Capítulo 17

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— ¿Una bruja?—pregunto con incredulidad. Tenía que ser una broma de mal gusto. De pésimo gusto. Acababa de perder todo lo que tenía por culpa de todo lo sobrenatural, y ahora me venía a enterar que también las brujas eran reales.

—Sí.

— ¿Qué más falta? ¿Una momia?—musito con sarcasmo.

—No seas tonta—me riñó Daniel—. Las momias no existen—continúa. Sí, claro. Ya nada me parecería loco o extraño a partir de ese momento. Las momias podían no existir, pero toda esa mierda de Daniel y Marco existía; sumándole lo de la bruja. Me sentía demasiado confundida, aturdida, pero a su vez estaba en tal shock que me costaba procesar todo lo que ocurría a mí alrededor.

—No me sorprendería que existieran—murmura Melody desde adelante. La notaba extremadamente relajada a comparación de lo que debía realmente, ella era mucho más "loca" que yo, y me sorprendía que no estuviera gritando que la estaban secuestrando, y que quería volver a su habitación donde sus centenares posters de Jacob la protegerían.

Marco y Melody se enfrascaron en una conversación sobre momias a la que a los cinco minutos dejé de prestar atención. Tenía la cabeza atestada de información, y no me interesaba saber cómo a las momias les sacaban el cerebro por la nariz. Me quedé viendo por la ventanilla, mientras sentía la mirada de Daniel sobre mi nuca, poniéndome nerviosa, inquieta. ¿Por qué provocaba aquello en mí? No podía ser sólo aquella relación extraña, porque con Marco no sentía nada parecido a lo que sentía por Daniel. Quería preguntarle, pero preferí mantenerme callada. Sola lo descubriría, como prácticamente me había enterado de todo: Sola. Sólo me habían dado explicaciones una vez que los hechos ya hubiesen transcurrido.

— ¿Cuánto falta para llegar a donde sea que vayamos?—le pregunto a Daniel, sin mirarle. Me gustaban sus ojos, y no quería quedarme embobada sin poder apartar los ojos de los suyos.

—Primero tendríamos que frenar unos minutos para cargar combustible, y quizás comprar algo para que te abrigues—comenta Marco desde adelante. Vuelvo el rostro y le veo por el retrovisor. Me dirige un rápido vistazo antes de volver la vista a la carretera. Era cierto. Ni calzado traía puesto. Había perdido todo en el incendio. No, no, no. Aparté aquellos pensamientos de mi cabeza rápidamente, no quería volver a llorar, no ahora, donde tres pares de ojos me observaban.

—Me parece bien, tengo que ir al baño a hacer pis—acota Melody.

—Agh, ¿tenías que aclarar para qué?—le pregunta Daniel con una mueca de asco. Melody hace como si no lo hubiera oído.

Suspiro, y me concentro en fijar la vista en el paisaje de puro pastizal que nos rodeaba a medida que avanzábamos. Parecía como si cada kilómetro que avanzábamos, nos alejábamos de la civilización. Sólo campo, y soledad. Durante horas no había visto ni una sola persona en los terrenos que habían pasado, ni siquiera campos con vacas o caballos, nada. Sólo los suelos verdes y el cielo celeste. Nada más que eso. A veces me preguntaba si Marco realmente sabía hacia donde nos dirigíamos, pero luego recordaba, que no me importaba. Total, ya ni siquiera de la escuela tendría que preocuparme. Literalmente, me había quedado sin nada. ¿No estaría mejor si dejaba de vivir? No, no, Melody aún estaba a salvo, tenía que protegerla a como diera lugar. Sí, eso había dicho de mis padres, y resultó que no pude evitar nada... Melody, era ella, lo único que me quedaba de mi antigua vida, porque ahora no me quedaba de otra que comenzar una nueva vida, con diferentes personas, quién sabe en qué lugar, y haciendo qué.

—Al fin podré estirar las piernas—comenta Marco, haciendo que volviera a la realidad. Luego de unas pocas horas de continuo silencio, simplemente me había perdido en mis pensamientos mientras observaba el paisaje infinito. Cuando presté atención, el auto estaba detenido junto a una manguera de gasolina para cargar el vehículo, Marco estaba junto a su puerta, y Melody ya no estaba. Probablemente se haya corrido una maratón hacia los baños públicos de la estación de servicio. Y Daniel... estaba a mi lado, con sus ojos clavados en los míos.

Las sombras del ayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora