Capítulo 3

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-Estoy convencido de que no tengo ningún motivo para contestarte a ti esa pregunta-dijo Marco, cruzado de brazos.

-Hazme el favor y lárgate de aquí-le retó Daniel.

-No eres tú el que me tiene que echar de esta propiedad. Aquí no es lo mismo que... Allí. En este sitio puedo estar donde me plazca, sin romper ninguna regla-

-Vamos, Eva, dile que se marche y que nos deje terminar con lo nuestro-esta vez Daniel se dirigió hacia mí.

- ¿Qué carajos? No tenemos nada que terminar. No tenemos nada nuestro. Puedes marcharte que no me interesa-dije de mala manera. No tenía por qué echar a Marco, él, a comparación de Daniel, en los pocos momentos que estuve con él fue amable y respetuoso. Aún no había pasado un día, no podía juzgar a nadie. Mi madre me decía que no debía juzgar a nadie hasta conocer a fondo a esa persona, pero no necesitaba mucho para conocer a estos dos. Uno, amable, y el otro, arrogante. Eso salta a la vista.

- ¿Lo ves? Ella no quiere echarme, Daniel-

-Échalo-Daniel se acercó a mí, yo diría que demasiado. Sentí su aliento en mi rostro cuando dijo aquello. Por un momento, iba a hacerle caso. Iba a dar media vuelta, y decirle que se marche a Marco. Tal y como Daniel me había ordenado. No me importaba nada. Sólo lo iba a hacer.

-No lo hará-con tres zancadas ya estaba tan cerca de mí cómo lo estaba Daniel. Las ganas de echarlo se esfumaron. Daniel y Marco se miraron a los ojos. Y si las miradas mataran, ellos ya estarían muertos. No entendía qué sucedía, nunca tenía cambios tan repentinos, ni siquiera cuando estaba con las hormonas revolucionadas en mis días del mes.

-De acuerdo. Me iré-bien, eso no lo esperaba de Daniel. Sólo me volvió a observar a los ojos y se marchó en su auto. Nunca me imaginé que Daniel fuese a obedecer a Marco. Ese día no podía volverse más extraño de lo que ya era.

-Eso no me lo esperaba...-comenté en voz alta. Marco permanecía a mi lado, observando el camino que tomó Daniel.

-Ni yo. Algo debe haber tramado para acceder tan fácilmente a una petición mía-se colocó de frente a mí, y sonrió de lado. - ¿Tú cómo estás?-

-Um, bien, supongo-

-Lamento haber dejado que Daniel te llevara con él hoy, de verdad, lo lamento-

-Está bien-

-No, Emma, no está bien. Daniel no es el chico que quieres que te recoja para ir al colegio, o intentar zambullirte en una relación. Es malo, malo para ti, y peligroso. No te acerques a él, ni le hagas caso-

- ¡Eh! ¡Alto! Ya me estás asustando. Te refieres a él como si fuera un asesino serial o un terrorista-

-Lo siento, no era mi intención que te asuste-sonrió- sólo quiero que seas precavida. Y que no estés cerca de él-

- ¿Y se puede saber qué ha hecho para que esté catalogado de esa manera?-

-Lo sabrás en algún momento Emma... Será mejor, que ahora sí sea yo el que se marche. Te deben estar esperando dentro-señaló la casa. La casa. Mis padres. ¡Mis padres!

- ¡Diablos!-exclamé-deben de estar preocupados por mí... ¡Es tardísimo!-

-Claro... Ve-se acercó a mí y me besó la mejilla-y no uses aquella expresión... No te queda bien-me guiñó el ojo, y se marchó.

Ahora estaba sola, en medio de la vereda, observando como una tonta la oscuridad, por donde se habían marchado aquellos chicos que de un momento a otro aparecieron en mi vida para dar vuelta todo. La casa tenía las luces encendidas, de seguro ninguno se fue a la cama, y espera mi regreso, o alguna señal de que estoy bien. Entré corriendo, y me encontré a los dos, tomados de la mano, sentados en el sofá, mirando el suelo. Me partía el alma verlos así. Estaban preocupados por mí; y mucho. Ambos levantaron la vista de golpe para ver quién había entrado a su casa, y se levantaron de un salto; bueno, lo que sus cinturas les permitían.

Las sombras del ayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora