16: Una noticia inesperada

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  La Sala del Tratado estaba abarrotada, como se esperaría a un mensaje de la moderadorasolicitando una junta urgente. Los motivos eran escasos pero concisos: la reciente llegadade Malcom con la respuesta de Diocado y los nuevos ataques en la frontera sobresalíanen el desplegado. Los gobernantes arribaron al Transcord tan pronto sus actividades se lo permitierony una gran cantidad de asistentes ocuparon la mayoría de las habitaciones de aquél edificio.  

  Leonela McNardi se presentó ese día luciendo un traje sastre color rojo y el cabello sujeto en unacoleta. Su maquillaje discreto dejaba apreciar un rostro bien tratado y atractivo. Se acercó al estrado,tomó el micrófono y sin más preámbulo dio la bienvenida al auditorio. 

—Damas y caballeros del Concejario. Antes que nada se les agradece por haber asistido puntuales,aún con la premura que caracteriza éste tipo de reuniones. Se les ha convocado para escuchar el relatodel hombre que realizó un largo viaje hasta Kamud. Por si no lo recordaban, Malcom tomó la misiónde volar hacia el continente Essyrea, con la finalidad de pedir una audiencia a las máximas autoridadesdel planeta —Se dirigió al piloto que estaba sentado en la parte baja de las butacas y le pidió quepasara al estrado. Ella se movió inquieta mientras aguardaba. Su estado de ánimo dependeríaenteramente del informe que escuchara. Si fuese favorecedor, festejaría esa noche; si era adverso, lapreocupación no la dejaría dormir durante una racha completa. 

—Buenas tardes —saludó Malcom al situarse ante los presentes. La sala le parecía más grande,vista desde aquella perspectiva. Estaba acostumbrado a ocupar un asiento en las butacas y dedicarse aescuchar solamente—. Antes de comenzar, quisiera disculparme por la demora que tuve. El viaje queemprendí no fue sencillo. Ha pasado mucho tiempo desde que un humano atravesó el mar y recorrió tan exóticos territorios. Aquellas épocas donde nuestra raza podía deambular fuera de Marasca hanquedado en el olvido. Son pocos los lugares en donde somos bienvenidos, y son esos sitios los que unhombre prudente debe procurar si quiere salvar su pellejo. Hice varias escalas en los puntos dondepodía cargar combustible a mi nave, ya que en muchas ciudades no utilizan el etanergen que, porcierto, el costo de surtir era exorbitante. Unos estafadores buscaban cobrarme cerca de quincetributos cada llenado, y otros hasta un eraldo —Hubo exclamaciones de incredulidad y asombro—.Es por eso, el motivo de mi considerable retraso.

  —Conmovedora historia —lo interrumpió Vadim Jankús—. Pero no he venido a perder mi valiosotiempo parar esto. Ve al punto —Otros cuantos a su alrededor lo secundaron. 

Malcom pasó por alto la queja del gobernador. 

—Al llegar a Kamud, pedí hablar con el comandante de las Fuerzas Perpetuas. Me imaginé que porser un visitante que iba desde tan lejos, tendría un trato especial, pero me llevé una amarga sorpresa.Un grupo de amalgamados me realizaron un sin fin de preguntas en tono hosco, no sin antes sersometido a una inspección minuciosa y poco sutil. 

—Tal vez no hayan visto humanos desde hace tiempo, por eso pudiera haber ciertodistanciamiento hacia nuestra raza —apuntó un concejal a su izquierda—. Sin embargo, eso no esmotivo para que te hayan dado un trato anti diplomático. Marasca ha estado siempre dentro de losestatutos del Diocado. Un ápice de respeto no es mucho pedir. 

—Lo mismo opino, concejal —admitió Malcom—. Ni siquiera me ofrecieron instalarme en susestancias. Una celda sin reja y un poco de pan endurecido fue razón suficiente para darme cuenta queno les gustaba mi presencia. Lo único que me ofrecieron fue agua, aunque me la dieron justo en elrostro al despertarme y avisarme de mi encuentro con su comandante, que a final de cuentas noresultó ser él, sino el subcomandante Yeral Uadis; un amalgamado que al observarle la cara, supe quenada bueno obtendría de él.

—Según tenía entendido, los Amalgama sirven como soldados —apuntó la moderadora—. ¿Desdecuando ocupan altos rangos? 

—Eso no importa ahora, Leonela —dijo Terafor Monteclur—. Lo que nos interesa saber es quedeliberó la Eterna Sede. 

El milagro de EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora