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Nota: No voy a narrar acontecimientos irrelevantes como la noche de bodas y los primeros meses de casados porque me llevaría mucho más tiempo escribiendo y la verdad, resulta tedioso y hasta cierto punto irritable que no pase nada de lo que se trata la novela, tanto para ustedes como para mí.

¡Disfruten de la lectura!

No one's punt of view:

Avery's POV:

Tres meses después:

Mi turno como guardia del hospital resultaba ciertamente cansado. Tenía que beber por lo menos cinco tazas de café.

Veía la noche pasar entre los blancos y escalofriantes pasillos del edificio médico. Era realmente tenebroso estar aquí, en especial cuando sabes que personas murieron aquí, a diferentes causas, pero a final de cuentas habían perdido la vida y no es como que yo crea mucho en los fantasmas y esas cosas, pero aun así queda la incertidumbre y la sensación de estar siendo observado por alguien.

Mis zapatillas blancas, que hacían juego con mi uniforme grisáceo, se reflejaban en el pulido piso del pasillo. Viré mi vista hacia arriba, viendo la hilera de lámparas a lo largo de todo éste.

Al cerciorarme de que todo estaba en orden, bajé a la recepción, donde estaba la recepcionista del hospital.

− ¿Todo en orden? - me pregunta, mostrándome una sonrisa amable.

Era la única estudiante de práctica en el hospital y todos estaban tratándome muy bien. Cuando me tocaba turno por las tardes, platicaba con los médicos cirujanos, pediatras, ginecólogos, cardiólogos, etc. Y me contaban sobre sus experiencias. Muchos me decían que una no se convierte en médico hasta que no pierde a un paciente y eso estaba realmente aterrándome, no quería ver a nadie morir.

Asiento con la cabeza.

− Es sólo que todo aquí es realmente escalofriante - comento, sentándome en la silla de frente al mostrador.

Sólo quería que fueran las seis de la mañana para poder irme de aquí.

− Es normal - acota -. Es un hospital. Además, a todos de novatos nos aterraba - me tranquiliza.

− A veces, cuando estoy en el pasillo B3, siento que alguien me observa y que me sigue - admito, queriendo aguantar las lágrimas.

Era horrible tener que pasar por ahí a las tres de la mañana cuando algunas lámparas están fundidas y no hay del todo iluminación. Siento mucha angustia.

Ella me muestra una sonrisa afectada.

− ¿Quieres algo de tomar? - me pregunta, caminando fuera de detrás de su mostrador.

− No, muchas gracias - intento sonreír -. Creo que he bebido suficiente café por hoy -

Ella asiente y camina hacia una máquina expendedora, a un lado de esta estaba la vitrocerámica con café.

Suspiro y soy capaz de observar el vaho saliendo de mi boca gracias al frío que hace.

Eran sólo los primeros días de noviembre y ya estaba congelándome. El clima estaba comenzando a volverse demasiado gélido, la temperatura no rebasaba los siete grados centígrados y la niebla de Londres no hacía nada acogedoras sus elegantes calles.

[...]

Al final de mi turno, voy hasta mi casillero para tomar mis pertenencias y alejarme por el resto del día del hospital.

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