– ¿QUÉ?
–Estas deshidratada por la cantidad de veces que vomitaste. Tu cuerpo necesita que ingrese un medicamento para frenar tus vómitos. Tus manos se cierran por la falta de potasio y a este ritmo vas a empeorar, sin contar que tenes temperatura.
No la escuche a la estúpida doctora y lo miré a él, siempre sabía como tranquilizarme.
–Le tengo pánico a las agujas.
–Es por tu bien, linda.
Me tocó el pelo y cerré los ojos. No llores, no llores, tenes 19 años.
– ¿Qué es peor?
–No lo sé, la inyección se siente más, pero es rápida. La aguja del suero es fina, pero es más lento.
–Cinco sueros como mínimo.
Dijo ella y cada palabra que decía me parecía peor.
– ¿No me puedo ir?
–Si firmas un documento, sí, pero en mi caso no lo autorizo.
Lo miré a él.
–Dale, gorda. No pasa nada.
Cerré los ojos y suspire.
–Ok, el suero. Duele menos, ¿no?
–Bien, voy a avisarle a las enfermas que preparen la sala de observación, vas a tener que quedarte un par de horas internada allí, si en la mañana los análisis dan bien, vas a poder irte.
Se fue y nos dejo solos. Lo mire.
– ¿Puedo llorar?
–Al final era mejor lo del embarazo.
Me dijo bromeando. Le pegué y me abrazó.
–No pasa nada, bombona.
– ¿Qué hora es?
–Las...6.30 am.
–Voy a llamar a Jenny, anda a dormir.
–No me voy a ningún lado y deja de querer echarme, me voy a quedar acá con vos el tiempo que sea necesario.
Le toqué la cara.
–Sos tan lindo.
Me dio un beso y una enfermera sonriente entro. ¿Por qué todo el mundo sonríe tanto en este lugar? Es horrible. Pasamos a la sala de al lado y me sentó en la camilla.
–No es el lugar más cómodo pero son solo un par de sueros, pensa que hay gente peor que vos.
Me dijo ella y asistí. Cerré los ojos esperando el dolor y cuando los abrí:
– ¿Dolió tanto?
–Whow, no lo sentí.
– ¿Viste, cagona?
Me dijo el sonriendo. La enfermera se rió y le habló a él:
–Llámame en cuanto se termine el suero que traigo otro nuevo, que duerma un poco y que no se mueva mucho.
El asistió y cerró la puerta.
– ¿Cómo se supone que duerma con esto? Es decir, tenes una aguja clavada en tu brazo, ¿cómo te podes dormir?
El se rió.
–Deja de renegar que te va a hacer mal.
Lo miré.
–Gracias.
–No me agradezcas, ¿qué más voy a hacer?
– ¿En serio no querés ir?
–Basta con eso, ¿ok?
Asistí y me dio un beso. Así paso la noche, la enfermera vino unas cuatro veces más a cambiarme el suero y la última me sacó sangre. Mierda, esa si dolió. Yo misma me sentía mejor, estaba... ¿insoportable?
– ¿Cuánto falta para que nos vayamos? Esta almohada es horrible.
–Dijo que iba a llamar a la doctora. Deja de hablar un ratito.
Me dijo riéndose.
–Malo.
En ese momento entró la doctora y me puse de mal humor al ver su cara. Tenía mis análisis en la mano así que la miramos con ansias.
–Bien, los glóbulos rojos han subido y te veo más compuesta, así que creo que ya podes irte.
Me bajé de la camilla tocándome el brazo y sonreí.
–Si levanta fiebre vengan rápido, y si rechaza el medicamento oralmente, lo mismo.
Julián asistió y yo salí de la sala. Whow, mis piernas estaban acalambradas.
El viaje a casa fue tranquilo y apenas llegamos fui al baño a lavarme los dientes. Cuando entré a la habitación el ya estaba acostado en cuero. Me acosté a su lado y lo abracé.
–Perdón.
Me miró.
– ¿Perdón por qué?
–Íbamos a estar solos y...
Se rió.
–Tenemos todo el tiempo para estar solos y hacer lo que queramos. Ahora a cuidarte, ¿si?
– ¿Quién me mandó a mí a cruzarme con este celoso y sobreprotector?
Dije mirando hacia arriba y después le di un beso. Eran las diez de la mañana pero estabamos cansados, así que dormimos un poco y ni una nausea se asomó.