Cuando nuestros labios chocaron, sus manos pasaron rápidamente a mi cintura y las mías a su cabello. Mierda, extrañaba tanto tocarle el pelo mientras lo besaba. Los segundos pasaron hasta que lo pensé, ¿qué estoy haciendo? El estaba mal, yo estaba mal. Habían pasado tres meses, ya nada era como antes. Ya no dormíamos juntos, ya no compartíamos ropa, ya nada era igual. Separé mis labios de los de él negando con la cabeza, el me miró extraño y tuve la necesidad de salir corriendo. Genial, primero corría él, ahora yo.
¿A dónde diablos iba a ir? Tenía todas mis cosas en la casa de Jenny, y hasta la llave de mi casa estaba ahí. Deambulé por la ciudad un par de horas, mientras me empapaba. Cada vez llovía más así que decidí ir hasta el edificio de mi amiga. Me senté en la vereda y saqué mi celular para llamarla, de ninguna manera quería volver a verlo después de él papelón que había hecho.
Bravo, mi teléfono estaba sin batería. ¿Por qué siempre estaba en off cuando más lo necesitaba? Resignada, subí y antes de tocar la puerta largué un largo suspiro. Mi amiga abrió la puerta como si supiese que yo estaba ahí.
– ¿Ori? ¿Qué ocurre?
Me costó modular cuando lo vi, sentado en el sillón mirando televisión. Hace cuanto no lo veía así: en cuero. Mis pensamientos se mezclaron con mis palabras, y antes de decir alguna guarangada, tragué y lo pensé.
–Solo quiero buscar la llave de mi casa.
– ¿Por qué estás así de mojada? ¿Dónde estabas?
–Caminando por...por ahí.
Se corrió de la puerta y me dejó pasar.
–Pegate un baño, haceme el favor, te va a hacer mal. Los resfríos de verano son los peores.
–No.
Dije seriamente. De ninguna manera me quedaría más de cinco minutos ahí, con él.
–Me voy a mi casa.
Mi amiga me miró extrañada.
–Quiero...irme a casa.
–Duchate, y cuando vuelvo te acompaño.
Antes de abrir la boca dio un portazo y me tuve que callar. El me miró, sonriendo como siempre.
– ¿Podes dejar de mirarme así?
– ¿Así como?
–Así, como lo estas haciendo ahora.
–Ok, lo hago con una condición.
– ¿Cuál condición?
– ¿Podes disimular un poco más? Me siento incómodo cuando me miras así, se que te encanto y más cuando no llevo remera, pero es...raro.
Se hizo el canchero y yo bufé. ¿Por qué me conocía tanto? Fui hasta la habitación y abrí mi valija. Lo sentí caminar y en cuanto pestañee estaba acostado en la cama.
– ¿Por qué no te queres quedar acá?
Lo miré y antes de responderle sacudí mi cabeza. No le contesté.
– ¿Tenes miedo de que te vuelvas a enamorar de mí?
Me dijo gracioso y yo lo pensé. ¿En qué momento dije que me había des-enamorado de él? Jamás lo había hecho.
Saqué un poco de ropa y me dirigí al baño. Antes de entrar lo miré.
–No se te ocurra hacer ninguna guarangada.
–Epa, que poco me conoces si crees que no estoy esperando a que te metas a la ducha.
Lo miré molesta y le hice una sonrisa sarcástica.
–Bañate tranquila.
Me pegué un baño rápido para no permitir cualquier cosa. Cuando salí, mi amiga me miraba en el sillón.
– ¿En qué estás pensando?
– ¿De qué hablas?
– ¿Desde cuándo no pasamos tiempo juntas? Acabas de llegar, no te veo por tres meses y ahora, ¿te vas?
–Amiga...
– ¿Es por Julián?
Mire para todos lados, ¿dónde estaba?
–Descuida, está en la habitación.
Miré la puerta cerrada y asistí.
–Lo busqué, lo besé y salí corriendo. Estuve horas caminando, sola, mojada. No puedo quedarme acá, voy a seguir haciendo pavadas y...creo que es bastante evidente lo mucho que me gusta.
– ¿Y lo mucho que le gustas vos a él?
–No sé, sus marcas en el cuello no dicen lo mismo.
– ¿Estás celosa, Ori? No estuviste por tres meses y ¿estás celosa de una mina que no pasa de una noche?
–No estoy celosa, es que...arg.
–Sí, lo estas.
– ¿Qué se supone? ¿Que yo me iría, que el haría su vida y cuando yo regresaría volveríamos a estar juntos? Ok, dijimos que nos damos nuestro espacio, pero...no sé.
–Whow, estás más loca que nunca.
–Lo sé.
Agarré mi cabeza y la mire, ¿qué iba a hacer sola unos días, o una semana? Siempre estábamos juntas, y la necesitaba en este momento, más que nunca.
– ¿Vamos a pasar unos días a casa?
– ¿Vos pretendes que yo lo deje solo a Julián acá? Me va a hacer mierda la casa.
Bufé.
–Bueno, ¿salimos hoy?
Le pregunté resignada y ella me mostró todos sus dientes.
–Esa es la Ori que conozco.
Pegó un grito de euforia y el salió, en cuero. Cabe aclarar.
– ¿A dónde vamos?
Me abrazó por el costado y yo rápidamente lo saqué.
–Vos, a ningún lado.
–A ver, no van a ningún lado sin mi, ¿se entiende?
La miré a Jenny y luego a él. ¿Cómo no lo había imaginado? Es como si nos hubiéramos conocido otra vez, y empezaba de nuevo...la época de los histeriqueos.