capítulo 11

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Sentado tras la mesa donde yacían mis artefactos de tortura, ahí me encontraba yo, mirando a Johann quien continuaba con aquella sonrisa maliciosa, esa sonrisa macabra que nunca esperé ver en él, su pecho subía y bajaba debido a la adrenalina que aún corría por sus venas hasta llegar a su corazón, su cabellera larga se hallaba despeinada.

Me acerqué al cadáver de Melody Graham para levantar del gélido suelo mi cuchilla amputa lenguas, mi Zarpa de Gato y mis látigos de cadena, Johann parecía demasiado concentrado en su gozo que ni siquiera me prestó atención.
Sin despegar mi vista de el volví a tomar asiento, tomé un poco de agua para verter sobre mis utensilios, pasaba mis dedos sobre las cuchillas, quité algunos coágulos de sangre y después tomé un poco de aceite de olivo, en un viejo trapo vertí un poco del aceite y comencé a limpiar con énfasis las cuchillas, las pulía lentamente para evitar que estas se vieran afectadas por la oxidación y la sangre que no podía permanecer mucho tiempo en ellas apresurado su desgaste y deterioro, terminé con ellas y las coloqué en su lugar y posición habitual, despues tomé ahora la Zarpa de Gato y repetí el proceso, quitando tiras de piel y músculo de la víctima, repetí el procedimiento con mis látigos de igual manera, ésto me habría llevado tres cuartos de hora y Johann seguía extasiado, sumergido en aquel transe placentero.

- ¿Lo haz disfrutado cierto? - lo miré impaciente esperando respuestas, necesitaba y ansiaba su opinión al respecto, aunque sabía que si había gozado torturar a Melody una necesidad de escuchar de su propia boca que así había sido me había consumido, la curiosidad y ego me atacaron sin piedad haciéndome hacer preguntas irracionales, necesitaba oírlo de Johann, de aquel Johann que ahora percibían mis ojos, uno tan distinto a aquel romántico empedernido que escribía poemas de amor a mujeres, si, ese que horas antes me había suplicado que no le hiciera daño alguno al cadáver al cual ahora rodeaba observándolo curioso.

Rodeó a la chica sorprendido, ladeaba la cabeza sorprendido de si mismo al verse envuelto en esta tortura, miraba aquel cadaber que yacía colgado de los brazos y callendo de rodillas en el suelo, con la cabeza gacha y la vista muerta, tan muerta como la de Johann.

- ¡Johann! No me hagas perder la paciencia - repetí para advirtiendo mientras pulía las estrellas de mis látigos, que más que látigos tenían la apariencia más a un arma de guerra que a un objeto de torturas.

- Si... Extrañamente disfruté de privarla de la vida- dijo sin borrar aquella sonrisa.

- Veo que por fín heredáste algo mío - miré sus ojos cafés para hacer esa conexión, que ahora se volvía más fuerte, ambos nos miramos un par de minutos en silencio mientras yo continuaba con mi labor.

- ¿Qué hace con aquel trapo?- preguntó acercándose a la mesa, rompiendo el silencio en el calabozo.

- Limpio mis juguetes para que no se dañen y su duración sea tan larga como sea posible- dije con seriedad. - ¿Quieres aprender? -Johann asintió y me observó.
- Para comenzar hay que quitar todo tipo de coágulos o carne que se encuentre en ellos, tomas un balde de agua y los limpias minuciosamente, después de ello te aseguras de secar cada parte de mis tesoros, con éste trapo los pulo, tomo una pequeña cantidad de aceite de olivo preparado por Irina y los limpio con lentitud, hasta que se sientan suaves como el pétalo de una rosa y poco a poco los dejarás impecables, después de eso, los pongo en su lugar y acomodo tal cual los tomé para después taparlo con ésta tela, así los cubro del polvo y humedad que se encuentran aqui- dije colocando ahora mis látigos en la mesa para después cubrirlos con la suave tela que los protegía del polvo.

- ¿Entonces el aceite lo prepara Irina? - asentí.- ¿Porqué usted se hace cargo de limpiarlos y no la servidumbre? - parecia curioso.

- Nunca le confiaría nada de esto a la servidumbre, a ningún humano, son objetos preciados para mi- hizo una mueca, parecía entender lo que había dicho. - A demás, son demasiado impertinentes y pueden abrir la boca, decir lo que soy, estas tareas prefiero hacerlas personalmente, ya que el calabozo lo diseñaste exclusivamente para no dejar escapar alaridos, nadie sabe lo que sucede aquí - Miré a Johann quien estaba repleto de trozos de carne, quité un poco de ellos tirándolos al suelo, el simplemente dejó que yo lo hiciera, volví a mirarlo sacudiéndo un poco su traje para después salir del calabozo dejando el cadaver de Melody aún sujeto a la pared, cerré la espesa puerta de madera, coloqué su cadena gruesa y un gigante candado para evitar que el acercamiento de un humano curioso.

Soy un maldito, lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora