27: La prueba de la percepción

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Aquellas palabras cayeron como un balde de agua fría para los tres foráneos. ¿Porque esa decisión tan repentina y drástica del Xar? ¿Qué le había dicho aquél anciano al oído?

Evan captó las silenciosas preguntas de sus dos acompañantes, que con la mirada parecían cuestionarlo si sabía algo que ellos desconocían. Les respondió con un encogimiento de hombros para darles a entender que él tampoco tenía idea de lo que estaba pasando.

El líder supremo también se percató de aquella incertidumbre y decidió aclararlo cuanto antes.

—Les presento a Waniceo, nuestro prodigioso explorador del porvenir — Señaló al maduro hawar, el cual hizo una sencilla reverencia hacia los visitantes—. Él es quien tiene contacto con todos sus colegas en Hawa-Pük y le ha llegado un mensaje desde Niwoor, donde según tengo entendido, ustedes pasaron ahí un par de noches.

Waniceo le tendió un pequeño cilindro aperlado, que el líder tomó con soltura y lo mostró hacia ellos. Evan lo reconoció al instante, había visto varios iguales en el orukak de aquella bruja un día atrás.

—Éste objeto nos fue enviado por Quqanaki, exploradora del porvenir de Niwoor —Alzó el cilindro por encima de su cabeza para que lo vieran mejor—. Muestra el nombre de alguien a quien le han sido revelados destellos del futuro. Lo que adentro contiene, son los fragmentos de su destino.

Evan notó que el cilindro tenía inscrito su nombre, o al menos así parecía a la distancia.

—¿Porqué no nos dijiste? —le preguntó Jagui en un susurro. Evan no supo que decir al respecto pues le pareció una trivialidad en su momento. Narvín, en cambio, sonreía para sus adentros, como si aquello lo esperara.

El Xar bajó el objeto y se lo devolvió a Waniceo, quién enseguida lo abrió por la punta. Del interior sacó cuatro piezas que puso en la palma de su mano. Una diminuta punta de flecha, una piedra negra, dos aros metálicos entrelazados y una reducida aguja partida a la mitad.

—Son la representación de las visiones que aparecieron en éste humano —dijo Waniceo, poniendo extrema atención a las piezas—. La vidente tuvo razón en advertirnos, lo que presenció no fue una simple predicción, sino algo que nos afectará a todos nosotros.

—¿Qué es lo que dicen? —urgió saber la regidora Imewa. Tenía tanta curiosidad como todos los demás.

—La punta de flecha indica un camino inevitable —contestó el anciano. La tomó con cuidado, metiéndola al cilindro—. La aguja resquebrajada hace alusión a la guerra, cierta disputa, una cruzada mundial por estar dividida justo a la mitad —Hizo lo mismo, arrojándola al interior—. Los anillos unidos mencionan una fusión, un nexo, un vínculo con alguien o algo muy arraigado —Los depositó junto a los otros, dejando solitaria a la piedrecilla—. En forma simple, hasta aquí puede leerse lo siguiente: Sus acciones llevarán a los ejércitos combatir por el dominio del orbe, teniendo de su lado a...—hizo una pausa, asiendo la pequeña roca con dos dedos.

—¿A quién? —Ésta vez fue el turno del otro regidor, Twal, que ya estaba al borde de su asiento.

—A los demonios —mencionó Waniceo con desprecio. Arrojó la piedra al suelo, lejos de él, como si le quemara al tacto.

—¿Estás seguro de lo que dices? —El Xar fruncía el ceño.

—Absolutamente —contestó el vidente—. La piedra negra los representa, no hay forma de equivocarse.

—Me niego a creerlo —saltó Imewa—. Has de estar interpretando mal las señales.

Waniceo negó con la cabeza, sonriendo de la misma manera que alguien lo hace cuando intenta explicarle a un chiquillo.

El milagro de EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora