Me hice un ovillo y giré, por milésima vez. No podía conciliar el sueño, aunque me sentía realmente agotada. Marco y Melody habían acomodado en la habitación, sobre las camas, sacos para dormir, de los que se usan para campamentos. Ella estaba negada a dormir sobre una capa de polvo y colchones apolillados, aunque había sido una buena idea lo de los sacos, eran cálidos, limpios, y tenían una pequeña almohada incluida. La cama que me había tocado, estaba junto a la ventana. Todas estaban acomodadas paralelamente, y la mía en el extremo. A mi lado estaba Daniel, y en las dos siguientes mi mejor amiga y Marco. Le estaba dando la espalda a Daniel mientras observaba la penumbra de la ventana, con las gotas de lluvia repiqueteando en ésta, y los relámpagos iluminando todo brevemente.
Tenía mucho en qué pensar, mucho que procesar, y no sabía ni por dónde empezar. Es decir, existían brujas, ángeles, demonios... y cada una de sus jerarquías. A su vez, la historia de mis padres, la mía, e incluso lo que llegué a sentir por Daniel, si es que se podía llamar como "algo". Estaba confundida, pero no sabía por qué. Sí, lo había besado. Sí, me había gustado, pero... ¿pero qué? Ya ni tenía argumentos para explicar cómo me sentía en aquel mundo sobrenatural y tan extraño para mí. Llevé el borde del saco y me cubrí la mitad del rostro. Aún tenía mucho que preguntar, mucho que conocer y comprender. Ahora entendía, -al menos un poco-, el rol de Daniel y Marco. ¿Ellos habían venido a por mí en primer lugar? Pero, ¿y Melody? Era mi mejor amiga, y amaba que estuviera junto a mí luego de todo lo que pasamos, de las distancias, del peligro... ¿estaría haciendo lo correcto en permitirle que se quedara conmigo? Porque no me sentía segura, y dudaba que ella sintiera algo diferente. No quería ponerla en riesgo, como venía haciendo desde hacía mucho tiempo. Pero tampoco quería alejarla, aunque eso resultaría ser lo más conveniente... claro que no olvidaría que la última vez que intenté apartarla todo había salido mal. ¿Qué era lo que debía hacer? Necesitaba un manual que me dijera que hacer en éstos momentos. Un mapa con indicaciones de a dónde debería ir, y cuáles eran sus consecuencias, o un GPS, algo que me indicara por dónde ir, me sentía cansada de pisar en falso y terminar cayendo a un abismo desconocido y oscuro. Pero mi vida hacía mucho dejó de ser fácil; ya no sabía qué pasaría en las siguientes horas como para pensar en mi futuro, en un futuro normal. Normal... esa palabra me llevó a recordar a mis padres, demasiado normales, demasiado buenos para haber acabado de la manera en que lo hicieron. Parpadeé con fuerza, no podía permitirme recordar así, no quería quebrarme ni deprimirme. No ahora...
— ¿Eva?—apenas oí un susurro a mi espalda. Con un dedo me refregué los ojos disimuladamente, mientras me giraba lentamente, quedando en posición fetal, frente a Daniel, que me observaba con los ojos bien abiertos. Estábamos a una corta distancia, tanto que si quisiera tocarlo, sólo tendría que estirar el brazo—. ¿Estás bien?
— ¿Ahora se te ocurre preguntar cómo estoy?—repliqué, en voz muy baja, levantando una ceja. Él sonrió de lado, y yo también.
—Bueno, no te preguntaré más...
—No, bueno, sí, está bien que preguntes—añado, intentando no trabarme con mis propias palabras.
—De acuerdo. Ahora respóndeme
—No sé.
— ¿No sabes?—inquiere él, y yo niego con la cabeza—. Pues o te sientes bien, o mal. Es simple. Aunque yo diría, que me has besado, por lo que deberías de estar fantástica.
Reí suavemente. Al menos no me sentía tan a la defensiva, y podía reír un poco, distenderme, relajarme, aunque sea durante sólo unos pocos minutos. Me mordí el labio inferior, conteniendo la risa. No quería que mi mejor amiga oyera algo, aunque lo más seguro era que estaba profundamente dormida, y ambas sabíamos que tenía un sueño muy difícil de despertar.
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Las sombras del ayer
Science Fiction¿Qué significa tener una vida normal? Desde luego que no se considera normal haber despertado en medio del bosque, siendo una niña, sin recordar absolutamente nada. No sabía cómo me llamaba, de dónde venía, ni quién era mi verdadera familia. Sólo se...