Capítulo 5

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El único tema que se rumoreaba en la escuela por los últimos días, era acerca de lo que había ocurrido en el bosque. Yo tampoco volví a ir a aquel lugar. Respeté la petición de mi madre, y le hice caso. No me arrepentía, pero me sentía... incompleta. Aquellos días, Daniel había desaparecido. Marco iba a la escuela, pero se marchaba temprano, y apenas hablaba. Se mostraba tenso, preocupado, pero cuando le pregunté qué ocurría, si todo estaba bien, sonrió, y asintió; luego se marchó, y faltó al colegio al día siguiente. No podía evitar pensar que estos chicos estaban directa, o indirectamente relacionados con lo que había ocurrido noches atrás en el bosque. Pero no tenía una pista que me dijera que mi teoría era cierta. A veces me ponía a imaginar qué podría haber pasado aquella noche en el bosque cuando estaba con Daniel. ¿Yo también hubiese sido víctima de aquello? Probablemente. Y eso me aterraba. El único lado positivo de que Daniel y Marco hayan desaparecido, era que no había vuelto a mentirles a mis padres. No tuve la necesidad de hacerlo, y eso me aliviaba. Pero no me podía mentir a mi misma, me moría de intriga por saber cómo era la vida de ellos, quería que volvieran a aparecer para conocerlos, poder responder a cada una de las incógnitas que tenía en la cabeza.

Como cada mañana, me abrigaba con varias capas de ropa, desayunaba, y partía la caminata hacia el colegio. Nunca más me había cruzado con aquel auto gris, o aquel auto negro, ni nadie se había detenido para llevarme, o para intentar obligarme subir a un auto. Hundí el rostro en la bufanda, y seguí caminando, entrecerrando los ojos para que el viento no me molestara. Cuando entre la institución, sentí como los ojos me lloraban levemente por el frío, y mi cuerpo estaba entumecido. Antes de la primera hora de clase, me metí en el baño para utilizar el secador de manos que está incrustado en la pared, junto al lavabo. El aire caliente que salía de allí hacía que la circulación de mis manos volviera a funcionar. Esa era la desventaja de vivir en un pueblo, donde hasta en verano siempre debes andar con aunque sea una chaqueta. Cuando fui a tomar el picaporte para salir de allí, sentí una voz conocida, mejor dicho, dos voces conocidas, y me detuve en ese instante. Miré hacia atrás, pero estaba completamente sola allí dentro, todas las chicas del colegio de seguro estaban ubicándose en sus respectivas aulas antes de que comiencen las clases. Acerqué la oreja a la puerta, para escuchar mejor.

—Tienes que hacer algo. Urgente— esa era la voz de Marco, sonaba serio, y algo molesto.

— ¿Qué quieres que haga idiota?—repuso Daniel, más molesto aún. Y bueno, era obvio que no le agradaba Marco, de modo que sería todo un fastidio tener que hablar con él. Pero, ¿por qué lo hacían?

— ¡No lo sé! Yo no soy el indicado para sociabilizar con los tuyos. ¡Debes hablar con ellos o lo que sea! ¡Tienes que detenerlos! Hace falta más tiempo. Que tengan paciencia...—

— ¿Paciencia? ¡Paciencia! ¿Dime que no hablas enserio...? ¡De verdad que no tienes idea la importancia que tiene esto! ¡Tiempo es lo que menos tenemos imbécil!— Daniel pareció que rugió cuando contestó aquello, de tal manera que di un respingo, pero seguí escuchando un poco más.

— ¿Y cómo se supone? No podemos forzarla a nada. Es algo de confianza y...—argumentó Marco.

— ¿Confianza? Es más que eso. Se trata del vínculo. De cuál sea más fuerte, y creo que ambos sabemos cuál lo es más—refutó Daniel, con voz de suficiencia y triunfo.

—No. Aún no está decidido. Es cierto que influyes en ella cuando la tienes cerca, pero si estoy yo, eso se equilibra. Así como también si está conmigo, se influencia hacia mí y...—

—Entonces, no permitiré que se vuelva a acercar a ti—

— ¿Oh, sí? No me digas. No impedirás nada—

Las sombras del ayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora