CAPÍTULO 2

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Esta visto que no puedo fiarme de vosotras, mira que avise, "si veis que público un fic sin prólogo, cuidado que puedo no ser yo" y a la primera de cambio lo hago y aquí no dice nada ni Dios bendito. Ten seguidores para esto.
;P XD

Vamos a respirar y a tranquilizarnos q todavía no ha pasado nada.

Un vuelco le dio corazón. ¿Le habría pasado algo? ¿Algo grave? ¡No! Procuró no ponerse nerviosa, ya otras veces le había costado ponerse en contacto con Richard.

Supuso que lo habrían retenido en la cita de la editorial a la que había tenido que ir esa tarde, de modo que no había motivo de preocupación. Logró tranquilizarse y se guardó el móvil en el bolsillo; empezó entonces a desmenuzar las patatas y las zanahorias, y a canturrear alegremente uno de sus temas preferidos, como hacía siempre que trajinaba con los fogones.

No era muy buena cocinera, pero lo intentaba. Más de una vez había hecho arder alguna cacerola e incendiado la cocina. Ella era más de pedir comida a domicilio pero ese día le apetecía cocinar. Hacer alguna especialidad Martha Rodgers.

Ya era casi la hora de cenar cuando su hijo entró, pero ella estaba tan atareada y absorta en recitar uno de sus diálogos de la última obra de teatro en la que había actuado, que no se dio cuenta que la puerta de la calle se abría y se cerraba, ni que él había entrado en la cocina.

-¡Richard! -exclamó en cuanto lo vio -. ¡Por fin! ¡Estaba preocupada! He tratado de llamarte, pero tenías el móvil apagado. La cena está lista. ¿Cómo te ha ido? ¿Te has mojado? ¿Has visto qué tiempo? Menos mal que te di el paraguas, porque si no te habrías... -Calló bruscamente al reparar en los ojos hinchados y enrojecidos de su hijo y en su aspecto cansado y desconsolado.

Había estado tan concentrada en remover el estofado en la cacerola que ni siquiera le había dirigido una mirada.

-Pero... -continuó preocupada y a la vez asustada-. ¿Qué te pasa? ¿Ha ocurrido algo? ¿No les ha gustado tu última novela? -Tras secarse las manos en el delantal rojo y azul, se acercó a él y le acarició dulcemente la mejilla helada. El hombre no respondió. Se quitó el abrigo, dejó el maletín en el suelo y abrazó a su madre con tal fuerza que casi la asfixia.

-Ahora no, madre, te lo ruego -le susurró al oído-. Estoy muy cansado y que quiero descansar. Te espero arriba, después de que cenes. No tengo hambre. No me apetece comer. Solo quiero estar un rato a solas. Necesito reflexionar.

Martha se quedó un poco sorprendida. Si hijo no solía ser así. Era alegre y dicharachero. Pocas veces había estado tan apagado y triste. Tuvo la tentación de preguntarle enseguida a Rick qué era lo que pasaba, pero decidió respetar su decisión, por esta vez, limitándose a asentir y a besar su fría mejilla.

Castle, en silencio, subió las escaleras y se encerró en su dormitorio. Había dado vueltas toda la tarde por la ciudad sin rumbo, en busca de respuestas, en busca del valor necesario, pero sobretodo en busca de alguien que lo pudiese ayudar. En el fondo ya lo sabía. Solo un milagro podría hacerlo.

Que bonita la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora