Capítulo 9

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En cuanto entré, lo que me imaginé, era que me iba a encontrar a una Melody desparramada en el suelo del baño, desangrada, herida, poseída, o quizás muerta. Pero la escena que tenía ante mis ojos era totalmente diferente a lo que esperaba. Incluso, ya estaba preparada para empezar a gritar y llorar del miedo que tenía por ella, claro que el alivio me recorrió todas las células de mi cuerpo y que el nudo que había en mi estómago se disolviera instantáneamente. Además de que me quedó un leve temblor a causa de la descarga de adrenalina que tuve. Me humedecí los labios. Melody estaba sentada sobre el lavamanos, con las piernas colgando y moviéndolas levemente, y delante de ella estaba Jezabel, pero no parecía que la hirió, o que le hizo algo. Melody incluso estaba con una sonrisa en sus labios ni bien entré. Ahora su rostro reflejaba asombro y duda al verme entrar allí tan desesperada. En cambio Jezabel, quién también reía, ahora me miraba atentamente con los ojos entrecerrados.

— ¿Y ahora?—Melody fue la primera en romper el silencio. — ¿Qué ocurre? Tienes una pinta terrible—comentó. Gracias, no lo había notado. Sólo estaba preocupada porque mi mejor amiga estaba cerca de una loca de la que no conocía nada, pero que sabía que de ella no se podía esperar nada nuevo.

—Yo...—dije. — ¿Estás bien?

—Perfecta—me respondió Melody, seria, cruzando los brazos sobre su pecho.

— ¿Y a qué viniste? ¿No vas a usar el cubículo o qué?—preguntó de repente Jezabel, claramente malhumorada. Sin duda esa chica me daba mala espina.

—Vámonos Melody—me acerqué a mi amiga, la tomé del brazo y tiré de ella. Ella bajó de un salto el lavamanos, pero se frenó ahí, soltándose de mi agarre.

— ¿Qué mosca te picó ahora?—me preguntó algo molesta.

—Vámonos—insistí.

— ¿Por qué?—preguntó entonces ella. La pregunta que no quería, y que no iba a responder.

—Sí, ¿por qué se tiene que ir si no quiere?—acotó Jezabel, apoyando su cadera sobre la puerta del cubículo. Ojalá que de casualidad la puerta se abriera hacia adentro y ella terminara con la cabeza atorada en el inodoro.

—No te fíes de ella—le dije a Melody, refiriéndome a la rubia que nos miraba atentamente. Principalmente a mí.

— ¿Qué?—respondió Melody, con una sonrisa divertida. — ¿Acaso la conoces?

—No. Y no me interesa conocerla.

—Pues a mí sí. Es agradable. No tuvimos mucho tiempo para conocernos pero...

— ¡Pero nada! ¡No llegues ni siquiera a conocerla!—insistí. —No confíes en ella.

— ¿Sabes? A mí, varios me dijeron que no me acerque a ti hace unos años. ¿Les hice caso?—concluyó ella. Golpe bajo. Sus palabras me golpearon con fuerza. No podía creer que ella siquiera se le ocurra comparar nuestra relación, con lo que supuestamente ya tenía con alguien, cuya persona conoce hace unos veinte minutos.

— ¿Y te arrepientes de eso?—agregué, levantando ambas cejas. Ella esperó un momento antes de contestar.

—A veces—contraatacó, para luego retirarse del lugar sin decir más, dejándome con la palabra en la boca. ¿Ella lo decía en serio? No podía decirlo de verdad. Seguro me dijo eso porque estaba molesta. ¡Estaba haciendo esto para protegerla! Había aceptado la idea de que ella me odie, pero no el hecho de que se arrepienta de haberse acercado a mí, cuando nadie más lo hacía.

—Si eres así siempre, no me será nada difícil esta misión—habló Jezabel, acercándose hacia mí.

— ¿Y tú qué quieres?—le solté, de mal humor. Ella dio un paso hacia mí.

Las sombras del ayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora