Antes de que empiece a insistir, le aclaré:
–No, no te voy a dar un beso.
Se rió.
–No, ya me rendí.
¿Qué? ¿Cómo que se había rendido? Pero...
Creo que mi cara habló por si sola y el tuvo la necesidad de explicarme.
–No voy a pedírtelo más, a partir de ahora solo voy a robártelos.
Tuve un aluvión internamente.
– ¿Qué? ¿Creíste que iba a dejar de insistir?
¿En verdad se daba cuenta de todo? ¿O estaba siendo muy expresiva?
–Eso dijiste.
Asistió riéndose.
–Si preparo pochoclos, ¿hablamos?
Lo mire tierna.
– ¿Por qué querés hablar tanto?
–No sé, quiero entenderte. Pero bien, no como lo de hace un rato.
–Sí, perdón por eso.
–No hay problema.
Se levantó sonriendo y lo vi en la cocina. Era tan lindo y me tenía tan embobada, no sé a quien quería engañar: cualquiera que me vea mirándolo se daría cuenta de lo enamorada que estaba.
Cuando volvió con los pochoclos le dije:
– ¿No vas a ponerte una remera?
–Ya te dije que me gusta que me mires.
–Sí sí, claro.
Hice una cara de broma. Claro que sí, me encantaba.
– ¿Qué pretendes con esto? ¿Qué durmamos juntos como la vez que me enojé?
–Qué raro vos enojándote, ¿no?
–Hey, vos te enojas más que yo.
–Mmmmmh.
Ya no daba para más así que lo miré, y sin vueltas le dije:
– ¿Qué querés que te cuente?
–Lo que vos quieras.
–Bueno, me subí al avión sintiéndome más vacía que cuando me despierto sola en mi casa, y me baje de él todavía más angustiada.
Yo lo contaba con un tono algo gracioso para no hacerlo tan trágico y el me miraba atento.
–Apenas llegué hable con mi mamá para informarme un poco y luego fui a verla a mi hermana. Es tan chiquita y la vi tan débil y fuerte al mismo tiempo. Tenía su pierna levantada y estaba como con manchas. Después me preguntó por vos.
Se rió.
– ¿Lo hizo?
–Sí, solo pregunto quien era el culpable de que no viaje tan seguido.
Le dije sonriendo y cuando vi sus ojos me puse seria. Mierda, cuánto lo quería.
–Y nada, los días pasaron. Solo la llevaba al hospital mientras mis papas trabajaban para que realice el tratamiento, todos los días. No hay nada divertido que contar.
– ¿Pensaste en mí?
Me preguntó tan naturalmente que me produjo palpitaciones.
– ¿Crees que no?
–No lo sé, no me diste muchos indicios.
–Basta con eso, ya te dije. No sabía que hacer, no sabía que estaba bien o que estaba mal. Solo hable con Jenny, ni siquiera con Agus.
– ¿Por qué metiste a Agustín en la conversación?
Le hice una cara de cansada.
– ¿Por qué te seguís poniendo celoso de el?
–Se come a mi prima.
–Ya lo sé. Si no fuese por el probablemente nunca habría hablado con vos.
– ¿Por qué?
–El me anotó tu teléfono, y me dijo que hablemos porque estabas "mal".
– ¿Eso hizo?
Asistí y lo mire.
–De todas formas vi cuando te abrazó como un koala así que voy a golpearlo.
Esquivo un poco el tema así que le pregunté:
– ¿Estabas mal?