Capítulo 35

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– ¿QUÉ?

–Estas deshidratada por la cantidad de veces que vomitaste. Tu cuerpo necesita que ingrese un medicamento para frenar tus vómitos. Tus manos se cierran por la falta de potasio y a este ritmo vas a empeorar, sin contar que tenes temperatura.

No la escuche a la estúpida doctora y lo miré a él, siempre sabía como tranquilizarme.

–Le tengo pánico a las agujas.

–Es por tu bien, linda.

Me tocó el pelo y cerré los ojos. No llores, no llores, tenes 19 años.

– ¿Qué es peor?

–No lo sé, la inyección se siente más, pero es rápida. La aguja del suero es fina, pero es más lento.

–Cinco sueros como mínimo.

Dijo ella y cada palabra que decía me parecía peor.

– ¿No me puedo ir?

–Si firmas un documento, sí, pero en mi caso no lo autorizo.

Lo miré a él.

–Dale, gorda. No pasa nada.

Cerré los ojos y suspire.

–Ok, el suero. Duele menos, ¿no?

–Bien, voy a avisarle a las enfermas que preparen la sala de observación, vas a tener que quedarte un par de horas internada allí, si en la mañana los análisis dan bien, vas a poder irte.

Se fue y nos dejo solos. Lo mire.

– ¿Puedo llorar?

–Al final era mejor lo del embarazo.

Me dijo bromeando. Le pegué y me abrazó.

–No pasa nada, bombona.

– ¿Qué hora es?

–Las...6.30 am.

–Voy a llamar a Jenny, anda a dormir.

–No me voy a ningún lado y deja de querer echarme, me voy a quedar acá con vos el tiempo que sea necesario.

Le toqué la cara.

–Sos tan lindo.

Me dio un beso y una enfermera sonriente entro. ¿Por qué todo el mundo sonríe tanto en este lugar? Es horrible. Pasamos a la sala de al lado y me sentó en la camilla.

–No es el lugar más cómodo pero son solo un par de sueros, pensa que hay gente peor que vos.

Me dijo ella y asistí. Cerré los ojos esperando el dolor y cuando los abrí:

– ¿Dolió tanto?

–Whow, no lo sentí.

– ¿Viste, cagona?

Me dijo el sonriendo. La enfermera se rió y le habló a él:

–Llámame en cuanto se termine el suero que traigo otro nuevo, que duerma un poco y que no se mueva mucho.

El asistió y cerró la puerta.

– ¿Cómo se supone que duerma con esto? Es decir, tenes una aguja clavada en tu brazo, ¿cómo te podes dormir?

El se rió.

–Deja de renegar que te va a hacer mal.

Lo miré.

–Gracias.

–No me agradezcas, ¿qué más voy a hacer?

– ¿En serio no querés ir?

–Basta con eso, ¿ok?

Asistí y me dio un beso. Así paso la noche, la enfermera vino unas cuatro veces más a cambiarme el suero y la última me sacó sangre. Mierda, esa si dolió. Yo misma me sentía mejor, estaba... ¿insoportable?

– ¿Cuánto falta para que nos vayamos? Esta almohada es horrible.

–Dijo que iba a llamar a la doctora. Deja de hablar un ratito.

Me dijo riéndose.

–Malo.

En ese momento entró la doctora y me puse de mal humor al ver su cara. Tenía mis análisis en la mano así que la miramos con ansias.

–Bien, los glóbulos rojos han subido y te veo más compuesta, así que creo que ya podes irte.

Me bajé de la camilla tocándome el brazo y sonreí.

–Si levanta fiebre vengan rápido, y si rechaza el medicamento oralmente, lo mismo.

Julián asistió y yo salí de la sala. Whow, mis piernas estaban acalambradas.

El viaje a casa fue tranquilo y apenas llegamos fui al baño a lavarme los dientes. Cuando entré a la habitación el ya estaba acostado en cuero. Me acosté a su lado y lo abracé.

–Perdón.

Me miró.

– ¿Perdón por qué?

–Íbamos a estar solos y...

Se rió.

–Tenemos todo el tiempo para estar solos y hacer lo que queramos. Ahora a cuidarte, ¿si?

– ¿Quién me mandó a mí a cruzarme con este celoso y sobreprotector?

Dije mirando hacia arriba y después le di un beso. Eran las diez de la mañana pero estabamos cansados, así que dormimos un poco y ni una nausea se asomó.

We protect each other II Orian II AdaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora