Capítulo 21

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    —Quiero irme—dije de repente, sintiendo una opresión en el pecho, mientras que el mal presentimiento aumentaba en mi interior con fuerza. Tragué saliva silenciosamente, intentando hacer pasar aquellas sensaciones horribles que comenzaron a invadirme de repente, haciendo que me pusiera demasiado nerviosa e inquieta. Marco había juntado las pocas cosas que teníamos en aquella casa vieja, cargando todo rápidamente en el maletero de su auto. Aún no había amanecido, al menos no por completo. Melody estaba de pie a mi lado, en el porche, esperando que Daniel termine de juntar los sacos de dormir que estaban en la habitación.

Me había costado bastante conciliar el sueño luego de haber estado escuchando aquella conversación. Luego había sentido la pausada respiración de Daniel en mi cuello durante un rato, y me reconfortó bastante, ayudándome a quedarme lentamente dormida. Unas pocas horas después me había despertado al sentir que Daniel se levantaba, anunciando que debíamos irnos enseguida. No discutí, sólo me levanté de un salto, me calcé las zapatillas y me dispuse a acomodar algunas cosas, que no eran muchas. Lo que menos quería era volver a tener algún encuentro con otro demonio como el de la noche anterior.

—Todos nos queremos ir—dijo Daniel, apareciendo a mi lado, con los brazos cargados, para luego dejarlos en el auto.

—De verdad—añadí enseguida—. No es sólo porque quiero, sino porque también lo estoy sintiendo. Quiero alejarme de aquí enseguida...—intenté explicar lo que estaba pasando en mi interior. Marco me observó con el ceño fruncido.

—Daniel, ya comenzó...—dijo en voz baja, pero audible. Daniel se endereza, mirando hacia nosotros con el ceño fruncido.

— ¿Qué?—pregunto—. ¿Qué es lo que comenzó?

—Tus instintos. Siempre estuvieron, pero a medida que el tiempo pasa, comienzan a crecer—me explica Marco, tranquilamente.

— ¿Por eso siempre tuve pesadillas?—él asiente.

—Sí, siempre tenías pesadillas del mismo estilo, ¿o me equivoco?—niego rápidamente—. Y a medida que crecías, éstas aumentaban—yo asentí, intentando seguir su punto—. Y ahora tus instintos comenzaron a surgir estando despierta. Hace ya un tiempo.

—Sí—respondí con la boca prácticamente seca.

—A medida que pase el tiempo, cada vez sentirás más. Sentirás a un demonio a mucha distancia, o a un ángel. Te darás cuenta de lo que son, sólo si te enfocas bien. Y...

—Ay—mascullé con los dientes apretados. Me sentía como un gato enjaulado, me sentía cada vez más encerrada, y quería alejarme de allí, salir corriendo si era posible.

—Cálmate. Sólo tienes que acostumbrarte—añadió Daniel, tomando mi mano y tirando de mí para guiarme hacia el auto. Lo seguí involuntariamente, mis piernas se movían como si yo no las pudiera controlar. Cada célula de mi cuerpo me suplicaba que me alejara, mi organismo respondía de aquella manera.

Con los nervios a flor de piel, me subí en el asiento trasero del auto, justo detrás de Melody quien estaba delante. Daniel estaba a mi lado, y cuando Marco cerró la puerta del piloto, no tardó demasiado en pisar el acelerador para alejarnos de aquel sitio de una vez. Me giré y miré hacia atrás, intentando ver algo, o alguien... pero no lograba ver a nadie, aunque aquella sensación horrible permanecía allí. Maldita sea, era algo más que un simple nudo en la garganta.

—Acelera—expresé, desesperada, molesta e inquieta, sintiéndome como si me ahogara. El auto ya estaba en movimiento, pero o no nos estábamos alejando lo suficiente, o nos estaban siguiendo demasiado rápido. Me mordí el labio, y apreté las manos en puños, intentando que dejaran de temblarme. Me sentía como un animal acorralado, a punto de convertirme en presa. No había pasado ni cinco segundos desde que había hecho mi petición, pero no lo resistía más. No podía. Me enderecé, agarrándome de los dos asientos delanteros, y en un rápido movimiento terminé sentada en el regazo de Marco. Al menos era bastante flaca como para caber allí, y que mis piernas cupieran y alcanzaran el acelerador. No presté atención al grito de Melody, y las quejas de ambos chicos, sólo estaba concentrada en no soltar el acelerador. Tal fue la inercia, que mi espalda chocó con el pecho de Marco.

Las sombras del ayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora