Capítulo 7

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Arrastraba los pies contra la nieve, conteniendo la respiración. Sentía que la cara me empezaba a arder por la falta de aire, pero no me atrevía ni a respirar, creía que sólo con una exhalación, sería suficiente como para indicar mi posición ante ellos. Definitivamente, la parte de mí que es centrada, cuidadosa y lógica, se había quedado dormida. Porque no podía ser de otra forma. Me había escabullido de mi casa sin un buen motivo, sólo el hecho de sentir que debía venir al bosque. Pero eso sonaba raro e irracional. Estaba mal. Lo sabía, pero no podía contra ello.

Los gruesos árboles de diferentes tamaños hacían el trabajo de hacer reparo, no había esas corrientes frías que te volteaban como en el descampado, pero aún hacía frío. Todo estaba oscuro, en penumbras, y ni siquiera sabía a dónde me dirigía, cuál era el verdadero propósito de aquello. Me abracé a mi misma, esperando darme un poco de calor, pero era ineficaz, no servía para nada. Sentía que los labios me temblaban, y mis manos se agarrotaban. El frío me dolía, estaba siendo cruelmente filoso. Me frené en el lugar, cerré los ojos con fuerza, y me dije a mí misma, que terminaría en el hospital con una pulmonía. Parece que eso fue suficiente para convencer a mi subconsciente de que no debía de estar más allí. Miré hacia atrás, por el camino que venía tomando; apenas visibles, noté mis huellas al llegar. Bien, usaría eso para volver, porque claramente, nunca me había sabido manejar dentro del bosque. Las pocas veces que eh estado, me había perdido. De esta forma me aseguraría de regresar directamente a casa. Avancé aproximadamente unos cinco metros, cuando dejé de ver mi rastro. Parpadeé varias veces, pero había desaparecido. ¿Cómo era posible? Si no había viento ni nada que hiciera que las huellas desaparecieran. Me agaché, y acaricié levemente la nieve, intentando al menos ver si había quedado algo, para poder seguirlo aunque sea con el tacto, pero no, no había nada. Sólo la suave nieve. Mierda. Sabía que no tenía que salir, ya me había perdido. Intenté volver a encontrar el rastro con las manos, pero fue completamente inútil. Miré a mi espalda, pues creí haber oído algo, pero estaba sola. Sentí que casi se me sale el corazón por la boca, cuando volví a mirar el lugar en donde estaba buscando las huellas. Éstas habían vuelto a aparecer. Pero no eran sólo las mías. Sino que aparecieron las de alguien más. No estaba tan sola como creía. Alguien me estaba siguiendo, algo extraño estaba ocurriendo. Me puse en pie. No podía permanecer allí ni un minuto más. Comencé a correr, en la que creía que era la dirección de las huellas, no alcanzaba a verlas mientras corría, pero no me importaba. Quería salir de allí a como dé lugar. Urgente.

Todo pasó tan rápido, que prácticamente volví a la realidad cuando caí hacia atrás sobre la blanda nieve. Había corrido tan rápido, que no percibí cuando un árbol había aparecido de la nada frente a mí. Pero luego me di cuenta que no se trataba de un árbol, sino de alguien. Iba a gritar, pero mi voz no salió de mi garganta. Sólo me quedé mirando en silencio la silueta que estaba en pie, frente a mí. ¿Eso sería todo? ¿Allí acabaría mi vida? ¿Sólo así? Me maldigo, todo por tomar decisiones estúpidas e incoherentes. Yo me comportaba como una estúpida que no sabe razonar. De repente, la determinación me corrió por las venas, y me levanté, para correr, e intentar dirigirme por el costado de donde estaba la silueta. No iba a darme por vencida sin luchar. Si luego me arrepentiría de algo, al menos quería tranquilizarme por el hecho de que fui capaz de hacer algo, y no me dejé vencer por no hacer nada. Pero aparentemente nada me salía como lo planeaba últimamente, y eso no iba a ser la excepción. La persona se volvió a colocar, demasiado rápido, frente a mí, y me rodeó con sus brazos. Quedé atrapada en sus brazos... Pero no era lo que esperaba. Estaba esperando que hincara sus colmillos, o me clavara sus garras, pero no lo hizo.

— ¿Tan apurada estás que ya te quieres ir?—preguntó Daniel, sin soltarme, inclinando la cabeza hacia atrás para encontrar mi mirada. Temerosa, levanté la vista. Y totalmente, era Daniel.

Las sombras del ayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora