20: El hombre del brazalete de oriviom

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Me siento mal por lo que dije —Su expresión se veía sincera, lo estaba diciendo decorazón. Sianiris se recogió un mechón de su negro cabello detrás de la oreja. Traíacolgando un hermoso pendiente que colgaba a la altura de su cuello. Evan jamáshabía puesto tanta atención en un cuello, pero aquél, simplemente le parecía perfecto—. Irás a unpeligroso viaje, y lo mejor que puedo hacer, es desearte suerte y que regreses a salvo.

  —Gracias, yo también me he portado grosero contigo —dijo él, haciendo un esfuerzo por notrabarse la lengua. Al verla directamente a aquellos cautivadores ojos, quedó atrapado en su miradapor largo rato, luego se sonrojó por parecer tan obvio—. Normalmente no soy así, pero últimamentehe pasado por muchos cambios que... 

—No necesitas explicármelos —Ella le tomó de la mano con delicadeza, como si no se atreviera aestablecer contacto. Sus dedos rozaron levemente y él sintió una descarga agradable por todo sucuerpo. Deseó que ese instante durara más tiempo, pero fue cortado por la madre de ella, quien laesperaba en la puerta al final del pasillo. 

—Me tengo que ir —comentó Sianiris con tristeza—. Volveremos a Ciudad Central para ver unosasuntos con el general Halder y su ejército. Bueno, yo no, mi madre. 

—Lástima que estén apresuradas, de lo contrario te invitaría a recorrer juntos el pueblo. 

—Me hubiera encantado —contestó ella—. Espero y la oferta siga en pie cuando vuelvas. 

—Es una promesa —dijo Evan.  

  Ella se retiró y su madre abrió una de las múltiples puertas de la cabaña. Ya era de noche y la lunaestaba en su auge, radiante y enorme en un cielo despejado que permitía a la nave del gobiernodespegar sin apuros. Si el clima seguía así hasta la capital, su vuelo sería muy agradable. 

« ¿Qué no estaba lloviendo torrencialmente? » se extraño él. No recordaba a que hora había dejadode repiquetear el agua en el techo. De pronto, las paredes se disolvieron como un remolino queingería todo a su alrededor. El rostro hermoso de la chica se volvió amorfo y se quedó sinexpresiones. Sintió como si alguna mano lo hiciera reaccionar con fuerza. 

« Todo fue un sueño. » Evan despertó desilusionado en su dormitorio austero. Cerró de nuevo lospárpados para ver si podía regresar a aquella dulce fantasía, pero no lo logró. Tuvo sentimientosencontrados al pensar de esa forma en aquella chica que una noche antes le tiró un puntapié cuandose despedía. Claro que se excusó diciendo que había sido un accidente para que su madre no lareprendiera. Se fijó en su pantorrilla, justo donde había recibido la patada, notó que ya no teníamoretón y el dolor había desaparecido. 

Al desperezarse observó que el amanecer había llegado. Bajó las escaleras aprisa, esperandoencontrar a Narvín en la cocina, sin embargo, no había nadie, salvo un tazón de fruta y una jarra dejugo medio vacía. Debajo de la jarra había una nota. Evan de inmediato la leyó: 

"Hoy se pone el mercado del pueblo. Alístate con todas tus cosas y ve de inmediato en cuanto puedas.Compra un kilo de darelís y una botella de agua efervescente. Si no tienes monedas para pagarlos, dejaalgunas de tus pertenencias, ya luego me encargaré yo de reponértelas. Es importante que las adquieras acomo dé lugar. Cuando lo hagas, búscame en el Callejón de las Estacas. 

Narvín

Dobló el papel y lo guardó. Luego de asearse recogió sus cosas en el macuto que colgaba a suespalda y dejó la cabaña bajo un sol matutino que brillaba entre nubes disipadas en el horizonte.  Aquella escena lo llevó a recordar fragmentos del sueño que se negaba a olvidar, pero que poco apoco se diluía en la inexistencia.

El milagro de EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora