—Eso no es cierto—repliqué, negando con la cabeza. Miré a Marco—. Tú no puedes ser el hermano de Jezabel. Eso es ridículo.
— ¿Por qué piensas que es ridículo?—me preguntó Rose, mirándonos con el ceño fruncido, dándose cuenta de, que por nuestras miradas, algo no iba bien. Marco estaba tenso. Y ya me imaginaba el por qué... Nunca había dicho eso, ni siquiera en cuanto vio a Jezabel... Aunque, si eran hermanos, ambos habían recibido la misma educación, ¿no? ¿Entonces qué es lo que había hecho Jezabel para ser un demonio? Algo malo, sin duda alguna.
— ¿Es verdad, Marco?—me volví hacia él, mirándolo fijamente. Habíamos pasado tiempo, en algún momento me podría haber dicho que tenía una hermana, y esa hermana, era precisamente Jezabel. Y si él y Daniel se conocían de antes... Eso significaba que Daniel también lo sabía, lo supo todo aquel tiempo, y no fue capaz de decírmelo. Fruncí los labios. Estaba molesta, pero tampoco quería demostrarlo demasiado frente a Rose.
—Sí—fue lo único que le permití decir a Marco. Me giré, y me dirigí hacia la camioneta. Tenía doble cabina, pequeñas, y ni siquiera sabíamos si resistiría transitar bastante, pero al menos, teníamos algo, y todo gracias a que Daniel mató el conductor. Tenía ganas de rodar los ojos, pero me contuve otra vez. Me apretujé entre la puerta, y Melody, quien quedó entre medio de Rose y de mí. Mejor, no quería tener cerca a Rose. Me crucé de brazos, y no pude ocultar mi mirada de fastidio. Daniel, quien estaba intentando poner en marcha el cacharro de cuatro ruedas, me miró a través del retrovisor. Lo miré de mala gana, y decidí abrir la boca.
—Vaya... así que Marco es tu cuñado—repliqué, mirándolo con una ceja levantada. Él frunció el ceño, y volvió a levantar la vista para verme nuevamente. Ya había arrancado, y estábamos en movimiento. Sentí que Melody me miró, y Rose, se inclinó un poco sobre su asiento para verme, aunque lo lograba fácilmente, sólo unos centímetros, ya que las tres nos encontrábamos apretujadas entre sí debido a la falta de espacio y comodidad—. Ya sabes. Por los besos que Jezabel te ha dado...—me encojo de hombros. El silencio era sepulcral, pero no me sentía tímida, ni avergonzada, más bien poderosa. Ahora entendía cuando decían que la información era un arma peligrosa, y no todas las personas estaban listas para tenerla.
— ¿De verdad estuviste con Jezabel, Daniel?—el rostro de Rose mostraba una sonrisa inocente—. Siempre creí que hacían una linda pareja. Me alegra que ahora la hayas aceptado.
Un momento. ¿Qué? ¿Cómo que ahora la aceptó? ¿Y antes? ¿La había rechazado? Eso significaba que... en aquella época, Jezabel había sentido algo por Daniel, pero éste la rechazó. Entonces comencé a armar el rompecabezas en mi mente. Daniel estaba enamorado de Rose, pero ésta había estado enamorada de Marco, quien tampoco le correspondía, porque tenía a alguien más, o eso creía, y, por otro lado, Jezabel, que había estado enamorada de Daniel, pero sin embargo éste nunca se fijó en ella, por fijarse en Rose. Vaya, era algo confuso. El único que había amado, y fue correspondido, fue Marco. Era un record, la primera vez que sabía tanto acerca de la vida de esos dos chicos, y bueno, dos personas más cercanas a su entorno.
—Rose, recuerda que todo eso en lo que estás pensando, pasó hace cientos de años. Ésta es la actualidad. Todos ya hemos muerto—le responde Daniel. Miré de reojo a Rose, quién estaba sentada, inclinada hacia adelante, mirando fijamente a Daniel, pero no decía nada. Marco, giró levemente el rostro, que estaba delante de Rose, y notó cómo se debía sentir por su expresión.
—Rosie... cuando nosotros morimos... nos convertimos. Yo fui al cielo, y soy un ángel. Daniel, por el contrario, es un demonio, y se fue al infierno. Hemos vuelto por... una misión. Pero nuestra raza es esa actualmente. Ángel, y demonio. Pero tú... tú moriste en aquella época, y no entendemos por qué sigues aquí, viva, y siendo una humana.
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Las sombras del ayer
Science Fiction¿Qué significa tener una vida normal? Desde luego que no se considera normal haber despertado en medio del bosque, siendo una niña, sin recordar absolutamente nada. No sabía cómo me llamaba, de dónde venía, ni quién era mi verdadera familia. Sólo se...