18: Una visita imprevista

32 5 0
                                    

En todo el trayecto de viaje a Los Fresvos, Narvín se mantuvo callado e inexpresivo.Para lo único que abría su boca era para dar instrucciones de cómo llegar. En nomenos de un par de ocasiones Evan intentó preguntarle sobre lo ocurrido, pero el niñocada vez le daba un puntapié para que no hablara de más. Era lógico, el piloto de la nave pertenecía ala gente de confianza del coronel; debía andarse con cuidado para no revelar información que pudieraser usada en su contra.

Toda la población que escaseaba en Los Fresvos, lo tenían de abundancia en árboles y animales. Laciudad se ubicaba muy al Noroeste de Marasca, circundando con la Tierra de Nadie y el golfoOnírico. Las viviendas eran pobres y la gente aún más; subsistían de los muebles de madera quefabricaban artesanalmente, sin embargo, por ser un pueblo tan alejado de los demás, poca genteacudía a adquirir sus trabajos. Predominaba tanto la quietud que Evan pensó que quizás sería el sitiomás aburrido de los que alguna vez hubiera visitado. Excelente para que nadie lo molestara.

La nave descendió en medio de la plaza principal y el piloto dejó a ambos a su merced. Luego dedespedirse recorrieron las calles adoquinadas en medio de un tumulto inusual. La tranquilidad tancomún en ese sitio se veía trastocada por visitantes inesperados. Bajo el atardecer, varios vehículos dela milicia patrullaban las arterias del poblado para curiosidad de los habitantes, quienes salían de suscasas para observarlos más de cerca. Tomando en cuenta que los únicos transportes que se usabaneran los monoplazas y camiones de carga, se comprendía que los recién llegados representaban todauna novedad.

-Es bastante extraño -Narvín señaló a los militares que resguardaban los vehículos-. Hay queaveriguar a qué han venido.

-¿No estarán resguardando nuestra llegada?-No lo creo. Al parecer un niño como yo y un joven como tú, no son tan importantes para elgobierno de Marasca.

-Ya veo.

Mientras pasaban por las filas de soldados, Evan reconoció que sus uniformes presentaban undiseño diferente; no eran del cuartel de Atania, sino de Ciudad Central. ¿Qué propósito los traeríahasta aquél rincón de la nación?

-¿Algún problema oficial? -Evan se acercó con un militar, intentando obtener algo deinformación. Después de todo, él no era un pequeño al cual pudieran evitar-. Es raro que tengamosvisitantes en éste pueblo tan tranquilo; espero que no corramos peligro.El soldado lo vio de reojo y lanzó otro vistazo indiscreto al niño canoso que estaba a su lado.

-Petición del gobierno. Sigan su camino -contestó, escueto.

El muchacho no iba a darse por vencido tan fácil.

-Buen día, oficial -saludó a otro más adelante.

-Buen día -correspondió el soldado.

-Un gran despliegue de elementos siempre es un espectáculo digno de verse -señaló Evan-.No había visto uno así desde que salí de la academia en Atania.

El soldado volteó a verlo con curiosidad.

-¿Estuviste en la academia?-El coronel Nazer no me dejará mentir. ¿No me diga que usted también?

-Me gradué ahí, de hecho-El soldado sonreía como quien encuentra a un amigo-. ¿En québatallón estuviste?

-En el 88-dijo Evan con toda naturalidad.

-No me suena -se extrañó el soldado-. Hasta donde tengo entendido, todos los batallones sedenominan como C-113, A-560, G-381. Creo que estás confundido.

Aquello no se lo esperaba Evan. Su cabo Damién no les había explicado como funcionabanaquellas asignaciones. Lo único que les gritaba se reducía a que el 88, era el peor batallón de todos.Quizá ni siquiera existía en los archivos del ejército.

El milagro de EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora