— ¡¿Qué mierda estás haciendo?!—golpeé con fuerza el banco con la palma de la mano, dirigiendo la mirada hacia los azulados ojos del chico del auto negro. Él se quedó inmóvil por unos segundos, y luego se sentó. De seguro no se esperaba una reacción así de mi parte. Ni nadie. Cuando me di cuenta, toda la clase se había volteado a verme, con un signo de interrogación grabado en sus frentes, Melody también, pero a diferencia, ella tenía una sonrisa en su rostro. La conocía, estaba intentando contener la risa antes de largar una estruendosa carcajada. Incluso el profesor estaba ceñudo en el frente, con un libro en mano, pero a su vez, noté su sorpresa en su mirada. No era común en mí gritar, ni hablar en voz alta. Para mi suerte, hizo como si no hubiera ocurrido nada, y se volteó a seguir escribiendo en la pizarra.
Miré a mi derecha, y noté que el chico grosero tenía un amago de sonrisa, mientras mantenía la vista fija en el pupitre. ¿Qué le divertía de todo aquello? Tardó unos segundos en volver a mostrarse completamente serio, y volver sus ojos hacia mí.
— ¿Qué que mierda hago? Quito porquerías de mi asiento.
—No son porquerías—le respondí, desviando la vista para agacharme y comenzar a juntar mis cosas. Ni siquiera se molestó en intentar ayudar. Qué caballero.
—Es cierto. No es porquería. —levanté la vista, con el ceño levemente fruncido. —Es basura.
—Vete a la mierda —y otra vez su intento de sonrisa. ¿Le daba gracia que lo putee? Qué arrogante.
Me volví a acomodarme en mi asiento mirando al frente, tragando el enojo, e intentando concentrarme en las aburridas explicaciones filosóficas del profesor, que honestamente, no tenía ganas de oír ni una sola palabra. Nunca me gustó filosofía, pero nunca le di importancia. Ahora, tenía menos ganas que nunca de prestar atención. Desvié los ojos un momento al chico que miraba la hoja con una sonrisa triunfadora. Tenía la tez bronceada, y tenía los pómulos levemente marcados, lo seguí observando hasta que notó que alguien lo observaba, y cuando giró la cabeza hacia mí, yo la volví al frente inmediatamente.
—Disculpa—oí decir a mi lado.
— ¡¿Qué?!—contesté de mala manera, levantando la voz, pero no de manera excesiva. No quisiera tener algún regaño. Cuando vi quién era la persona que había hablado, tragué en seco. No era el de la derecha. Sino el de la izquierda, el polo opuesto. —Oh, disculpa... No quería ser grosera.
—No te preocupes. Te disculpaste, y es importante que aprendas de los errores—bueno, eso sí me resultó extraño. Esas palabras normalmente las oía de mi padre. Sonrió. Definitivamente aquellos chicos eran totalmente diferentes. Él tenía el cabello rubio, los ojos verdes bien redondos, y la piel demasiado blanca, como si fuera hecha perfectamente con porcelana. —Sólo quería darte esto. Se cayó y rodó hacia aquí—me extendió una birome negra. Ni había notado su ausencia.
—Gracias—le sonreí.
—Por cierto—se acercó, disimuladamente mirando hacia el frente —Soy Marco Lewis. Un gusto conocerte—
—Un gusto. Soy...
—Emma. Lo sé—iba a preguntar de dónde había sacado mi nombre, pero él fue más rápido al continuar hablando, haciendo que me olvide de la pregunta que planeaba hacerle. —Y él—señaló hacia la derecha —Es Daniel Dachs. Ya debes de haber notado tú misma su carácter podrido
— ¿Son parientes o algo por el estilo?—pregunté, pero sólo por el hecho porque ambos comenzaron las clases el mismo día, a la misma hora, y en la misma materia. Aunque físicamente eran diferentes de pies a cabeza. Y bueno, de personalidad también. Pero no me respondió, sólo rio sarcásticamente. ¿Tan obvia era la respuesta?
ESTÁS LEYENDO
Las sombras del ayer
Ficção Científica¿Qué significa tener una vida normal? Desde luego que no se considera normal haber despertado en medio del bosque, siendo una niña, sin recordar absolutamente nada. No sabía cómo me llamaba, de dónde venía, ni quién era mi verdadera familia. Sólo se...