Capítulo 25

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El que conducía, preguntó varias veces a dónde nos dirigíamos. Pero ninguno tenía una respuesta clara para él. Marco le indicaba que continuara con por su camino, que le avisaríamos en cuanto llegáramos. Pero ni siquiera sabía a dónde se dirigía aquel camión repleto de comida de animales de campo. El hombre nos dejó viajar en su vehículo un par de horas. Cuando estacionó en una estación de servicio, nos pidió amablemente que nos bajáramos. Al no decirle nuestro destino, creyó que seríamos unos delincuentes que vagaban por ahí sin rumbo alguno. No objetamos nada, además, sentía el trasero entumecido de estar sentada sobre rendijas duras que conformaban la caja.

—Gracias, de todas formas por habernos traído hasta aquí—Marco sonrió amablemente, al hombre que ya se estaba subiendo nuevamente al camión, y arrancar a toda velocidad. Miré a Melody, que se estaba manteniendo sola en pie, lo que me hacía saber que mi teoría era cierta: sólo sobreactuaba para poder estar cerca de Marco. No la culpaba, no era algo malo. Ella tenía el cabello más que revuelto, luego del accidente, viajar al aire libre, con el viento golpeándote constantemente la cabeza y revolviéndote el cabello, no era algo que te dejara el mejor peinado.

—Aquí podemos comprar algo para comer, y un botiquín. Necesitamos desinfectarte las heridas—dijo Marco, diciendo eso último hacia Melody, mirándola solo a ella. Bufé.

—Nosotros también nos hemos hecho cortes—replico, interrumpiendo su momento de romance de película.

—Sí, pero nosotros no podemos morir por una simple infección. Además, ya estamos casi curados—responde, volviéndose para verme. Fruncí el ceño, y me observé los brazos, que anteriormente estaban algo magullados, y ahora, sólo había sangre seca. Los leves cortes ya estaban cerrados, y no sangraban. Vaya, eso de tener sangre especial tenía su punto positivo.

—Bien, vamos dentro, entonces—respondí, suspirando—. Aunque hay que solucionar dónde dormiremos hoy. Ni siquiera tenemos vehículo, estamos a la deriva, ni siquiera sé en dónde nos encontramos. Bueno... desde que nos fuimos del pueblo que no supe en dónde nos encontrábamos.

—Aquí mismo si es necesario—replica Daniel—. Aunque eso implique que mañana temprano tengamos que volver a hacer dedo y alejarnos. No tardarán en encontrarnos.

Mientras yo hablaba con Daniel, percibí que Melody había ido al interior de la estación de servicio con Marco. Probablemente estén apresurados por curar las heridas de mi mejor amiga. Si aquello me hubiera ocurrido en mi época como humana, sin duda habría entrado en crisis, por preocuparme por cosas demasiado simples, un lugar para dormir, un baño donde asearme. Al poco tiempo había entendido que lo importante era estar con vida. Había estado cerca de la muerte tantas veces... Que ahora entendía un poco más cuando mi madre adoptiva siempre me decía que tenía que ser feliz y sonreír siempre. Era raro, sentía como si tuviera dos madres y dos padres. Antes, a los biológicos no los contaba como tal, pero al recordar, también sentía como antes, recordé cómo yo los amaba, y cómo me amaban ellos a mí. Era la pieza que faltaba en el rompecabezas de mi mente. La incógnita de toda mi vida... Haber aparecido en el bosque, sin recordar, desnuda... Todo tuvo sentido, y no era que fue por la crueldad de dos seres.

Seguí a Daniel cuando entró en la estación de servicio, y fue raramente placentero entrar en un ambiente cálido luego de haber pasado tanto frío. Me abracé a mí misma y observé todo atentamente. Daniel observaba los estantes que había bebidas alcohólicas, aunque lo hacía de manera distraída. Melody sentada en una silla cerca de la entrada de la tienda, y Marco arrodillada frente a ella, mientras le rasgaba un poco el pantalón para poder ver completamente su herida. Me acerqué, y reprimí una mueca de asco, desagrado e impresión. Era una herida profunda, abierta, su piel estaba rasgada como si le cayera a un lado en una capa. Marco pasaba con mucha delicadeza una gasa blanca con desinfectante y agua oxigenada, en toquecitos. Melody maldecía por lo bajo.

Las sombras del ayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora