¿Distinto de que forma? ¿Malo o bueno? ¿Cuánto? ¿Cómo?
Las palabras y las ideas rebotaron de un lugar al otro en mi cabeza. Tenía en claro que era una posibilidad pero jamás me lo imaginé. Cuando al fin me decidí a abrir la boca, el ruido de la cerradura se robó mi atención. Gire al mismo tiempo en que la puerta se abrió y me pregunté por qué diablos lo hice.
Y lo vi. Sus ojos sorprendidos se clavaron en los míos, lastimados al ver su estado. Su camisa manchada, y arrugada; sus pelos despeinados, su cuello todo marcado y luego sus ojos, cristalinos y brillantes.
Quedamos mirándonos un rato hasta que algo se movió alrededor y nos destrabó. El salió casi corriendo y hasta dejó la puerta abierta. Jenny se paró a cerrarla y me miró:
–Distinto, muy distinto: dolido, solitario, extrañando...y todo eso lo descargó con Agus, por el lado de la joda.
–Genial, de todas maneras no me importa.
¿Qué fue esta pavada que dije?
– ¿A quién querés engañar, Ori?
Tomé mi cabeza.
– ¿A mí?
– ¿Por qué no bajas a buscarlo? Lo más probable es que esté en el parque, pasa mucho tiempo ahí.
– ¿Me estas jodiendo? Salió corriendo al verme, acaba de llegar de una fiesta, ¿para qué voy a ir a buscarlo?
–Salió corriendo porque no le dije que venías...
La mire extrañada.
– ¿Por qué hiciste eso?
–Jamás lo vi así, no sabía como iba a reaccionar.
Me explicó.
–Y ya te dije, llega de fiesta porque no encontró otra manera de cómo descargar. Los primeros días se pasó lamentando no haberte acompañado, y el primer mes estuvo extrañándote, decidiendo si hablarte o no hacerlo, incluso se quedaba del otro lado de la computadora solo para escuchar tu voz.
–Yo...yo también quise hablarle pero, creí que...no lo sé.
–Haceme el favor y baja ya, YA.
Agarré mis cosas asistiendo, y baje lo más rápido que pude.
Cuando llegué abajo empecé a mirar para todos lados y recordé lo que había dicho mi amiga: el parque. Camine un poco dudosa, y mientras lo hacía iba pensando que decir. En serio, ¿qué debería decir? ¿Perdón? Sacudí mi cabeza y en cuanto arribé al parque comencé a buscarlo. Pero no, no lo encontré, y me resigné sentándome en un banco. Estuve a punto de comenzar a llorar, de hecho, siempre lloraba. Cuando la primera lágrima comenzó a asomarse, su voz me llegó al corazón.
– ¿Qué haces acá?
Me di vuelta instantáneamente y nuestros ojos se encontraron nuevamente.
–Jenny me dijo que estarías acá.
Mi voz se convirtió en un hilo y, no llores, no lo hagas...
–No me refiero a eso, ¿cuándo volviste?
– ¿Hoy?
El le pegó un golpe al aire y me miro.
–No tenía idea de que vendrías.
Mire su camisa y sus marcas del cuello.
–Creo que me di cuenta.
Por algún motivo el se miro a sí mismo también, y se tapó el cuello con una mano. Se sentó a mi lado y miré para adelante, su mirada dolía.
– ¿Cómo está tu hermana?
–Bien, ya ha comenzado a caminar y casi no quedan marcas.
Asistió y me miró.
–Me alegro mucho.
Hizo una pausa.
–Creí que no volverías.
–Sabía que iba a quedarme un mes, mi hermana tenía ese tiempo de reposo pero su recuperación fue más lenta y...
–Te extrañe mucho.
Rompió el silencio y mi corazón. Lo miré atenta.
–Yo también lo hice.
– ¿Por qué no me hablaste?
–No...quería darte tu tiempo, y que disfrutes, como lo hiciste.
Se rió.
–Esto no es disfrutar, es... ¿tapar el dolor?
Una gota callo sobre mi cabeza y seguida a ella unas miles. El cielo se puso oscuro y el se levantó.
–Será mejor que volvamos.
Asistí y me levanté. Pero no, lo mejor no era que volviéramos. Lo mejor era que estemos juntos, felices. No así, llorando, cada uno por su lado. Lo mejor era que estuviéramos besándonos como lo hacíamos antes, como tanto nos gustaba. Así que sí, decidí dejar la histeria y el orgullo de lado y corrí a él, para luego unir sus labios con los míos.