Capítulo 12

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Caminamos en silencio un par de calles dejando los cuerpos atrás.

- Hace tanto que no salíamos a caminar- dijo Johann.

- No ha habido tiempo, entre todas las labores que hay por hacer en cada propiedad nuestra que lo hemos dejado a un lado, tienes que aprender a enlistar tus prioridades- sonrió sin dejar de mirar el cielo. - ¿Cuándo ves las estrellas en que piensas? - Johann observaba todo a la perfección, admiraba detalles a los cuales yo no les prestaba demasiada atención.

- Lo importante no es en que piense, simplemente me gusta observar el cielo, en mi vida humana nunca pude apreciar los detalles de todo lo que está sobre nosotros- apuntó una estrella, la más brillante del cielo. - Me gustaría ir a donde aquella estrella se encuentra, dejarme envolver con su brillo, arroparme en su inmensa luz hasta fundirse en su destello- parecía asombrado.

- Sigues siendo el mismo Johann cursi de hace medio siglo- dije con mi mirada fija en mi camino.

- ¿Hay algo malo en eso Florian? - preguntó curioso o mejor dicho ofendido, me divertía hacerlo escupir la verdad, aunque teníamos casi la misma edad el seguía siendo mi creación y siempre buscaba la manera de hacerlo escupir la verdad.

- ¿Ofendido? - miré sus ojos cafés para después seguir con mi camino.

- Necesito saber que hay de malo en ser cursi- replicó.

- No hay nada de malo... - hice una pausa momentánea para después hacerlo caer en la cruel realidad -Siempre y cuando no ocultes nada- su rostro parecía confundido.

- No comprendo- me miró con el seño fruncido.

- Nunca lo haces Johann... - Suspiré cansado- No se si te gusta jugar a hacerte el tonto pero ¿A quien tratas de engañar? - lo confundí más cosa que me divertía en sobremanera. Arqueé una ceja mientras paraba en seco y volteaba a encararlo- Si mal no recuerdo, hace más de medio siglo que te creé, como te había dicho, tú, a mí, no puedes engañarme-

- Nunca te engañé u oculté alguna cosa- reprochó.

- A mi no, pero te engañas a ti mismo que es peor- hice una mueca.

- ¿Engañarme a mi mismo? - asentí, - no se de que demonios me hablas- siguió su camino dejándome parado de tras con la palabra en la boca, acomodé mi traje y tomé mi frente, este chico de verdad me sacaba de quicio, lo alcancé para encararlo.

- ¿Cuándo piensas confesarle tu amor a Irina? - lo miré directo a los ojos, con esa pregunta quedó paralizado en un par de segundos, sus ojos me veían incrédulos, lo había dejado al descubierto y él lo sabía.

- Yo... no sé... - puse mis ojos en blanco y seguí mi camino.

- Te dije que esta charla la tendríamos después, éste me parece el despues apropiado, ¿No crees?- en su mirada había duda e incertidumbre - en realidad estaba esperando a que en estos malditos quinientos años le hubieses hecho saber tus intenciones a Irina, aunque sea por señales de humo pero veo que te gusta hacerte el dificil, tratarla fríamente y después eres cariñosos y protector, la estas confundiendo y si sigues así simplemente nunca la tendrás- me miraba sorprendido, preguntándose muy dentro de él, ¿Qué iba a saber yo de amor? Y tenía razón, no sabía nada en absoluto, pero al menos tenía la certeza de algo, si Johann no le hacía saber a Irina sus sentimientos hacia ella, yo iría, me acercaría y le pediría que me diese una oportunidad, claro, ¿Porqué no? Irina era una mujer muy atractiva y soltera al igual que yo, aunque debo aceptar que Irina sólo significaba una atracción para mi, sólo eso, que quizá con el paso del tiempo llegase a sembrar amor como con Johann, que en cambio el la amaba, lo notaba en cada mirada que le dedicaba, a Irina Johann no le causaba indiferencia, no, porque Johann era bastante apuesto, el problema era que ambos eran demaciado ellos y no se atreverían a confesarlo, bien, yo si tenía el valor de encarar mi situación, si Johann prefería mantenerse en el anonimato perfecto, yo tomaría su lugar complacido.

Soy un maldito, lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora