Capítulo 41

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– ¿Perdón?

Dijo Jenny y me sacó del momento incómodo.

– ¿Qué van a hacer solas?

– ¿Qué te importa?

Me salió de adentro y el abrió los ojos sorprendiéndose.

–Entonces...voy a llamar a Pablo para que se venga a tomar unas birras.

Jenny lo fulminó con la mirada.

–Ay que te haces, ¿me explicas? Lo único que me falta es que lo celes ahora.

Le dijo Julián y yo me reí por dentro. Extrañaba estos celos hacia ella.

–No quiero ni saber las cosas que hacían de pendejos.

Mi amiga sacudió la cabeza y fue hasta la pieza. Después de unos minutos, todavía allí, le dijo:

–Vamos a ir a lo de Ori.

– ¿Cuánto tiempo?

–Hoy, no te hagas ilusiones.

¿Podría haber sido un poco más disimulado, no? No me interesaba mucho saber las ganas que tenía de enfiestarse tanto.

Después de un rato estábamos las dos en la puerta de mi casa, deje el auto afuera y mientras Jenny bajaba sus cosas, fui a abrir. Apenas entré, quise prender la luz y no funcionaba.

– ¿Qué mierda le pasa a esto?

– ¿No hay luz?

Dijo Jenny y en ese momento caí. Me había ido por tres meses y no había pagado ni un impuesto, ¿cómo se supone que pase unos días allí?

–Es un chiste, ¿no?

Le negué con la cabeza y me empecé a reír, ella se rió conmigo. Era el primer momento del día en que me reía de esa manera.

–Soy una inútil, ¿cómo pretendo dormir acá?

–Lo más probable es que tampoco tengas agua, imbécil.

Me dijo y yo la codee.

– ¿Qué hacemos?

– ¿Ir al departamento? ¿Comer algo? Muero de hambre.

Bufé, ella me miro.

–Amiga, no vas a poder escapar todos los días, en algún momento van a tener que hablar.

La mire seria. Me conocía tanto, tanto.

–Sí, en algún momento no muy cercano.

– ¿Entonces?

–Entonces, vamos al departamento pero no sale con nosotras, ¿ok?

–Ok, noche de amigas, entonces.

Jenny manejo hasta el departamento y mientras volvíamos pensé un rato: la última vez que habíamos salido solas había sido como nuestras viejas salidas, borrachas y bailando por ahí. Me acordé del momento en que un desconocido me besó y luego de cuando corrí a Julián por todo el boliche. Se me puso la piel de gallina y me focalicé en otra cosa.

Cuando llegamos, mi amiga buscó un lugar para estacionar y yo baje con algunas cosas. Lo primero que vi fue la tradicional situación: sillón, televisión, en cuero. Por un momento pensé en pedirle a mi amiga sacar el sillón de ese lugar, al menos para no verlo cuando apenas pisaba la casa.

Sacudí la cabeza y entré.

– ¿Qué pasó bonita? ¿Me extrañaste?

Lo miré. Claro que lo había extrañado, y cuánto. No le di mucha bola y seguí entrando nuestras cosas. El se levantó y me sacó las sacó de la mano para ayudarme. Su mano tocó la mía y hubiese jurado que una chispa salió. Ambos quedamos mirándonos un rato, quietos, casi sin respirar, hasta que el cortó el silencio.

–Algún día vamos a tener que hablar.

Lo esquive, todavía no, todavía no podía mirarlo un rato y no besarlo o llorar.

–Va a tener que ser otro día porque Jenny tiene hambre y va a subir muy rápido.

– ¿Podemos ir a algún lado después del almuerzo?

Su voz parecía la de un bebe y yo me puse seria mirando sus ojos. ¿Por qué me gustaba tanto?

–No, no.

Sacudí mi cabeza sacando todas las posibles ideas de que este ser me convenza de algo que no quiero. El le dio una piña al aire.

–Que difícil me la vas a hacer.

Me encogí de hombros y Jenny entró.

El cocino para demostrarme que era prácticamente perfecto y refregarme por la cara el tan genial hombre que me estaba perdiendo y cualquier otra cosa que a alguien se le ocurriera. Cuando terminé de lavar los platos, lo dije en voz alta para eliminar cualquier posibilidad:

–Me voy a ir a dormir un rato.

Y así fue, fui hasta la habitación y sonreí: allí si me sentía en casa; y era extraño porque, ni siquiera era mi casa.

Me acosté y no hice más que pensar. ¿Qué tan enamorada tendría que estar para acostarme a dormir para evitar cualquier contacto? Me maldije por eso. Pensé un largo rato escuchando su voz en el living, y finalmente me dormí.

Me levanté con algo de frío, la lluvia había hecho que refresque un poco. Busqué un buzo fino y me lo puse. Salí de la habitación y ahí estaba: ese maldito sillón, con el durmiendo como un bebe, en cuero, sobre el. Pensé un rato que antes dormíamos juntos, ¿el tendría que dormir ahí? Después hablaría con Jenny.

Lo observé, era tan lindo. Estaba todo acurrucado, no entiendo por qué no se ponía una remera si tenía frío. Fui hasta la habitación, busqué una frazada y la acomode sobre él. Inconscientemente le corrí el pelo y dejé mi mano sobre su cara. En cuanto me descuidé, sentí su mano sobre la mía, y sus ojos se clavaron en mí. Vi como sus labios se movieron para decirme:

– ¿Ves que me extrañas?

We protect each other II Orian II AdaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora