Capítulo 14

4.2K 248 35
                                    

Me encontraba en el techo del castillo, sentado con las rodillas flexionadas y los brazos sobre ellas, tenía una copa de vino en la mano derecha y una colección de deliciosos quesos italianos, gran variedad de ellos los cuales se encontraban en una servilleta con mis iniciales inscritas en aquel trozo de tela fina a mi lado izquierdo, era de noche, bebí un sorbo de vino el cuál sabía malditamente bien, disfruté de aquel sabor añejo que hacía mi boca babear del delicioso sabor, tomé un trozo de algún queso que en ese instante no reconocí para darle un pequeño mordisco, el queso era cremoso, suave y un tanto simple pero igualmente salado, tomé un trozo de pan y degusté, tenía sabor a especias, mantequilla y ajo, era una exquisitez, me detuve a observar un poco el cielo, había muchas estrellas, todas tintoneantes en el oscuro cielo nocturno, una brisa gélida se incorporó a mi velada, acarició mi rostro de madera pasiva y placentera, respiré hondo disfrutando de la bella noche que me regalaba una bella vista de Malmedy desde este punto en mi castillo, una Malmedy bastante oscura pues no había demasiada luz, algunos mechones de cabello se desprendían de la trenza que llevaba, los mechones golpeaban con suavidad mi cabello mientras disfrutaba de la luz de la Luna, di otro sorbo a la copa de vino, sabía tan bien que no quería dejar de beber, me quedé unos minutos más disfrutando aquel momento sin preocupaciones y lleno de relajación gracias al viento que soplaba en mi contra, hasta que un ruido en la puerta principal lo arruinó todo, el castillo vibraba junto con el golpe, estaba apuntó de bajar del techo cuando un golpe realmente estruendoso me hizo despertar.

- ¿Qué demonios? - susurré con la voz un tanto ronca, un crujir me había despertado de golpe, esto sólo significaba una cosa... mal humor.

Me coloqué los zapatos y me dirigí hacia la habitación de Johann donde se producían aquellos sonidos, me acerqué a la puerta para escuchar que demonios sucedía, quizás sólo tendría una de esas crisis que tanto tenía, una de esas donde menciona a su madre furioso con aquella enfermedad rara que actualmente conocíamos como pulmonía, el vivía enojado con la vida por haberle arrancado la vida al ser que más amaba, en fin, supuse que era eso y que estaba destrozando su habitación frustrado por su silencio con Irina, hasta que oí una conversación.

- Johann suéltame - Parecía ser la voz de Irina, se quejaba.

- Ya acabaste con mi paciencia- dijo Johann con autosuficiencia, me sentía orgulloso cuando Johann se volvía autoritario, el estruendo de la madera crujir me sacó de mis pensamientos orgullosos y ególatras para poner más atención, me quedaría un poco más por si Johann perdía el control e intentaba asesinarla.

- No te atrevas Johann - dijo Irina temerosa.

- No estoy pidiendo tu consentimiento- Sonreí al escuchar aquella frase, si, definitivamente eso lo sacó de mi, herencia de su creador.

- Eres un maldito cobarde - espetó Irina retándolo de nuevo, gran error de su parte, un par de segundos después un silencio se hizo inminente, fruncí el seño al no saber que demonios hacían estos dos, dejaban una discusión a medias para quedar en silencio, con el pasar de los segundos, yo continuaba recargado en la pared con una rodilla fleccionada en ella, cruzado de brazos, un par de sonidos de hicieron presentes.

- ¿Diablos, se están besando? - pensé para mi mismo, bien, si era eso no podía quedarme a escuchar lo demás, si me detenía me volvería loco y los haría pedazos, cosa que no quería, despegué mi cuerpo de la pared, pasé frente a la puerta de la habitación de Johann y antes de que pudiera continuar un gemido disfrazado de susurro se dejó escuchar, algo apenas perceptible, mi rostro se descompuso, fruncí el seño, arrugué la nariz tratando de contener la furia que crecía dentro de mi abdomen esparciendose por todas mis extremidades, apreté los puños, me acerqué y apenas toqué la madera de la puerta, di media vuelta y me dirigí a mi habitación, tomé mi saco y salí de prisa de ahí, pasé de nuevo frente a la habitación de Johann ignorando los susurros tras esa puerta, bajé con prisa las escaleras, me dirigí a mi estudio, abrí la puerta y cerré al entrar, puse pestillo para evitar interrupciones abrí la puerta de los calabozos y me adentré en ellos, bajé las escaleras sin detenerme, hasta llegar a sus bellas puertas de madera, volví a cerrarlas y observé las rejas, ahí tenía a cuatro personas esperando sentencia, todas ellas por intento de robo.

Soy un maldito, lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora