poco calor, la temperatura del ambiente estaba perfecta para mi, llevaba puesto un vestido blanco con flores azul celeste, aún conservaba la imagen que tenía desde hace un tiempo, aunque poco después cambiaría por completo mi aspecto.

El paisaje era precioso, disfruté de la brisa del mal pese a que odiaba el agua salada, cerré mis ojos y disfruté de cómo el viento sacudia mi cabello a su ritmo, uno lento y perfecto, llené mis pulmones de aire limpio, tragué saliva mientras pasaba mis manos sobre el balcón que daba paso a un mortal acantilado, estar en paz por unos minutos me hacía bien, meditaba sobre la vida, cuestionando a algún Dios los ¿porqués? De las cosas que sucedían, sin aun conseguir entender el silencio de aquel ser supremo al que el mundo entero llamaba dios, inhalé una última bocanada de aire, me sentía tan tranquila, hasta que una voz me sacó de mis absurdos cuestionamientos, Jackson.

- Es deliciosa la brisa ¿No cree señorita?- dijo con timidez y dulzura

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- Es deliciosa la brisa ¿No cree señorita?- dijo con timidez y dulzura.

- Bastante, pero me abruma el hecho de que a alguien se le ocurra interrumpir mis pensamientos libertinos- me había puesto de malas.

Soy un maldito, lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora