Capítulo 13

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- Vamos Johann, es que acaso ¿Nunca pensabas decirlo? - Lo presioné, Johann estaba inerte , veía nervioso en todas las direcciones posibles sin mirarnos, sólo veía el suelo.

- No pensé que de eso se tratase todo este circo- dijo Irina sorprendida, aunque no era para menos, ésta era una posibilidad para ellos, para ser compañeros eternos, aunque me llenaba de celos al ver que Irina le correspondía, verla feliz me agradaba pero, en cierta parte los celos me devoraban por dentro al saberla agena, por otro lado también estaba el idiota de Johann, siempre evadiendo su realidad, tan timido y tonto que me exasperaba en demacia, ahora que lo pienso si decidían estar juntos probablemente Johann se alejaría de mi para vivir a solas con ella... ¡Diablos! No debí decir nada... soy un idiota, pateé mi trasero mentalmente por mi estupidez, en fin no podía hacer nada más que afrontar las consecuencias, arrepentirme no serviría de nada ni arreglaría mi situación, siempre he dicho que lo hecho hecho está y arepentirte no solucionará nada, no es como si regresarán en el tiempo y arreglases las cosas con ese arrepentimiento repentino, eso era simplemente imposible, era momento de aceptar lo que sucediera de ahora en adelante.

- Así es- arqueé mi ceja esperando una respuesta de Johann más esta nunca llegó.

- Bien, sigan peleando, me iré a dormir porque no me apetece esperar a que cierto vampiro reaccione y regrese de su trance - dijo Irina decepcionada de la reacción de Johann.

Irina salió de la habitación cerrando las puertas tras de si, esperó un par de segundos tras las mismas, en el aire podía palpar su tristeza, al ver que Johann simplemente se quedo paralizado sin decir ni hacer nada, escuché sus pasos alejarse, miré a Johann, estaba totalmente ido, no estaba consciente o se hacía pendejo, no lo sé.

- ¿Johann? ¿Estás bien? - pregunté pues ya habían pasado unos minutos y sólo parpadeaba mirando un punto muerto en el suelo, me estaba desquiciado su actitud sensible. - Johann, responde- insistí, frunció el seño y suspiro amargamente. - ¿Y bien? - pregunté de nuevo.

- ¿Y bien qué? -estaba molesto.

- ¿Qué demonios harás? - lo miré incrédulo, no pensé que Johann fuese tan idiota, este era uno de esos momentos en los que quería chocar mi frente contra el muro hasta hacer mi cabeza estallar o perder la razón, demonios Johann era demaciado sádico con todo y muy cobarde para las mujeres, que raro era Johann.

- Nada- dijo serio.

- ¿Nada? ¿Estas hablando en serio?- pregunté lleno de incredulidad.

- Así es y si me permites iré a descansar, debo viajar mañana para resolver los asuntos de nuestra nueva propiedad en Francia- dijo Serio.

- Vete entonces, tanto esfuerzo para nada- dije ciertamente decepcionado ante su conducta cobarde.

- Que pases una linda noche, por cierto, no te pedí que hicieras algo al respecto- mientras me daba la espalda y caminaba hacia la puerta.

- No me lo pediste, pero quería verte feliz- dije sacando los zapatos de mis pies para despues recostarme sobre mi comoda cama con los brazos cruzados bajo mi cráneo para sentirme cómodo.

- Hasta mañana- dijo Johann sin expresión facial alguna, simplemente desapareció mientras yo veía el techo renegando de la estupidez de mi creación, me golpeé mentalmente en repetidas ocasiones, se me hacía increíble que Johann fuese tan tonto, en todo era muy bueno, siempre rebasaba mis expectativas hacia él y en el ámbito amoroso era todo un caos, al pasar de los minutos el sueño me venció sin darme cuenta de ello.

*Johann*

Caminé despacio pasando mis dedos sobre el tapiz de las paredes, me detuve al ver mi habitación, abrí la puerta con cierto pesar, suspiré antes de entrar, tomé aire innecesariamente y solté el suspiro más amplio que en mi existencia había soltado, la vida era una perra, cerré los ojos aún de pié recargando mi cuerpo en la puerta, analicé mi situación, Florian dejó mis sentimientos hacia ella al aire libre, no comprendía el porqué de sus acciones, pensé que era a él al que le atraia Irina, me había percatado de ello al ver las miradas improvisadas que le enviaba, miradas espontáneas y sin intención, la situación me confundía, Irina ahora sabía todo y lo único que se le ocurrió insinuar era que mis sentimientos eran un circo, peiné mi cabello castaño con las yemas de mis dedos, pasando y acariciando mis cabellos tratando de alejar toda tensión de mis hombros, tenía ganas de salir corriendo, huir y no regresar jamás, pero aquel lazo que me unía al maldito de Florian me torturaba, yo símplemente no podía dejarlo, una opresión en el pecho me hacía detenerme, el era mi creador y no podría abandonarlo a menos que el me liberarse de ese lazo.

Soy un maldito, lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora