Me encerré en la pieza y me dormí. Cuando abrí los ojos lo vi, sentado en el suelo mirándome. A su lado tenía un plato con comida y un vaso de agua. Me puse incómoda y me acurruqué en la cama.
– ¿Qué hora es?
–Dormiste solo una hora.
¿Qué se supone que debía hacer? ¿Abrazarlo? ¿Largarme a llorar ya?
Le hice una seña para que venga a sentarse en la cama y al segundo lo tenía al lado. Nos miramos un tiempo y cuando sentí su mano en mi mejilla aguante mis ganas de llorar. Me ofreció el plato de comida.
–Me tenes preocupado, dormís mucho y comes poco.
–No pasa nada, supongo que es normal cuando alguien está mal.
–Come un poquito aunque sea, por favor.
Prácticamente me rogó así que tome el plato y en segundos me devoré lo que había en él. Me miró sonriente y triunfador, me alcanzó el vaso de agua y cuando termine de tomar casi rompo en llanto.
–Tenias hambre, chanta.
Me corrió el pelo de la cara y no iba a poder aguantar mucho más. Antes de largarme a llorar, opté por abrazarlo. En cuanto sentí su calor el cuerpo se me tranquilizó. Su olor se apoderó rápidamente de mí, y fue ahí cuando me di cuenta que hoy sí llevaba remera. Me tocó la cabeza mientras yo me aferraba a su pecho y me dio un beso sobre el pelo. Me separó después de unos segundos para decirme:
–Te extraño mucho.
No iba a poder hacerme la dura mucho tiempo más, no. Así que decidí empezar a hablar.
–Cuando te vi con el ojo así casi me muero.
Le dije mientras tocaba su cara, el hizo un gesto de dolor así que aparte mi mano.
–Los varones arreglamos las cosas así.
–Sí, todos dicen lo mismo, pero a mí no me gusta verlo, y menos si después va a pasar todo esto. Perdón.
– ¿Perdón por qué?
–Perdón por todo, por esto, por la nariz, por el ojo, por todo.
–No me pidas perdón por nada. Perdón yo, sentí un fuego adentro cuando lo vi intentando agarrarte, exploté con su comentario.
Sí, era bastante sabido.
–Por cierto, no es verdad.
–No quiero saber sobre eso.
Se rió un poco forzado. Me tocó la cara tan delicadamente como él solo sabía hacerlo.
– ¿Cómo llegamos a esto?
Tragué saliva, y ahora yo lo toqué suave, pero solo para no hacerlo doler.
– ¿Cómo llegamos a esto?
Dije haciendo referencia al ojo.
–Olvidate del ojo, no me preocupa ahora.
–No, pero a mí sí.
Le di un beso sobre el párpado tan suave como pude. Sentí cosquillas al ver como cerraba los ojos y parpadeaba para permitirme hacerlo. Le sonreí.
– ¿Me das un beso?
Me dio tanta ternura que prácticamente no lo deje terminar. Uní sus labios con los míos de la forma más sumisa que pude. El tomó mi cara suavemente y yo acaricié sus pelos, como siempre lo hacía. Me llenó de paz volver a sentirlo mío.
Cuando nos separamos me quedé pensando, mirando a un punto fijo.
– ¿Qué pasa?
–Hoy hablé con Jenny.
–Sí, también hablo conmigo.
– ¿Sobre qué?
Interrogué un poco para ver si había hablado lo mismo conmigo.
–Nada, solo quería que nos arreglemos porque te veía muy mal, no me dijo que nos quedaríamos solos.
Asistí, y no, no habían hablado lo mismo.
–Hoy me dijo que...
Se me cortó la voz y tragué un poco de saliva para continuar. Se ve que el estaba ansioso.
–...que
–Que nunca me había visto así.
– ¿Así como?
–Enamorada.
Diablos. Mi cerebro y mi boca se estaban peleando de nuevo. El me miró.
– ¿Estas enamorada de mí?
Me preguntó sonriendo. ¿Qué se supone que iba a decir? No iba a dejar mi orgullo por el suelo, pero creo que ya había pasado lo de hacerme la dura.
–No lo sé.
–Bueno, yo si estoy enamorado de vos.
WHOW. Whow. Whow. Whow. Jamás me lo esperaba, claro que no. Creo que era hora de empezar a hablar, sí.
–Hey, quiero que confíes en mí, quiero saber que sentís.