Espere con el mayor mal humor a que digan mi nombre. Esta vez entré sola. Era una sala tan pequeña que apenas se podía respirar. Estaba todo oscuro y lo único que se veía era el monitor.
– ¿Qué tenemos acá?
Le entregué la orden médica de la estúpida doctora y me acosté. Me pasó un gel en la panza tan frío que me hizo poner la piel de gallina.
– ¿Mal humor?
Me preguntó y yo suspiré sin mirarla.
– ¿A quién se le ocurre mandarme a hacer una ecografía por unos estúpidos vómitos?
Ella rio.
–Despreocúpate, las ecografías no son solo para embarazadas.
Me tocó la frente.
–Además, tenes temperatura. Eso es un síntoma de infección, aquí también se ve todo eso. Ella no puede verlo solo al tacto.
Vio mis manos cerrándose de a poco y chasqueó sus dedos.
–Eso es otro síntoma, ¿Cuánto has vomitado?
–No lo sé, unas cinco veces.
Pellizco mi mano y la miré, dolió.
– ¿Ves?
Observé mi mano. El pellizco quedó intacto, y la piel no volvía a su lugar.
–Estas deshidratada de tanto vomitar, es solo una estúpida infección en...
Miró el monitor.
–Los intestinos.
Suspiré. Esta doctora sí me caía bien, me miro.
– ¿Por qué te ha cambiado tanto la cara? ¿Creías que estabas embarazada?
–No, solo es que me asustó el hecho de estar haciéndome una ecografía.
–No te asustes, cuando sea será un regalo de la vida.
Si si si, como digas.
–Quedate quieta así puedo sacar unas fotografías.
Le hice caso y me alcanzó un par de servilletas para quitar el gel de mi cuerpo.
–Bueno, esperame afuera que en un rato te la alcanzó.
Le agradecí y salí. Me reí al ver que Juli estaba dormido en la silla. Me acerqué y le di un beso.
–Hey.
Me miró.
– ¿Y?
–Dice que es una infección no sé donde, en un rato me la dan.
– ¿Viste, tonta?
– ¿A quién se le ocurre mandarme a hacer una ecografía?
Me senté a su lado y el mareo volvió de nuevo. Con todos estos nervios me había olvidado lo enferma que estaba. El me agarró.
–Cuidado.
– ¿Querés ir?
– ¿A dónde me voy a ir?
–A dormir, estas cansando.
Agarro mi mano.
–Me quedo acá, con vos.
Le di un beso rápido, el gusto horrible de mi boca no se iba con nada. Al rato salió la doctora, tomé la ecografía y juntos fuimos a la guardia. Abrió la puerta y entré vencedora.
Nos sentamos y ella miró las fotos.
–Sí, lo que creía: infección en los intestinos.
La miré atónita. ¿Para qué me había pegado semejante susto si sabía que era una infección en los estúpidos intestinos? Creo que entendió mi cara porque pasó a explicarnos:
–Actualmente vienen muchas chicas que llevan hasta tres meses de embarazo sin saberlo. No los estoy juzgando pero todos dicen que se cuidan. Nunca hay que descartar la posibilidad.
Estaba tan nerviosa de que hablaran de este tema, ¿por qué estábamos hablando tanto de un embarazo? Julián me leyó la mente y tomó mi mano.
–Entonces, ¿cinco veces en la última hora?
–Así es.
– ¿Tomaste algún medicamento?
–Reliveran.
Dijo Julián y yo lo miré.
–Pero lo devolvió.
La doctora hizo un gesto, ¿Por qué me caía tan mal? Me pellizco la mano de la misma manera que la anterior.
–Si no aceptas el medicamento por forma oral, va a tener que ser inyectable: ¿preferís por suero o una inyección?
ME MUERO.