49: Un nuevo aliado

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Harodur se movía inquieto en su lugar a lomos de su pesado animal. Esperaba impaciente al explorador desde hace rato; lo había enviado a cabalgar varias leguas para averiguar datos y detalles sobre la contienda, con la esperanza de escuchar buenas noticias, pero al ver la rapidez con la que se aproximaba su enviado, supo que no le esperaba nada bueno.

Su experiencia le hacia advertir que la postura con la que galopaba un individuo, decía mucho de él; el explorador se notaba tenso al tomar las riendas y mantenía su cuerpo inclinado hacia delante, como si con eso le ayudara a llegar más pronto a su destino. No, las buenas noticias no llegarían en esta ocasión.

El explorador disminuyó su velocidad al estar casi frente a él. Se notaba totalmente agitado.

—Hanoruk —le dijo—. Las novedades son desalentadoras.

«Me lo imaginé.» pensó Harodur, quién en ese momento ocupaba el puesto provisional de hanoruk, debido a la ausencia de su hermano mayor Gyrudor.

—Hay hordas y más hordas de gridwöls —continuó el recién llegado—. Están acabando con los humanos.

Aquellas palabras desconcertaron a Harodur. Según tenía entendido, el ejército humano era muy superior a la mayoría de cualquier fuerza armada de Era; por más que fuera el número del enemigo, no tenían el potencial de Marasca para resistirlos.

—¿Estás seguro? —le preguntó—. ¿Qué tipo de armamento traen los espinosos?

—Del tipo austero; hachas y mazos son las que alcancé a distinguir.

El hanoruk adoptó una expresión ceñuda, pero antes de que pudiera replicar, el explorador continuó.

—Los humanos están obligados a combatirlos mano a mano; al parecer, los ornicones han llegado a engrosar las filas enemigas y limitan el poderío del adversario. En éstos momentos los gigantes están ocupados con los escasos hawares que asistieron al llamado.

—¿Números? —cuestionó Harodur al instante; fijando sus ojos hacia el horizonte.

El explorador contestó sin titubear.

—Hay alrededor de mil ornicones; los hawares los triplican, y los gridwöls junto con los humanos, los centuplican.

—¿Cincuenta y cincuenta?

—Me temo que no, hanoruk —Bajó la mirada con angustia—. Más bien 60 mil gridwöls a 40 mil humanos. Hay muchos cuerpos regados, quizá hayan iniciado con un número mayor al enemigo, pero las circunstancias los han mermado.

«Y posiblemente en este momento estén perdiendo muchas vidas más.»

Harodur se adelantó a unos pasos del resto, situándose frente a toda su legión. Eran 25 mil lekauros, una cantidad no tan generosa, pero eran los mejores guerreros de Baurodor, sin duda. Dispuestos a todo, sin temor ni sentimientos de debilidad.

Sintió la mirada de todos, esperando sus órdenes. Pensó un poco en lo que iba a decirles, ya que estaba asimilando la información que acababan de darle. Sus planes habían cambiado considerablemente en aquél preciso instante, así que sus palabras tenían que ser contundentes. Posiblemente serían las últimas, a menos que regresara vivo.

—¡Exploradores¡ —gritó a todo pulmón, intentando que todos los soldados le oyeran desde la primera hasta la última hilera. Cuando se aseguró que sus elementos le atendían, continuó.

»Allá en los desfiladeros nos espera una lucha complicada, donde el afecto se convertirá en odio y los abrazos en sablazos. Muchos de ustedes quizás desearían estar en la comodidad de su casa, bebiendo vino y degustando un manjar; a ellos les digo que, si una sombra de duda apareciese en su interior, les recomendaría dar la media vuelta y partir con sus familias. Es preferible una decena de guerreros valientes a un millar de cobardes.

El milagro de EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora