41: El mejor guerrero

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El último guardián ya los estaba esperando al pie de la puerta, viendo la balsa que se acercaba al tercer anillo con tres tripulantes a bordo. Sólo dos podrían entrar a la muralla, la navegante tendría que regresar y esperar su turno, si es que alguna vez tuviera su propia oportunidad. Así eran las reglas y así deberían de cumplirse.

—Bienvenidos —les dijo el shakal cuando alcanzaron la orilla—. Siempre es un placer recibir a una nueva pareja, aunque en éste caso no se si pueda opinar lo mismo —Los miró con desdén, dando expresiones a su rostro que avejentaban su edad. Tenía un corte de cabello que simulaba ser un ave anaranjada con las alas extendidas. En las fosas nasales portaba una gruesa argolla plateada y usaba un guante de picos que cubría todo el brazo, desde la muñeca hasta su hombro.

—¿Eres el vigilante? —preguntó Evan al tenerlo de cerca para cerciorarse con quién estaba tratando.

—No solo eso —respondió presuntuoso—. Soy Rozvun, líder de la guardia de Ohaluín y uno de los guerreros más respetados de los tres aros. Pasé la prueba de los pretendientes cuando cumplí apenas 15 años y me tomó únicamente un día entero en llegar con las Indomables. La primera noche ya estaba eligiendo a mi hembra y a la mañana siguiente me instalé en mi nuevo hogar, así que para nada me impresiona que ustedes estén aquí.

—Pues Evan la terminó en menos de un día —intervino Sianiris—. Antes de que cayera la noche, todavía con el cielo claro, ya estaba en manos de Shomuna, preparándose para el festín.

Aquello pareció desconcertar al guardián, quién miró al humano de arriba abajo.

—Imposible —respondió, incrédulo—. Solamente hemos existido dos que lo hemos logrado en menos de una puesta de sol, todos los demás han tenido que esconderse entre la sombras para sobrevivir a la mañana siguiente; otros inclusive, han tardado hasta tres puestas de sol. ¿Y me dices que un blandito pudo conseguir lo que la mayoría no?

—Pues lo hizo —dijo ella con suficiencia—. Y como podrás notar, no tiene ningún rasguño.

Rozvun lo escrutó, buscando una herida o un moretón que pudiera desmentir la versión de la humana, pero no encontró nada. A decir verdad, el agua de Dasevis había actuado de manera eficaz, borrando cualquier indicio de batalla y de castigo que tuvo en el primer círculo.

—Sin duda las Indomables hacen maravillas en las casas de curación —se aventuró a decir el shakal—. Además, los cazadores de ahora no son ni la pizca de feroces de lo que eran antes, ya todos los buenos guerreros se hallan tras estas murallas.

Evan consideró que Rozvun, por más bueno que decía ser, no tendría oportunidad si se enfrentara al enorme Vlacma. Aun así, no quiso refutar, suficiente tenían de estar en tierras hostiles como para empeorar su estadía en aquella ciudad.

—¿Seguiremos discutiendo hazañas o nos llevarás con nuestros amigos? —preguntó en un intento por cambiar el giro de la conversación.

—Ah si, sus compañeros los esperan impacientes —recordó Rozvun—. Al parecer, nerviosos porque no creían verlos otra vez y para ser sincero, nadie de nosotros tampoco.

La pareja de humanos lo vio con gesto de indignación. Los estaban subestimando, todos ellos, pero se habían llevado una amarga sorpresa, empezando por el que tenían enfrente.

Rozvun caminó sin esperarlos y la pareja tuvo que apresurar sus pasos para darle alcance. Avanzaba por senderos abiertos y de poca vegetación, muy distinto al paisaje que predominaba en los otros dos aros. Por vez primera desde que llegaron ahí, vieron señales de civilización moderna que correspondía a una ciudad hecha y derecha. Con edificios de madera revestida y construcciones de piedra tan bien labrados que simulaban a las obras de concreto de Marasca, con sus calles abarrotadas de habitantes ruidosos y mascotas mendigantes.

El milagro de EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora