Se rió.
–Jenny quiso llevarme al médico.
–Sí, a mí también cuando nos peleamos.
– ¿En serio?
–Sí, decía que dormir mucho no era un buen síntoma.
–No se que es lo que tiene en la cabeza esa chica.
Se rió y me miró.
–No me di cuenta de cuanto te quería hasta que te fuiste.
–Bueno, a mí me pasó lo mismo cuando me diste ese maldito beso en la frente.
Me miro extrañado. Genial, mi cerebro y mi boca estaban peleando otra vez. He hablado de ese estúpido beso tantas veces en mi conciencia...
– ¿Qué hay con eso?
Me encogí de hombros.
–Nada, es lindo.
Se acercó a mí y pasó su brazo por debajo de mi cabeza. Se acercó de a poco y sí, lo hizo: beso mi frente.
No quise arruinarlo todo así que me limité a quedarme callada, hasta que el me dijo:
– ¿Qué es el amor, para vos?
Lo mire.
–No sé, nunca lo he podido definir.
–Tampoco yo.
Asistió y el silencio reinó en la sala otra vez. ¿Qué diablos debía decirle? ¿El? ¿Qué el era mi amor? Por suerte, siempre sabe cuando cortar el momento.
–Bueno, cuando te vi partir dude en que lo nuestro fuera amor.
Me hizo una seña con la mano y lo mire atenta.
–Creo que tendríamos que habernos jugado por el otro.
Jamás me imaginé que iba a salir con este tema, ¿puedo irme a dormir?
–Pero cuando te vi de regreso, y mi corazón latió tan fuerte que no supe que hacer más que salir corriendo, no tuve ninguna duda.
Divertida, le pregunte.
– ¿Entonces es amor?
Asistió.
–Esa fue mi conclusión.
–Bueno, recuerdo cuando Jenny me dijo que si no dolía no era amor.
– ¿Entonces es amor?
Me hizo burla y yo a él.
–Esa fue mi conclusión.
Y entonces, antes de que preguntara o me insistirá en algo, lo bese. Lo besé y mi cuerpo se inundó de felicidad de un momento a otro. Si esto no era amor, ¿qué era?
Pasó sus manos por mi cintura queriendo que me suba sobre él. Rápidamente lo hice, pero a diferencia de las otras veces, solo me quede cerca de él, besándolo, extrañándolo.
Su olor era algo que jamás en la vida podría sacarme de la memoria. Lo sentía cuando le tocaba el pelo, cuando me acercaba a él.
Me separó un poco bruzo y quitó mi remera. Acarició mi espalda haciéndome estremecer y me miró a los ojos solo para decirme:
–Tampoco sabía cuanto extrañaba esto.
Las ropas volaron de un segundo a otro y, por fin, volvimos a hacernos uno. Ese sillón al que tanto había insultado en las últimas horas, fue testigo de nuestro amor por el otro. Si bien creía que lo extrañaba, no tenía idea cuanto. Disfruté tocar su pecho tanto como la primera vez que lo hice, como cuando andaba en cuero para todos lados y solo me conformaba con mirarlo.
Después de unos minutos sobre su pecho, levanté mi mirada solo para preguntarle divertida:
– ¿Cuál es tu plan, eh? ¿Cocinar? ¿Andar en cuero?
Se rió y me dijo:
–Nah, solo no quería dormir en este estúpido sillón.
Le pegué en el pecho y el rápidamente me dio un beso.
– ¿Cuánto más podíamos aguantar?
–No sé porque lo decís, yo estaba haciendo un gran trabajo.
–Seeeeeeeeeeeeeeeee.
Me dijo irónico y yo me extrañe: ¿tan poco disimulada era? Me acomodé para dormir y antes de cerrar los ojos, el se estiró para agarrar mi celular de la mesa ratona y me lo dio:
–Cambia la foto del Whatsapp, ya.
Bufé. Hola, el celoso regresó.
Desbloqué el celular y abrí la aplicación. En lugar de seleccionar una de la galería, activé la cámara delantera. Nuestras caras se mostraron en la pantalla y el se rió. Yo me limité a sonreír y el beso mi frente. Sí, foto chubi y perfecta.